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Domingo, 29 de octubre de 2006

DOCUMENTAL SOBRE CARLOS CARABAJAL

Un tributo en imágenes para el padre de la chacarera

Melina y Luciana Terribili recorren la obra y la vida cotidiana del artista fallecido en agosto pasado. El film se verá hoy dentro del Encuentro Músicas de Provincia.

 Por Karina Micheletto

Carlos Carabajal mira a cámara, desde el patio de su casa, y cuenta que su apellido fue una cuestión de azar. Le tocó. Sus abuelos paternos hicieron un trato: sus hijos llevarían un apellido cada uno, a medida que fueran naciendo. A su padre le tocó el de Manuela Carabajal, pero podría haberle tocado en suerte el de Luisiano Oreyana, como a la mitad de sus hermanos. Aquel convenio de principios de siglo tuvo su efecto en la música popular argentina: Carabajal es hoy un apellido sinónimo de chacarera, y Carlos –padre de Peteco y de Demi, abuelo de Roxana, hermano de Cuti, entre tantas otras ramificaciones musicales– ganó otra paternidad con temas como “Entre a mi pago sin golpear” o “Desde el Puente Carretero”: pasó a ser “el padre de la chacarera”. Carlos Carabajal falleció el 24 de agosto pasado. Pero llegó a ver el documental en el que las hermanas Melina y Luciana Terribili recorren su obra y su vida cotidiana en los últimos años. Carlos Carabajal, el padre de la chacarera se estrenará hoy a las 17.30 en el Centro Cultural del Sur (Av. Caseros 1750), dentro del Séptimo Encuentro Músicas de Provincia, que comenzó este viernes con la actuación de Mercedes Sosa y continuará hasta el próximo 5 de noviembre con diferentes conciertos, clínicas y homenajes. Será una oportunidad para ver un material que no encontró lugar de estreno en el circuito de salas comerciales, y que se acerca, con un afecto que se evidencia a lo largo de la película, a uno de los creadores importantes del cancionero popular argentino.

Las imágenes recorren la geografía de Santiago del Estero y de La Banda, la ciudad a la que los Carabajal siempre rinden tributo. Desde el Puente Carretero al que le canta la canción de Carlos Carabajal (y que une a Santiago con La Banda) hasta las calles, negocios y vecinos aparecen retratados mientras las cámaras siguen al padre de la chacarera. La película fue filmada en 2001, cuando Carabajal se encontraba bien de salud. Las cámaras acompañan al músico en escenas cotidianas: ir a hacer las compras, cambiar las cuerdas de la guitarra. Y otras más especiales, pero igualmente cotidianas, como cuando componía con su método, en la cama, acostado, anotando en un papelito las notas con números. Allí, dice Carabajal, parece que Dios baja a darle un tincazo en la cabeza y le aparecen las ideas. El proceso no termina allí: en unos días estarán Peteco, Roxana y Demi cantando con Carlos la reciente chacarera.

Melina Terribili cuenta que conoció a Carlos Carabajal de casualidad, cuando fue a filmar un piloto para TV al ya famoso cumpleaños de la abuela, la fiesta que todos los años se hace en Santiago en honor a María Luisa Paz, madre de Carlos. Como corresponde a su generación, Melina sólo había escuchado a Peteco. Pero aquel viaje, cuenta, resultó una revelación: cuando conocieron a Carlos, ella y su hermana advirtieron que estaban frente a alguien especial. “Mágico”, dice la directora. Así comenzaron los viajes a Santiago del Estero, primero para conocer más a fondo el personaje, más tarde cámara en mano.

“Cuando empezamos a filmar Carlos ya estaba retirado, aunque hacía algunas presentaciones, como cuando acompañó a Peteco en La Trastienda”, señala Melina. “Por eso el acercamiento fue más como ser humano que como músico. Nos impresionó la imagen suya en la cabecera de la gran mesa familiar, rodeado de todos los chicos. Su ternura, su forma de brindar cariño a los nenes, regalándoles una guitarra o componiéndoles una canción, lo hacían alguien especial”, cuenta la realizadora. Esta relación de Carlos Carabajal con los chicos aparece resaltada en el documental: las imágenes en las que le canta a su pequeña bisnieta Florencia “Florcita”, la chacarera que compuso en su honor, o de los chicos cantando y tocando la guitarra o el bombo mientras juegan, dan una idea de la forma en que la familia Carabajal se fue construyendo.

“A medida que fuimos filmando empezamos a encontrar en Carlos un poco de dolor y soledad por haberse alejado de su carrera, el sentimiento de pérdida de haber vuelto a Santiago porque en Buenos Aires no encajaba la música que él hacía”, sigue contando Terribili. “Los últimos años necesitó mucho de su familia, sufría mucho el no actuar más. Decía que no era profeta en su tierra porque no se sentía querido en Santiago. Nos contó que nunca fue contratado en Cosquín, un lugar por el que pasaron todos los otros Carabajal. Le dolía no ser tenido en cuenta.” Terribili también estuvo presente en los últimos días de vida de Carabajal, y relata conmovida la forma en que fue despedido: “El le había contado a Peteco que cuando muriera quería que se hiciera una fiesta en su casa natal del barrio Los Lagos, donde se hace la fiesta de la abuela. Así fue: hubo dos días de fiesta, se cantó y se tocó mucho, vino Sixto Palavecino con sus hijos y le hizo una oración en quechua, le tocó el violín y le cantó. Al día siguiente empezaron a llegar los bombos y se lo enterró con ritmo de chacarera. Yo creo que murió feliz, como vivió”.

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