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Domingo, 2 de septiembre de 2007

EL PORNO DE LAS FAMOSAS BAJO LA LUPA DE ESCRITORES

Sexo y mentiras en videos

Autores de cuentos eróticos recorren las imágenes explícitas de las supuestas Wanda Nara y Chachi Tedesco para detectar la novedad, la hipocresía y la repetición de una eficaz estrategia de autopromoción.

 Por Julián Gorodischer

El salto entre una página y otra de Internet se vuelve frenético, tan apurado como lo dicta el deseo de sumarse al chisme de moda, tal vez menos para excitarse que para tener un tema para conversar en la oficina: la voluntad del fisgón es, quizá, sorprender in fraganti a una supuesta Wanda Nara practicándole sexo oral a un tipo con su cabeza recortada, o a una más certificada Chachi Tedesco (chica High School Musical, hasta que la bajaron del staff tras su sexo explícito en el sitio YouTube) y –se supo esta semana– hasta a un par de jugadores de Boca (Ever Banega y Jonathan Maidana) masturbándose ante la cámara casera, celebrados por las fans con piropos sobre el tamaño y la desinhibición que demuestran. Un paso más allá de la invasión de porno aficionado en sitios como PornoTube.com o Xtube.com, pero un paso más acá de las apariciones escandalosas de Britney Spears y su ex, o de Paris Hilton y su ex, o de Colin Farrell y su ex, con menos variedad en el fondito hogareño, registrados por cámaras más precarias (con lluvias o esfumados más amateurs que artísticos empañando la capacidad de identificar el rostro), las chicas de los videos eróticos locales cambian el juego con respecto a sus pares del Norte: toman las riendas.

Esto ocurre literalmente en el caso de Chachi, que cabalga al tipo durante toda la secuencia: ellas asumen una posición activa, identidad plena ante la cámara (con cruce de miraditas a la lente en el caso de la presunta Nara), afines a la nueva ola de directoras de un género pornográfico que reclama más placer y actitud para las mujeres, sacadas del objeto para la fellatio y la penetración. ¿Será exagerado plantear que los videos que pertenecerían a Wanda y a Chachi (emigrada a un bolo en Son de Fierro luego de que una masa de cibernautas corriera a clickearla en YouTube, donde ya no se la puede ubicar tras el escandalete) aportan aire fresco al género de las condicionadas entregando el protagónico a las chicas? Relegan al macho a un rol anónimo, sin evidencia de que tenga cabeza, en ambos casos debajo de un cuerpo femenino hiperquinético, avasallante... Entre los escritores de cuentos eróticos de la antología En celo (Reservoir Books), a quienes se pidió reseñar los casos puntuales y el género del porno amateur con famosos, la poeta y narradora Marina Mariasch, también conductora del programa El secreto (Ciudad Abierta), elude en cualquier caso la condena, cuando dice: “No conocía estos videos amateurs, pero a partir de la pregunta me fui a YouTube a verlos, y me parecen súper calentantes, aunque el producto de las pajas que pueden generar es un polvo seco, algo dolorido, como darse contra la pantalla. No los juzgo desde el punto de vista moral ni tampoco desde las teorías de género –sigue– porque me parece que la mujer en la imagen, desde Cindy Sherman para acá, por lo menos, les dio una vuelta a las lecturas paradigmáticas... Me parece que la mujer se expone, más allá (o más acá) de las reglas del mercado y la explotación del propio cuerpo, desde un goce que no tiene por qué ser juzgado”.

Quizás la razón por la que fueron hits mientras duraron y se consagraron como los videos más consultados de los sitios YouTube y PornoTube (como en su momento también lo fueron los de presuntas Cinthia y Griselda de las dos primeras versiones del año de Gran Hermano) es la paradoja entre el amateurismo más rústico del mercado (con iluminación básica, planos mal recortados que niegan la identidad de los dos, interrupción de la acción antes de la culminación sexual) y el rostro y el cuerpo de las bailarinas o los deportistas, que se asocian a los brillos del show para masas, como si en estos videos los géneros del entertainment y el amateurismo se desautorizaran mutuamente, cuestionando sus reglas inamovibles cuando la vedette se muestra en el sucucho y el show del prime time recibe en sus fauces a la desarropada.

