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Viernes, 24 de marzo de 2006

EL “NUNCA MAS”, ILUSTRADO POR LEON FERRARI

La obra que resume la memoria del horror

A partir de mañana, con Página/12, todos los sábados será entregado gratuitamente uno de los 60 fascículos que integran la edición del Nunca Más, con ilustraciones de León Ferrari.

Por Liliana Viola

A partir de mañana, todos los sábados, Página/12 entregará gratis la reedición del Nunca más a lo largo de una colección de 60 fascículos ilustrados especialmente por León Ferrari. La obra comprende la versión original del histórico informe que la Comisión Nacional sobre la Desaparición de las Personas (Conadep) entregó al entonces presidente Alfonsín, el 20 de septiembre de 1984. Allí, mientras se dejaba constancia de que el número de víctimas, de testimonios recibidos –más de cincuenta mil páginas– y de espantos era mayor, se registraban 8960 casos de desapariciones, 340 centros clandestinos de detención y los nombres de más de mil policías y militares involucrados. De algunos de los métodos de tortura empleados no se conocían antecedentes en otras partes del mundo. En esta nueva edición, aquel trabajo de la Conadep se completa con los 4 Anexos con información actualizada de los nombres de las personas desaparecidas, los centros de detención y otros datos que hasta el momento seguían en la oscuridad. Mayores precisiones que, a la luz de estos 30 años y gracias al trabajo de la Justicia, de las organizaciones de derechos humanos y del esfuerzo realizado por la Secretaría de Derechos Humanos, se ponen al alcance de la sociedad para que la búsqueda no cese.

¿Por qué seguir
leyendo el “Nunca Más”?


Porque es el documento que enfrentó a la sociedad argentina, a pocos meses de iniciada la democracia, con la verdad del genocidio. Difícilmente, la convicción y el recuerdo de imágenes concretas del horror podría ser compartido con todos los habitantes del país y del mundo si este libro no hubiera existido. La memoria se habría refugiado en los sectores militantes, sobrevivientes, familiares y amigos de víctimas, trabajadores por los derechos humanos. Sus interminables páginas donde los crímenes de lesa humanidad se reiteran en cada centro clandestino, todo tan próximo a las casas de sus lectores, permitió convertir la sospecha de crueldad en convicción. El Nunca más no solamente sirvió para comprobar la existencia de un plan organizado de exterminio y confirmar la necesidad urgente de un juicio, sino para dejar al descubierto la falta de humanidad del “algo habrán hecho”. Entre sus conclusiones se destacaba, por ejemplo, que: “Se cuentan por millares las víctimas que jamás tuvieron vinculación alguna con tales actividades y fueron sin embargo objeto de horrendos suplicios por su oposición a la dictadura militar, por su participación en luchas gremiales o estudiantiles, por tratarse de reconocidos intelectuales que cuestionaron el terrorismo de Estado o, simplemente, por ser familiares, amigos o estar incluidos en la agenda de alguien considerado subversivo.”

Paradójicamente, estas escenas que ocurrieron en la mayor clandestinidad constituyen el fragmento de la historia de aquellos años, que más luz lleva, que no admite dudas. Si la verdad sobre la década del 70 necesita todavía de un trabajo crítico sobre los discursos que la fueron sustentando, las palabras del Nunca más, aun a pesar de las páginas que no incluía y todos los nombres que omitía, no necesitan ser contrastadas. En todo caso, la Justicia y los informes forenses ya lo hicieron. Cuando los fiscales Strassera y Moreno Ocampo armaron las pruebas para el juicio a los ex Comandantes, tomaron de aquella masa de testimonios recopilados por la Conadep. Este documento fue reconfirmado por las ejemplares condenas que los abogados de los terroristas de Estado no pudieron impugnar. Las leyes de Obediencia debida y Punto final que le sucedieron en los años posteriores no lograron reducir ni la verdad ni su fuerza. Este es el libro más tremendo que haya podido producir este país. Por esta misma razón, su presencia se hace obligatoria en cada biblioteca, leerlo, guiar la lectura de quienes no vivieron aquellos años es parte de lo que cada ciudadano tendrá que hacer para colaborar con la dignidad de todos.

