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Lunes, 25 de octubre de 2010

NOTABLE RECITAL DE MARIA BETHâNIA EN EL TEATRO GRAN REX

Un show que hizo honor a la leyenda

La cantante bahiana ofreció un espectáculo conceptual, estructurado a través de tres tópicos: amor, fiesta y devoción. Más allá del esquema, Bethânia efectuó un recorrido musical fascinante. Miúcha participó como invitada y Caetano estuvo entre el público.

 Por Karina Micheletto

De acuerdo con las reglas de la producción y circulación de discos, se trató de la presentación de los últimos dos que grabó Maria Bethânia, Tua y Encanteria, lanzados juntos el año pasado. De acuerdo con la forma en que concibe su trabajo la artista, fue mucho más que eso: un espectáculo conceptual que propone un recorrido musical fascinante, en un hilo continuo de canciones en el que entran de las nuevas, de las viejas, de las clásicas, de las nunca grabadas por su voz. Amor, fiesta y devoción fueron los tópicos a partir de los cuales la bahiana estructuró su espectáculo, poniendo en juego las fuerzas dramáticas y expresivas que la hacen única. Una banda impecable y una puesta que con poco dijo mucho –la banda, por cierto, compartió esa cualidad–, la participación de la cantante Miúcha –otra estrella femenina de la MPB– como invitada sorpresa, y hasta la presencia de Caetano Veloso, que sin proponérselo también formó parte del asunto, simplemente por estar entre el público, terminaron de conformar un show que hizo honor a la leyenda de la anfitriona.

En Tua, la cantante toma al amor como disparador de las canciones, en un amplio registro autoral contemporáneo que va de Adriana Calcanhotto, que firma la canción que da nombre al disco –y que no fue incluida en este espectáculo– a Jorge Vercillo, Arnaldo Antunes, Chico César, Paulinho Moska o el bahiano Roque Ferreira. Encanteria despliega el sincretismo religioso que caracteriza al Brasil, y por lo tanto a su música, desde el recogimiento de la plegaria a la festividad de ritmos como el samba da roda, los sonidos contagiosos del Nordeste, del Brasil caboclo, mestizo y profundamente rítmico. Las que suenan en Amor, fiesta y devoción son algunas de estas canciones, la mayoría composiciones de autores contemporáneos. Enlazadas con otras ya clásicas, y con textos que también son cantados, modelan pequeñas escenas que a su vez conforman un relato íntegro, en un primer acto, con su obertura, su núcleo y su final, y un segundo acto diferenciado, sin cortes en el medio.

El sábado, el público entusiasta que llenó el Gran Rex empezó a aplaudir de pie incluso antes de que apareciera en escena la artista que lo había convocado. Fue cuando Caetano Veloso enfiló hacia las primeras butacas. Lo suyo intentó ser sigiloso, apenas unos minutos antes de que comenzara el show, pero era imposible que pasara inadvertido. Para poca suerte del bahiano del eterno perfil bajo, a su lado quedó una butaca vacía –que sería ocupada por Miúcha, otra célebre hermana de célebre (Chico Buarque), después de su participación como invitada–. El espacio, junto al pasillo, resultó ideal para que una espontánea fila de fanáticos fuera pasando a sentarse para la foto, con abrazo incluido y sonrisa resignada.

Una vez que se apagaron las luces, y durante una hora y media de espectáculo llevada a dos con los bises, fue imposible que la atención se desviara del escenario. Descalza, como siempre, Maria Bethânia pisó un suelo íntegramente cubierto de pétalos rojos. Vestida de blanco, bahiana al fin, su figura resaltó sobre un manto también de rosas como fondo central, que con el correr del show fue mostrando lucecitas. A un costado y otro del manto floral se dispuso la banda, dirigida por Jaime Alem, guitarrista y arreglador de Bethânia desde hace 30 años. Con guitarra, teclado, bajo, batería y dos percusionistas, la banda mostró una cantidad de matices y colores que en ningún momento resultaron excesivos.

“Yo ya vine predestinada para cantar así”, canta Bethânia en el tema que compuso para ella su coterráneo Roque Ferreira, grabado en Encanteria. Sentada, canta también “E o amor outra vez”, de Tua, y luego aquella “Terezinha” de Chico Buarque que su voz volvió famosa en los ’70. Y luego una versión de “Fonte”, grabada con el tono gentil de una balada en Encanteria, con una fuerza amplificada por la banda en el vivo. Y luego “Expode corazao”, de Gonzaguinha, y finalmente el clásico de Caetano Veloso “Queixa” (“Princesa, surpresa, você me arrasou...”), esta vez en una versión que comienza dulcemente, como en trance, solo con guitarra, y que se liga a “Fera ferida”, de Roberto Carlos, en un explosivo cambio de clima. La sucesión crea un sentido que trasciende a cada tema por separado, entre el amor, la fiesta y la devoción que va proponiendo el espectáculo.

El segundo acto, que apareció marcado por la separación de un tema instrumental y por el cambio de ropa de Bethânia, comenzó con “Nao identificado”, viejo tema de Caetano. Bethânia apenas habló en el show, pero esta vez contó: “Esta canción de mi hermano era la preferida de mi padre. Siempre pensé que al conmoverse cuando la escuchaba, se la ofrecía silenciosamente a mi madre. Yo quiero hacer lo mismo, pero Dios me dio voz, así que ésta es mi ofrenda”. En “Doce viola”, un homenaje de Jaime Alem a su instrumento, Bethânia se sienta para cantarle a la guitarra, en un recorrido que sigue festivo con “Guriata”, también del disco Encanteria, y el tradicional “A pescaria”, que alguna vez grabaron en dueto los hermanos Veloso. Un punto culminante llega cuando aparece inesperadamente Miúcha, para evocar aquel Brasileirinho que las cantantes hicieron juntas, con “Cabocla jurema”.

Con la delicada fuerza de la banda, sólo con guitarras, sobre preciosos juegos rítmicos de sólo percusión, a capella, cantando o recitando mientras canta, Bethânia construye un relato exquisito, tan delicado como intenso. Más allá de las posibilidades de su voz, que ya es sello y emblema, Bethânia es, ante todo, una intérprete, capaz de adueñarse del escenario con una fuerza dramática que encanta. El final no podría ser más feliz: Llega con “O que é, o que é” –esa suerte de manifiesto ideológico del espíritu brasileño que compuso Gonzaguinha (“Eu sei... Que a vida devia ser bem melhor e será, mas isso nao impede que eu repita: ¡E bonita, é bonita e é bonita!”)–, con todo el público ya bailando, ya copadas las primeras filas, y Caetano canturreando como parte del público, uno más entre los agradecidos espectadores.

10-AMOR, FIESTA Y DEVOCION

Concierto de Maria Bethânia

Músicos: Jaime Alem dirección musical, guitarra y requinto, Jorge Helder, bajo, guitarra, mandolina, Vitor Gonçalves, teclado, acordeón, guitarra, Carlos César, batería y percusión, Marco Lobo y Reginaldo Vargas, percusión.

Guión: Maria Bethânia y Fauzi Arap.

Dirección y escenografía: Bia Lesse.

Lugar: Teatro Gran Rex.

Fecha: Sábado 23 de octubre (repitió ayer).

Duración: 120 minutos.

Público: 3300 personas.

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Bethânia se adueñó del escenario con una gran fuerza dramática.
Imagen: Vera Rosemberg
 
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