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Viernes, 12 de enero de 2007

EMILIO GARCIA WEHBI, ANA ALVARADO Y DANIEL VERONESE Y LOS CAMINOS DEL PERIFERICO

“En la obra hay un caos controlado”

El espectáculo que el grupo presenta hoy en la Ciudad Cultural Konex ya tuvo su rodaje en Bruselas y Munich, aunque los tres directores señalan que bien puede considerarse un work in progress, en el que tiene su peso una frase del film La noche del cazador: “Es un tiempo difícil para los niños, pero ellos resisten”.

 Por Cecilia Hopkins

Podría decirse que Manifiesto de niños, la nueva obra de El Periférico de Objetos que se estrena hoy en la Ciudad Cultural Konex (Sarmiento 3131) transcurre dentro de una casa en la que tres personajes intentan recuperar el tiempo de la infancia. Pero así expresado no se estaría poniendo énfasis en las cuestiones principales. Porque si el planteo espacial y temático parece sencillo, nada es como aparenta: como ocurre en todos los espectáculos de este grupo fundado en 1989, todo dispositivo escenográfico se convierte en un artefacto técnico que asume múltiples tareas de evocación. El espectáculo ya tiene dos años y surgió de un acercamiento al mundo narrativo de Christian Andersen. Fue estrenado primero en Bruselas, en el prestigioso Kunsten Festival des Arts y luego en Munich. Pero a pesar de las experiencias previas que este espectáculo ya tiene en su haber, su complejidad técnica es tan decisiva que ni siquiera es fácil de realizar la clásica “pasada general” de la obra previa al estreno. “Es como ensayar una carrera de mil metros llanos en el living de la casa de uno”, intenta explicar Daniel Veronese en una entrevista con Página/12 junto a Ana Alvarado y Emilio García Wehbi, quienes codirigen junto a él este espectáculo, el número 11 que estrena el grupo, definido por ellos mismos como “una instalación teatral”. Los actores a cargo de la experiencia son Maricel Alvarez, Blas Arrese Igor y el propio García Wehbi. El espectáculo estará en cartel por sólo tres meses, hasta el 8 de abril.

–¿Qué quedó de aquel primer acercamiento a la obra de Christian Andersen?

Ana Alvarado: –Todo el material acumulado debió ser revisitado para darle un formato, sobre pensamientos que teníamos acerca de la infancia y de cómo el mundo del adulto se abusa de los niños, pero en el sentido más general. A nosotros nos pasa que, cuando tomamos un tema, de pronto notamos que se generaliza. Ahora se habla mucho del abuso en el sentido sexual. Pero Manifiesto de niños habla de los excesos disciplinarios, del maltrato físico, del abuso en el trabajo...

Daniel Veronese: –Cuando nos acercamos al mundo siniestro de los cuentos de Andersen, nosotros quisimos producir algo que tuviese que ver con los sueños, con las pesadillas de los niños. Sobre todo, la obra habla de alguien que tiene cierto poder de decisión sobre quien que no lo tiene. Alguien que somete a quien no puede discernir qué es malo y qué es bueno, que no puede defenderse de ninguna manera.

Emilio García Wehbi: –Pero hay algo también de añoranza, porque hay una mirada sobre la niñez desde un punto de vista adulto, sobre ese tiempo irrecuperable. Y a la vez hay una mirada moral sobre el tema. Pero esto se da internamente, en el universo de la niñez tal como está presentado en el espectáculo.

A. A.: –El grupo tiene un planteo ético sobre el tema, pero esto no se ve en la escena..

E. G. W.: –El espectáculo presenta una sociedad que tiene reglas similares a las del adulto, pero sin un estatuto moral al que se atiene el comportamiento de los tres personajes.

–¿Manifiesto de niños cuenta una historia?

D. V.: –Como todos nuestros trabajos anteriores, Manifiesto... está lejos de ser un espectáculo narrativo. Hay ensueños dentro de sueños, donde aparecen personajes contradictorios que realizan acciones que, de estar en juego una valoración moral, no deberían llevar a cabo. En la vigilia, nuestra moral está ceñida por cuestiones que, en otras circunstancias, desaparecen a favor de un desborde hacia cualquier lado. El Periférico se mete en esos lugares donde desborda cierta mirada de moral y hasta de justicia.