Ilustrar el “Nunca Más”

Esta reedición de Página/12 tiene como valor particular la mirada de León Ferrari, quien ya hace diez años ilustró la obra y que ahora agrega una serie de nuevos trabajos. En este período, Ferrari ha seguido produciendo collages sobre diversas manifestaciones de la violencia, entre los que se destacan un libro con ilustraciones para la Biblia, otro inédito sobre L’Osservatore Romano, y una serie de imágenes, llamadas “Electronicartes”, que él mismo mandaba a los amigos por correo electrónico, sobre la agresión cristiana de Bush contra los musulmanes de Afganistán, Irak, etcétera. En los fascículos finales dedicados a los Anexos, esta edición incluirá además su obra llamada Nosotros no sabíamos, una colección de noticias periodísticas sobre la represión que fueron apareciendo en diversos diarios nacionales durante el mismo 1976 y que logran poner en duda la inocencia de aquella expresión que todavía hoy se sigue escuchando. “Comencé el Nosotros no sabíamos –que se expone actualmente en el Centro Cultural Recoleta– unos meses después del 24 de marzo del ’76 hasta que fui al Brasil en noviembre de ese año. Mandé el material recopilado a poste restante San Pablo a mi nombre. Mandé también notas de la prensa sobre la colaboración de la Iglesia a amigos en el exterior, pero se perdieron. Hice algunas copias en Brasil y también aquí cuando volví.”

–¿Cuál es su lectura personal del Nunca Más?

–El Nunca Más es una recopilación bien hecha sobre parte de los crímenes de la dictadura. Aunque es cierto que de ese libro se deducen las diferencias en la lucha que tuvo la guerrilla y la represión, el prólogo repite la idea de los dos demonios, con la que estoy en absoluto desacuerdo. En ese enfrentamiento entre la guerrilla y la represión se produjeron dos clases de hechos. Hubo muertes, bombas, atentados por ambas partes. Pero además la represión torturó, desapareció gente, robó los hijos a las muchachas embarazadas, arrojó vivos al río a los presos que había secuestrado. Todos crímenes de lesa humanidad que la guerrilla no cometió. El libro es una antología de esos crímenes: es muy lamentable que comience con dos renglones que en cierta forma desmienten su contenido. Tampoco es cierta la afirmación de que se trató de “un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda”. La guerrilla tuvo un apoyo popular extraordinario y una crítica desde sectores de la extrema izquierda. En la represión buena parte de las clases altas y medias acompañaban a la extrema derecha, algunos por intereses económicos o por afinidades ideológicas y religiosas.

–¿Cómo fue eligiendo el material para armar sus obras?

–Dado que la dictadura era declaradamente católica y gozaba de una estrecha colaboración de la Iglesia, se me ocurrió ilustrar los crímenes citados en el libro, los crímenes de los dictadores católicos, con los crímenes de su religión, los crímenes y exterminios relatados en las Sagradas Escrituras: diluvio, primogénitos egipcios, apocalipsis, infiernos, etcétera. Y vinculando también la conducta de la dictadura con la de los autores cristianos de exterminios históricos: la Conquista de América, Inquisición, caza de brujas, nazismo, y con la discriminación a homosexuales, a la mujer, a los judíos, a los herejes, incrédulos, etcétera.

–¿En qué se diferenciarán sus nuevos trabajos de los que realizó hace diez años?

–Me parece que vivimos estos treinta años acompañados por la constante, valiente e inteligente lucha de las Madres, Abuelas y de los otros organismos de derechos humanos. La diferencia con lo sucedido 10 años atrás es que aparecieron nuevos resultados de aquella lucha. Puedo así vincular los crímenes con el juicio a los criminales, las declaraciones de obispos y cardenales en apoyo al Proceso con los resultados de las denuncias, de los juicios y especialmente con la restitución de la identidad de los hijos de desaparecidos, los desaparecidos vivos, esa enorme tarea realizada por Abuelas.

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León Ferrari. En 1976 debió exiliarse en Brasil.
 
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