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Lunes, 18 de abril de 2016

PELíCULAS PRESENTADAS EN LA COMPETENCIA ARGENTINA

Diversidad temática en la oferta local

De los cuatro films proyectados, dos son documentales: El teorema de Santiago y Solar. También se presentó Panke, una película “alemana”, pero hecha por un argentino, Alejo Franzetti. Y Taekwondo, que codirigen Marco Berger y Martín Farina.

 Por Horacio Bernades

De las cuatro películas que presenta por estos días la Competencia Argentina del 18 Bafici, dos son documentales. Y de lo más distintos entre sí. Filmada durante la preparación y rodaje de El cielo del centauro –la película de Hugo Santiago que presentó la anterior edición del Bafici–, El teorema de Santiago es una suerte de clase magistral en acción, a cargo del mítico realizador de Invasión. Y también declaración de amor al cine, y anatomía de la pasión creativa. Solar, de Manuel Abramovich, es una curiosidad, en tanto pone en escena la disputa por la autoría fílmica: ¿quién dirige la película, el realizador o el protagonista? Por su parte, Panke es, a todos los efectos, un film alemán: cuenta con producción de ese origen, transcurre en Berlín y sus afueras, está hablada en buena medida en ese idioma. Pero la escribió, coprodujo, fotografió, editó y dirigió (o sea, hizo casi todo) un argentino, Alejo Franzetti. Se presenta también por estos días Taekwondo, divertido concentrado de testosterona que codirigen Marco Berger y Martín Farina.

“Este es el mejor oficio del mundo”, dice el hombre septuagenario como brindis de cumpleaños, después de completar una toma. Lo que importa es que en El teorema de Santiago eso no sólo se dice: se transpira. En la película filmada a dúo por Estanislao Buisel e Ignacio Masllorens se entiende por qué este enamorado del cine filma tan raleado (seis largos en 45 años): porque arma toda la película, plano por plano, diálogo por diálogo, antes del rodaje, y después cada uno de esos plano y líneas de diálogo deben reproducirse tal como fueron pensados, escritos y dibujados. Lo paradójico es que este cineasta del control, a la Hitchcock, disfrute tanto del rodaje como El teorema de Santiago deja ver, riéndose cuando debe repetir un plano porque sus actores se muestran incapaces de agacharse durante una carrera sigilosa. “Es como en las películas de guerra de Hollywood. ¿Nunca vieron una?”, los reprende como un padre que posa de ogro. El teorema de Santiago, que debe su título a la idea del realizador de que toda película debe tener una estructura tan lógica y fatal como la de esa figura matemática, sigue la creación de El cielo del centauro desde su origen –cuando el realizador y su coguionista Mariano Llinás intercambian mails con las primeras ideas– hasta su presentación en el Bafici 2015, cuando Santiago celebró su regreso a Buenos Aires, medio siglo después de haber partido a París.

En los años 90, el niño Flavio Cabobianco se convirtió en favorito de la tevé de aire tras haber publicado un best seller de la por entonces floreciente New Age (¿best seller antes o después de la tele?), llamado Vengo del Sol, donde relataba sus experiencias prenatales. Casi tan monstruosamente articulado para su edad (8 años) como treinta años atrás lo había sido el aparatesco Claudio María Domínguez de Odol Pregunta, Flavio se presentaba con regularidad en el programa de Susana y en uno que por entonces tenían Graciela Alfano y Andrés Percivale, a veces en compañía de su hermano mayor y/o su mamá psicóloga (¿de qué orientación?). A los treinta y pico, cuando vive dando la vuelta al mundo, tirando el I Ching, aprendiendo astrología y preparando una reedición de su éxito de ventas, Flavio es el objeto de Solar, documental o film-ensayo filmado (o pensado) por Manuel Abramovich, autor de La reina (2013), extraordinario corto sobre una niña-reina infantil, abusada por sus padres casi hasta la tortura. En algún punto Abramovich decidió, o jugó a que, o se vio obligado, a ceder parte del rodaje de la película al crecido niño Flavio, que tal como la película lo muestra es una especie de rock star caprichosa, egocéntrica y manipuladora. Abramovich actúa, a su turno, de cineasta indeciso; la mamá Cabobianco de titiritera del hijo, y el hermano mayor de gran víctima de madre y hermano. El resultado es un objeto de forma rara, lados irregulares, aire viciado y corazón perverso.

Con 46 minutos de duración, Panke es, de acuerdo a lo que el cronista recuerda, el primer mediometraje que participa de una competencia oficial en la historia entera del Bafici. Película contradictoria, durante la mayor parte del metraje la muy minimalista ópera prima de Alejo Franzetti se cuida de esparcir su información con cuentagotas, dando tiempo al espectador de hacerse todas las preguntas con respecto a la situación y a su único personaje. De pronto, en los últimos minutos se diría que cae del cielo un segundo personaje (un monje franciscano, para más datos), cuya única función parecería ser la de permitir que aquél explicite todo aquello que hasta el momento había quedado claro por inducción. Con lo cual se derrumba, claro, todo lo que Panke había sabido construir de modo indirecto, discreto y alusivo. Méritos más que necesarios para una historia que gira alrededor de la muerte de un inmigrante africano en Alemania, largamente distanciado, por razones que se ignoran, de su hermano menor, afincado en Marsella. En términos formales, la película –que antes de la aparición del discípulo de San Francisco alcanza un momento de alta emotividad– es de una gran delicadeza.

Las películas de Marco Berger (Plan B, Hawaii, Mariposa) suelen girar alrededor de la atracción física entre dos hombres, a los que les lleva casi todo el metraje concretar. A su vez, Fullboy, de Martín Farina, estrenada el año pasado, transcurría en un vestuario, donde jugadores de fútbol bien torneados se duchaban insistentemente. Codirigida por ambos, Taekwondo es el resultado matemático de la fusión Berger-Farina. Como Fullboy, la película transcurre enteramente dentro de un espacio cerrado, habitado exclusivamente por hombres treintañeros (nueve), con las únicas excepciones de la breve visita de una vecina, la dueña de casa, una mucama, la novia de uno de ellos y una amiga de ella. Como los futbolistas de Fullboy, todos los muchachos tienen cuerpos espléndidos y cada tanto se les resbala el toallón o se sacan el short. Como todas las películas de Berger, es frecuente que la cámara apunte sobre la pelvis de alguno de los protagonistas. Y la pareja protagónica se pasa la película entera (105 minutos) que sí que no, hasta límites ya graciosos. Esa es una de las diferencias fundamentales de Taekwondo en relación con los films previos de ambos realizadores: el sentido del humor, la fluidez y naturalidad de las escenas, la notable dirección de actores. No hay ni una sola nota falsa de uno solo de los protagonistas. Considerando que son nueve, que ninguno de ellos tiene experiencia previa en cine y que la película dura 105 minutos, lo de Taekwondo puede considerarse una proeza en ese terreno.

El teorema de Santiago se verá por última vez mañana a las 15 en el Village Recoleta 5. Sola, hoy a las 19 en Village Recoleta 2 y el jueves 21 a las 13.30 en Village Caballito 8. Panke, hoy a las 18 en Village Recoleta 3 y el miércoles 20 a las 20.30 en Village Caballito 8. Taekwondo, por última vez el jueves 21 a las 17.20 en Atlas Belgrano 1.

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El teorema de Santiago es una suerte de clase magistral en acción, a cargo del mítico realizador de Invasión.
 
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