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Viernes, 21 de noviembre de 2014

CULTURA › UNA CHARLA EN LA BIBLIOTECA NACIONAL POR LOS 45 AÑOS DEL FESTIVAL PINAP

Un festival en la prehistoria del rock

Daniel Ripoll, Miguel Grinberg, Jorge Alvarez, Willy Quiroga, Edelmiro Molinari y Emilio del Guercio fueron algunos de los que recordaron el mítico encuentro de 1969 en el anfiteatro de Libertador y Pueyrredón. Y todo terminó en una gran zapada.

 Por Cristian Vitale

Alvarez, Grinberg, Ripoll y Quiroga: “Sentíamos de una manera profunda que podíamos cambiar el mundo”.
Imagen: Jorge Larrosa.

Suena “La Balsa” y aparecen imágenes. Son en Súper 8 y remiten a una época remota: noviembre de 1969. El auditorio de la Biblioteca Nacional se atiborra en segundos. Hay jóvenes, medios y viejos. Hay emoción. Por la pantalla se ve a Litto Nebbia de pantalón blanco y musculosa, secundado por una formación paralela a Los Gatos. Se ve a Los Mentales, y a un pibe con un chaleco de cuero, con una palabra estampada en la espalda: Manal. Se escuchan “Jugo de tomate frío” y “Ana no duerme”. Los sonidos se funden con el joven rostro de Edelmiro Molinari o el de Luis Alberto Spinetta. Voces e imágenes configuran el marco preciso para que algunos protagonistas empiecen a hablar, se dispongan a evocar sensaciones y secretos del primer gran festival del rock argentino, el Festival Pinap de la Música Beat y Pop ’69. Y cuya organización corrió por cuenta del secretario de redacción de la revista epónima: Daniel Ripoll. “A mí me tocó organizarlo, pero creo que fuimos muchos los que hicimos un esfuerzo mancomunado e inconsciente. Sabíamos que estábamos haciendo algo distinto, pero no que esto iba a revolucionar la música argentina, constituirse en parte de ella”, sostuvo Ripoll, uno de los oradores clave del homenaje-aniversario del festival pionero, auspiciado por el Ministerio de Cultura de la Nación y la Biblioteca Nacional.

“Particularmente, me vino muy bien hacer ese festival porque me echaron de la revista Pinap por haber hecho algo ‘demasiado rockero’ para ellos. El Pinap fue el fin de la música beat, el flower power y la bella gente, que era visto como un producto de la sociedad de consumo... a partir de allí se gestó un movimiento musical y cultural que tenía códigos, una ética y una estética, que fue difundida por músicos gloriosos. Nos dimos vuelta, miramos a la generación que estaba detrás y le dijimos no... nosotros queremos ser diferentes, y lo fuimos: tomamos la calle, salimos de las cuevas en las que nos querían sumergir. Salimos al sol, como decía Billy Bond”, sostuvo Ripoll, que como efecto de aquel hito fundó la revista Pelo y organizó los B. A. Rock. “En esa época, la gente iba a los festivales porque se sentía parte de la cosa, mientras que hoy los jóvenes que van a los festivales son clientes de las marcas que los convocan... me pregunto si todavía no tenemos que seguir en la batalla de defender al arte frente al consumo”, sentenció el periodista, editor y productor.

El motivo de sus palabras, claro, va soldado a los 45 años que transcurrieron desde aquella gesta al sol, pelilarga y en colores, que duró todos los sábados de noviembre en el extinto Anfiteatro del Sesquicentenario (Libertador y Pueyrredón), y que mostró por primera vez –ante unos seis mil jóvenes– al incipiente movimiento rockero a través de Manal, Nebbia, Almendra, La Barra de Chocolate, los Mentales, Vox Dei, Los Walkers, La Cofradía de la Flor Solar y Conexión Nº 5 –con Pappo como guitarrista estrella–, entre otras bandas. “Venimos a evocar algo que se hizo de día, a pleno sol... no fue una actividad ‘clandestina’. Lo que quiero resaltar es que, cuando todo esto nació, nadie decía ‘vamos a fundar un movimiento, o vamos a tratar de llegar a las luces grandes del espectáculo, a ganar los premios o grabar discos’, porque ni siquiera había sellos preparados para eso, pero la multitud joven empezó a aparecer espontáneamente de todos lados”, dijo otro de los oradores, el periodista y escritor Miguel Grinberg, que entonces escribía en la revista Panorama. Jorge Alvarez, protagonista de la primera hora, recaló en uno de sus descubrimientos. “Cuando escuché a Javier Martínez cantando ‘Avellaneda Blues’ se me cayeron las medias, porque sonaba como Discépolo pero en blues. Le pedí que me llevara un disco a la editorial, pero me dijo que no tenían... ahí mismo dije, joder, si ustedes no son capaces de grabar lo voy a hacer yo... no tenía ni puta idea de lo que era grabar un disco, pero a tipos con ese talento no se los podía dejar parados”, evocó el creador del sello Mandioca.