“No conozco muchos videos porno amateurs –agrega Marina Mariasch–, pero definitivamente (y, como alternativa a éstos, los fotologs) me resultan mucho más seductores que los pro (todo lo que no sea pro me resulta mejor, je): se ve menos, se ve más, se ve peor, se ve mejor, se ve algo oscuro que no se sabe qué es; se ven los pelitos y las manchas de las colchas, se ven los peluches en la estantería y el cenicero, los signos de realidad que nos hacen sentir adentro.” Y así sucede en el que pertenecería a Wanda Nara: lejos del tocado, el vestidito y el rubio perfecto con el que debutó en el Patinando..., más afín a la caída contra el hielo que luego fue el clímax de su show, se la ve sudada, recibiendo un plano cenital que apunta directo a sus raíces negras, reinando en el bulín sin amoblado, probablemente sobre un piso duro, como mucho un alfombrado raído, si se trata de reponer intuitivamente un ámbito.

“Creo que estos videos son el ejemplo de la modernización (modernización de la forma, quiero decir) en que estas supuestas famosas entran al mercado laboral”, se suma Alejandro Parisi, de la misma antología, también autor de la novela Delivery. “Y no creo que sea una cuestión de género. También está el caso del idiota que cuenta chistes maquillado de negro. Esta gente antes se cogía al conductor o productor, y eso les permitía aparecer en una tira, ser secretaria de un programa de concursos (cortar la manzanita, bailar tango...) o, si nos remontamos más, bailar en el escenario de un cabaret. Entonces, la perversión del público radicaba en saber a cuál de todas esas chicas en tanga se garchaba el conductor. Había mucho pudor, miradas cómplices. Pero las cosas cambiaron. Y los televidentes también. Si en los setenta el voyeurismo pasaba por comprar la revista Hola para ver a Carolina de Mónaco mostrando las tetas junto a Vilas, ahora prende la tele y se entera de eso y mucho más, incluidas las hemorroides del perro caniche de una conductora.

–¿La difusión de estos videos con famosas aporta a cuestionar la jerarquía de un antiguo sistema de estrellas?

–Si antes los famosos eran personas intachables, casi dioses –dice Parisi–, ahora son menos que cero. Conocer sus miserias nos hace sentir mejor... Los recursos de la era informática hacen posible que estas chicas armen semejante revuelo y se conviertan en el tema de la semana. Se necesita muy poco: dedicación y una cámara digital. De la revista Hola a la rubia tirando la goma en un reservado oscuro (pero con toda la luz necesaria para que quede claro que es ella, la misma que estuvo a punto de mostrar su himen en cámara) hay un mundo de distancia, pero la misma perversión. ¡El pueblo quiere ver! Exhibicionismo y voyeurismo es lo que nos toca.

En casos como el de Chachi Tedesco, los videos ponen en relieve una caza de brujas en la TV, que separa lo infantil o lo adolescente del “lado oscuro”, menos como una forma de compartimentar el target que como una expresión rotunda del silenciamiento de vidas privadas descarriadas de las estrellas cándidas. El aparato normalizador se puso en marcha del modo más brutal, desprolijo, instantáneo, apartando a Chachi de un certamen que había aprobado tras un fallo de un jurado, cuestionándose incluso la validez y la seriedad de esos rejuntes de estrellas caídas o incipientes que conforman los tribunales catódicos. Pero, claro, esa forma de denuncia implícita sobre cómo la TV ejerce sus razzias corre por fuera de lo estrictamente sexual/ genital, porque en la cama de Chachi, allí donde ella ejerce la doma del macho, aplastándolo en todo tipo de variantes amatorias, profundamente consustanciada con su escena íntima (antes del desaire que habría culminado en la delación de su amante), todo ocurriría con una pasmosa convencionalidad.

“A lo que hacen los famosos –observa el escritor Félix Bruzzone, también incluido en En celo– lo consideraría sólo una variante empobrecida del sexo amateur porque me parece que el amateur es otra búsqueda y que los famosos, en el mejor de los casos (es decir: cuando no lo hacen pensando en que esto me va a ayudar), se ven obligados a usarlo, para cimentar su fama. El de los usuarios comunes es más interesante porque tiene muchas más implicancias: cada usuario lo hace por algo distinto, y eso en cada video se puede, en cierta forma, ver, así como muchas más posibilidades.” Si el aspecto más controvertido de los videos condicionados con famosas es la defraudación de confianza o la venta que antecede a la difusión del material (o incluso la sospechada estrategia de autopromoción que habría detrás de cada estrella pescada, en suma: el engaño), el costado más hartante es la saturación de una y otra experiencia similar a la anterior. Al escritor Joaquín Linne eso lo lleva a la fantasía de una abstinencia plena y voluntaria: “¿Es medio aburrido que a todos nos guste el mismo tipo de mujer?”, se pregunta. “A veces pienso que me habría gustado pasar la infancia y adolescencia en el campo, con una gran biblioteca, sin TV ni cines ni videoclubes a varios kilómetros a mi alrededor.”

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La supuesta Wanda y el sexo oral.
 
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