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Lunes, 26 de octubre de 2015

SERIES › NARCOS, DIRIGIDA POR JOSé PADILHA, DISPONIBLE EN NETFLIX

Los enemigos del patrón del mal

La serie se mete en una de las historias más míticas y truculentas de la América latina reciente: la historia de Pablo Escobar. Pero, en este caso, narrada por unos agentes de la DEA. Se lucen el reparto, el ritmo y la factura técnica en un relato incómodo.

 Por Federico Lisica

En su intento de contar la historia del Cartel de Medellín en los 80, Narcos, una de las más nuevas propuestas de producción original de Netflix, batalla de antemano contra dos referencias ineludibles. La primera es, obviamente, la producción colombiana El patrón del mal, que iniciara el fenómeno de las narconovelas. Pero como lo anticipa en su título, esta producción de diez episodios presenta una amplia y colorida gama de personajes con el mismo detallismo y fruición que el dado a Pablo Escobar. La segunda tiene que ver con el rol protagónico que cumplen en esta ficción los hombres de la Drug Enforcement Administration (DEA). Y tanto Steve Murphy como Javier Peña difieren del inolvidable y corrupto agente que Gary Oldman interpretara en El perfecto asesino (Luc Besson; 1995). El primero de ellos es quien comanda el relato a partir de una voz en off cínica, cansada pero confiada. Y aquí no hay dobleces. Los agentes estadounidenses, roles basados en sujetos de carne y hueso, son héroes pragmáticos (“para vencer a los malos hay que dejar de ser bueno”), pero héroes al fin. “Este tipo tenía algo de Robin Hood, sin dudas, y contaba con su carisma. Pero creo que uno de los logros de la serie es que no lo glamoriza: fue un criminal terrible, uno de los peores de la historia”, señaló el verdadero Javier Peña, quien hizo aportes para que Pedro Pascal (Game of Thrones) diera con el rol y contó detalles de cómo fue la incursión de la agencia estadounidense en tierra colombiana.

La óptica del relato es arriesgada e incómoda, y no por los mejores motivos. Narcos nunca discute la injerencia armada de la potencia del norte en Colombia y, aunque tampoco elude el hecho de que es uno de los principales consumidores de cocaína, llega a tener deslices ideológicos que asombran por su honestidad dura. Antes de dar con el icónico capo del Cartel de Medellín, la serie se remonta a los orígenes del narcotráfico latinoamericano en la Chile de Allende en los 70. “Al principio, Pinochet parecía buen tipo, porque odiaba a los comunistas, pero después nos dimos cuenta de que no era así”, dirá Murphy (Boyd Holbrook) sin que le tiemble la voz. Cuestiones de geopolítica que la producción simplifica como si Colombia y Chile compartieran fronteras, o mejor dicho, fuesen barrios contiguos.

Los acentos en un elenco global y con gran presencia latina chapotean un espangligh con toques brasileños. Sobre todo en el personaje que, a paso seguro, irá copando las escenas: quien se encarga de darle vida a Pablo Escobar es el bahiano Wagner Moura. El actor da en la talla con su mirada y pose de un personaje terrible. Hasta que abre la boca y se advierte su lucha por lograr una expresión cafetera. Nada de “vamos a matar a todo el puto mundo”, como lanzaba Andrés Parra en El patrón del mal, aunque el leitmotiv “plata o plomo” no faltará en esta versión. Moura había sido protagonista de otra obra controversial como Tropa de Elite, creada por José Padilha, que aquí oficia como director. Lo mismo podría decirse del enorme Luis Guzmán, que interpreta al narcotraficante Gonzalo Rodríguez Gacha, al que le decían “El Mexicano”. Y al actor se le escapa lo boricua.

Donde la serie gana es en su factura técnica y la confección del relato, con ritmo, estética y tono que recuerdan a Buenos muchachos, de Martin Scorsese. Hay decenas de personajes sanguinarios, machistas y viciosos, que van hilando historias increíbles. El atentado al vuelo 203 de Avianca, el robo del sable de Simón Bolívar, el asalto al Palacio de Justicia, políticos asesinados como mosquitos... Todo narrado, claro está, desde la mirada de un “gringo”: “A tres mil metros de altura, Colombia era una selva virgen, pero en la tierra las cosas eran diferentes. No sabíamos en qué nos metíamos”, asegura una poco inocente voz en off. Y ahora ya lo saben. Narcos tiene confirmada una segunda temporada con la caída de Escobar.

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La óptica de Narcos es arriesgada e incómoda, y no por los mejores motivos.
 
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