–Será porque no intenta señalar lo que todos saben...

D. V.: –Claro, el espectáculo no dice “no hay que maltratar a los niños, no hay que pegarles”, porque eso la gente medianamente sana lo sabe. Quisimos meternos en lugares ocultos y siniestros, pero oníricos y poéticos. Nuestra intención fue ir a los lugares de indefinición y plantear situaciones a partir de las cuales alguien pueda hacer su mea culpa y reconocerse. Las personas somos egocéntricas, hedonistas. Y a veces un hijo se opone a nuestra búsqueda de placer, lo cual puede generar unas fantasías de violencia que luego borramos. Solemos llevar nuestros espectáculos hacia lugares críticos, allá donde no llegamos en la vida de todos los días: el teatro nos permite vivir situaciones imposibles de vivir en lo cotidiano.

E. G. W.: – Para ser más claros, habría que definir al espectáculo más que por el tema, por la forma. El punto de vista estético que asume el espectador es fundamental para concebirla. Manifiesto... no es unidireccional, porque no presenta un solo frente, sino diez o doce. Hay formato de video, audio, actores en vivo. La gente tiene que estar en movimiento. Presenta sobre el mismo tema un punto de vista ético, técnico, y también de construcción de pensamiento en relación con el propio espectáculo.

–¿En esta concepción de espectador móvil tuvo alguna influencia la experiencia de Matadero (de García Wehbi), o de Spa conceptual (de Alvarado)?

E. G. W.: –No creo. Nosotros buscábamos una nueva forma para El Periférico. Había algo del formato tradicional del público dispuesto en una platea que lo sentíamos agotado.

A. A.: –Spa conceptual era una performance, en cambio Manifiesto... es una instalación teatral. Pero en mi caso estuve encontrando una nueva mirada, un nuevo pensamiento sobre el objeto que no tiene que ver ya con los muñecos. Otra cosa es que la pesadilla de la infancia y la oscuridad de los miedos infantiles están dialogando con un espacio frío, blanco, atravesado por una iluminación intensa. Para que el espectador se distancie, reflexione. Y se conmueva también.

–¿Cómo logran trabajar juntos cuando por separado tienen concepciones teatrales tan diversas?

E. G. W.: –Cuando producimos fuera de Periférico los tres estamos en lugares muy diferentes, pero cuando nos reunimos tenemos un arco de acuerdo amplio y variable, siempre dentro de nuestra estética.

D. V.: – En mis proyectos personales elegí otro camino para experimentar. Yo trabajo radicalmente centrado en los actores, despreocupado de las luces o del vestuario. Pero esto yo no lo propondría acá, porque los tres tenemos juntos un punto de vista audiovisual, plástico y objetual.

–¿El espectáculo que se verá aquí es diferente al que se estrenó en Europa?

D. V.: –Lo estrenamos en Bruselas, luego se modificó en Munich y ahora volvimos a introducir cambios. Me parece que puede definirse como un work in progress, porque seguirán modificándose cosas a lo largo de las funciones.

–¿Qué textos los inspiraron?

E. G. W.: –En un principio trabajamos con escritos de Alejandro Tantanian, Mariano Pensotti, Lola Arias. Así la estrenamos. Luego quedaron sólo los textos de Horacio González.

D. V.: –Hay un caos controlado en tono de juego, hay ese orden desprolijo que tienen los niños. El espectáculo no marcha en consonancia con el ritmo lógico que marca un texto, sino que es un conjunto de sucesos escénicos.

A. A.: –Hay datos documentales, además, que fuimos poetizando, información sobre problemáticas o contextos sociales, como muertes de niños en guerras, hambrunas o datos sobre Terezin, un campo nazi de traslado a centros de exterminio. Y como contrapartida, también nos inspiró una frase de la película de Charles Laughton, La noche del cazador: “Es un tiempo difícil para los niños, pero ellos resisten”.

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“El espectáculo no marcha con el ritmo lógico de un texto, es un conjunto de sucesos escénicos.”
Imagen: Rafael Yohai
 
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