También participaron de la mesa varios de los músicos que aportaron luz y magia al festival. Willy Quiroga, por caso. “Retomo lo que pensó Ripoll, ¿Qué es eso del Personal Fest?... no sé, cuando me preguntan qué cambió en el rock nacional yo digo que cambió la actitud. En aquella época soñábamos con cambiar el mundo y las letras tenían un sentido profundo, y hoy pasa lo contrario: el mundo cambió a la juventud y por eso suceden estos festivales. Nosotros subíamos al escenario sin pensar en el dinero y en la ropa... y el Pinap, en este sentido, fue maravilloso. Nos tocó estar cerca de Almendra, de Manal, y nos dio la posibilidad de pasar de cantar temas de los Byrds o Beatles en inglés, a cantar en nuestro idioma. De convertir ‘Bitter sugar’ en ‘Azúcar amargo’”, manifestó el bajista y cantante de Vox Dei. “Tengo mucho que agradecer a ese festival, porque no habíamos estado nunca en un acontecimiento de esa magnitud. Fue una experiencia conmovedora, donde todos sentíamos de una manera profunda que podíamos cambiar el mundo, con un concepto basado en el amor”, sostuvo Ricardo Soulé, guitarrista, cantante y compositor de la banda nacida en Quilmes.

La pata Almendra, en tanto, fluyó a través de Edelmiro Molinari y Emilio del Guercio. “Fuimos parte de una manifestación que se constituyó en diversas partes del mundo al mismo tiempo, sin ‘tuitearse’ nada. Ninguno esperaba que iba a perdurar, pero fuimos catalizadores de las inquietudes de todo el mundo... estábamos ensoñados con el amor y la paz”, evocó el guitarrista, mientras que Del Guercio desarrolló el concepto en otro sentido. “Nuestro movimiento tenía una intensidad muy grande, y eso generó un contagio muy fuerte. Lo que más nos unía era la convicción de querer hacer una cosa muy original... la experiencia del rock argentino es absolutamente así. Cuando surgimos se nos tildaba de extranjerizantes, pero la historia puso las cosas en su lugar.”

En el día de su cumpleaños, Moris –que no tocó en el Pinap pero estuvo entre el público– también se plegó a la conmemoración. “El rock nacional fue un invento admirable”, lanzó, mientras Machi Rufino, que tocó como bajista de Los Walkers, cerró la fila de oradores. “Tocar en una banda que grababa discos y tocaba todos los fines de semana, para mí era importante”, recordó Machi, que luego disparó hacia sus experiencias con dos de los más grandes: Pappo y Spinetta. Tras un break al tono (Diego Boris y Celsa Mel Gowland refiriéndose a los derechos de los músicos), las palabras se transformaron en música. En una gran zapada gran que, entre otros cruces, juntó a Moris en batería, Ricardo Soulé en guitarra y un tal Juan en bajo (“No pibe” y “Las guerras”); a Machi en bajo, Alambre González en guitarra, Roy Quiroga en batería, Moris en piano y Claudia Puyó para encargar una rabiosa y formidable versión de “Despiértate nena”; a Willy Quiroga en bajo y Hugo González Neira en piano (más Alambre y Roy), para desempolvar una gema de Vox Dei (“Esta noche no parece ser igual”) y sumó a Del Guercio en guitarra para la potente “Cruzando la calle”, de otro diamante pulido en notas musicales: Aquelarre.

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