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Sábado, 28 de junio de 2008

MUSICA › LOLO MICUCCI Y LAS IDEAS DETRáS DE FAROS, SU CUARTO DISCO

“La canción debe intentar lo poético”

Alguna vez intentó hacer una nueva versión de 30 minutos de vida e incluso hay material registrado con León Gieco y Moris. Pero el material propio de este platense de 37 años tiene lo suficiente para llamar la atención.

 Por Cristian Vitale

Dos años atrás, el hombre recorría Barcelona en tren junto a Litto Nebbia y La Luz, su banda joven: Daniel Colombres, más Federico Boaglio, más Ariel Minimal. Y el guitarrista de Pez lo tenía a maltraer con el estribillo: “Es la guitarra de Lolo”, una, dos, veinte veces. Hasta que se agotó. “A los cien kilómetros me le planté y le dije ‘loco, ¿qué te pasa? Me estás hinchando las bolas, eh...” Hubo que contarle el chiste para que Micucci entendiera el loop insistente de Minimal. “Recién salía el tema, yo ni lo conocía”, evoca. Ahí va: menos mal que éste Lolo no toca la guitarra ni su estética es el pop superficial. Este Lolo (José Luis para la familia) es hombre de pianos, teclados y canciones de amor con poesía. “Yo tengo más el modelo-Nebbia que la limusina... soy un laburante”, se ríe. Un obrero de la música que de vivir en un monoambiente con el 152 pasando por la cama pasó a tener su propio estudio para grabar músicas de películas, jingles, producir bandas y, de paso, ayudar a amigos. “Acá he llegado a grabar dos discos de Pampa Yakuza con lo que sale una cena para dos ejecutivos de compañía: 2500 pesos”, se enorgullece, mientras toma el tercer mate amargo de la tarde.

Micucci –platense, 37 años– acaba de editar su cuarto disco solista, Faros, financiado con esos puchitos que trasvasa de sus horas extras como profesional a la producción propia. En conjunto, intervenciones con Jaime Torres, Chango Nieto, Liliana Herrero o Birabent intercaladas con la realización de cortinas para TV y radio, bandas de sonido (El viento, de Eduardo Mignogna, y Calidoscopio, de Lucas Boran, entre ellas) y producciones que mezclan el disco Del aire, de Laura Ros, con El tiempo es tan pequeño, de O’Connor. Un vaivén estético que no le pesa: “Yo no hago un show y gano 30 lucas... entonces, el laburo que hago por otros lados me permite ser irreductible con mis canciones; escribo lo que quiero. Te pueden parecer una poronga o muy lindas, pero son las que quiero hacer”.

–¿Hasta qué punto la diversidad que implica participar de proyectos tan disímiles atenta –o no– contra una personalidad musical determinada?

–Hay como un discurso instaurado que dice que el músico tiene que hacer una sola cosa. Como diría Serrat, a mí nada me gusta más que hacer canciones, pero no me voy a perder de hacer música para una película. No voy a decir “Señor Mignogna, no voy a hacer una película suya porque yo hago canciones”. No. Desde el momento en que él me pasa films chinos para musicalizar y yo pienso en un quinteto de cuerdas, estoy trabajando y creando. Es un impasse que me tomo. Ojo: termino de escribir las cuerdas para la película y me voy a tocar a un bar, no es una cosa o la otra.

Primer acierto de Faros: “Pato trabaja en una carnicería”, uno de los temas fundantes del rock argentino que Moris incluyó, rústico, en su medular 30 minutos de vida (1969). Lolo, amigo personal de Birabent grande, se lo apropió, dejó la melodía intacta y modificó apenas un par de detalles. Linda visita. “Lo hice porque me recuerda un momento copado de mi vida: la escuela. Si bien fui en los ’80, me pasaba escuchando Moris, Invisible o La Máquina de Hacer Pájaros”, cuenta. Es el único cover que registró en sus cuatro discos (Otoño, Posdata y Daños y prejuicios, además de Faros) y el principal del set retro que improvisa durante sus shows: la rockola. “Está claro que no le hice un lifting”, apunta.

–¿Por qué “Pato...” y no “De nada sirve” o “Escúchame entre el ruido”?

–Porque para hacer “De nada sirve” tenés que estar en un lugar neurótico particular (risas). No sé, Pato tiene un costado político desordenado, una crítica social caótica, que fluye de un juego capitalis-mo–comunismo que no se termina de entender, y tiene un paisaje tanguero que me gusta rescatar en mis momentos melancólicos. Ese Buenos Aires dolinesco que hoy, dado este genocidio de ruido, no se vive tanto, pero a veces se huele los domingos a la tarde. No sé, políticamente la situación da. Hay palabras que han vuelto y es algo que yo rescato: la discusión luego del silencio y el discurso único de los ’90, cuando si hablabas te decían que estabas loco o que eras un montonero. Que ahora mi vieja me hable de redistribución de la riqueza me parece fantástico. “Pato...” sintetizaba desordenadamente eso, no como Miguel Cantilo, que es como Discépolo. Moris es más visceral y yo rescato su caos. Incluso, tuve la idea hace unos años de hacer 30 minutos de vida otra vez, con artistas invitados.

–¿Y? ¿Naufragó?

–Sí. Llegué a grabar “Ayer nomás” con León Gieco y Moris; Ne-bbia iba a cantar “Muchacho pronto amanece”, Mollo “Escúchame entre el ruido”, pero después vino la crisis y era un delirio seguir.

El resto de las canciones –algunas más interesantes que otras– giran, casi todas, en torno del monotema del amor y sus claroscuros. Explica Lolo: “Es de lo que más escribo, pero no como un baladista romántico. Hay una vuelta de tuerca. No lo digo despectivamente, pero sí me gusta transformar en canciones el lugar que tiene el amor en mi vida. Cada vez que me separé, me costó mucho anímicamente, y cada vez que me he ido corriendo por un techo me sentí muy bien. Mis canciones tienen como un rescate de la utopía, digamos. No las más vulgares, pero sí las que están fuera de moda o de tendencia. Las canciones tienen que rozar, intentar lo poético. Dos o tres momentos me pasa que siento ‘acá lo logré’, suficiente”.

–El eje compositivo de sus canciones siempre parece partir de The Beatles. ¿Es imposible sustraerse?

–Yo tuve una formación muy clásica, incluso podría haber sido un buen músico de conservatorio, pero cuando escuché sus discos me pareció la conjunción perfecta: pese a que hoy hay buenas bandas, yo sigo escuchando Beatles a través de sus rasgos. Siempre son el punto de partida, además de un icono pop muy fuerte. Todos tomamos cosas de ahí. Desde Ozzy hasta quien se te ocurra.

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“El laburo que hago por otros lados me permite ser irreductible con mis canciones; escribo lo que quiero.”
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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