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Domingo, 21 de diciembre de 2008

MUSICA › MARCELO MOURA HABLA DE SU HERMANO FEDERICO Y DE VIRUS

“Siempre fue muy autodidacta”

Las tardes compartidas de rugby en La Plata, los ensayos de la banda, la discriminación y la vanguardia pop de los ’80 atraviesan el recuerdo de Marcelo, que aporta claridad y sensibilidad para conocer mejor a Federico, su hermano y su compañero de la vida.

 Por Luis Paz

Federico le llevaba a Marcelo casi diez años, pero eso no impidió que generaran una comunión fraternal y musical que no flaqueó. A tal punto estuvieron unidos –como todos los Moura, claro, pero en el caso de ellos más–, que a Marcelo le tocó ir a retirar los análisis de HIV de Federico. El resultado es conocido, porque se informó “irrespetuosamente”. Pero el diálogo con Marcelo aporta más conocimiento y claridad sobre Federico.

–¿Sus primeros años se dividían entre la música y el deporte?

–Recuerdo que siempre fue muy autodidacta, el primero en hacer música, se pasaba horas en el piano y compartíamos tardes enteras jugando al rugby. Digamos que era el peorcito, muy acelerado para jugar. Era acelerado en líneas generales, inquieto. Se levantaba de mal humor y sabías que tenías que dejarlo hablar primero. Eso lo tuvo siempre, igual que despertarse y, a los cinco minutos, salir a la calle, caminar un poco. No era devoto del estudio, no era traga, pero no se llevaba materias.

–Y a la hora del levante, ¿cómo era?

–No le era muy difícil porque era un tipo muy lindo, objetivamente, no porque sea mi hermano. Todas sus novias eran unos camiones infernales. Tan lindas que iban a comprar pan y era como que el barrio frenaba a verlos. Además era un tipo súper interesante, se les animaba a la moda, a prendas muy vanguardistas para la época. El aprendía viajando, leyendo, mirando, había traído mucha información de Europa, Nueva York y Brasil. Acá las cosas llegaban con delay, él se adelantaba. Eran relocos los locales, con sus prendas de vanguardia y David Bowie y Lou Reed sonando todo el día.

–Después de que volvió de Europa, ¿volvió a verlo con otra chica?

–Allá su decisión sentimental viró hacia otro lado y pasó a ser una cosa muy privada, eso me pareció muy ético. Si él no decía que era homosexual no te dabas cuenta, no tenía gestos. Compartimos giras, vacaciones y nunca lo vi con nadie. Tal vez tuvo que ver con que era una época donde ser homosexual era ser un delincuente; pero también hubo mucho de educación familiar, de ser respetuoso. Yo, heterosexual, soy igual de reservado.

–Desde su música a su decisión sentimental, Federico siempre pareció estar adelantado. ¿Se sentían incomprendidos? ¿O él en particular?

–Claro que sí. Y ojo que lo digo con humildad. Pero bueno, estábamos súper contentos con lo que hacíamos, la verdad es que no nos movían un pelo las críticas infundadas. En vez de desanimarnos nos fortalecían porque, paralelamente, cada día aparecía más gente que quería algo distinto. A la distancia, estuvimos cinco años peleándola, pero el momento fue muy vertiginoso. Las agresiones de la prensa llamaban más la atención de la gente. El problema era que nunca tenían que ver con lo artístico sino con una discriminación, con esa connivencia entre público, músicos y prensa en contra del distinto. O sea, se nos llegó a ignorar por ser de tal barrio.

–¿Tuvieron, como banda, algún lugar más propio que La Plata?

–No, nunca. Y por eso fue una alegría enorme cuando nos nombraron ciudadanos ilustres y embajadores culturales. O sea, en La Plata, Favaloro había sido distinguido con eso, fue un rehomenaje al que no se le dio importancia en los medios. Como jamás una asociación que tenga que ver con la música nos invitó una empanada de choclo como reconocimiento.

–En sus últimos años de carrera con Virus, se dijo que él era soberbio...

–Para nada, jamás hubo una actitud de soberbia, tenía carácter fuerte y muy mal humor al levantarse, pero sabiendo eso la convivencia era bárbara. El desmitificaba la cosa de líder, era consciente de que éramos un equipo, arriba y abajo del escenario, los músicos y amigos con inclinaciones en cuestiones técnicas, administrativas, cada rol era crucial para él.

–¿En qué lo cambió saberse portador de VIH?

–Creo que lo sospechaba, tenía síntomas y se hacía el boludo, por eso de los indicios físicos que nos enteramos luego. Salía de la gripe, tenía fiebre, después neumonía. Yo fui a retirar el resultado del test de HIV y fue una patada en las bolas. Era una sentencia de muerte, se fue todo a la mierda. La situación nos desbordó a todos, era una enfermedad desconocida, entonces se daban ridiculeces como que el médico me diera la mano y a él no. Encima, la prensa y los que nos escuchaban se empezaron a enterar. Se corrió el rumor y los fans lo llamaban y le pedían que no se muera. Nos juntó y nos pidió un favor: “No comenten nada, porque no quiero que me llamen, es lo peor que me puede pasar. Pero quédense tranquilos, que la voy a pelear”. Lo mínimo que podíamos hacer era respetar su decisión.

–Aunque hoy todos les den crédito, muchas veces se les faltó el respeto a Virus y a Federico. ¿Cree que fue una injusticia?

–Cuando murió sale en la revista Pelo un suplemento especial que en la tapa dice que su familia estaba avergonzada por la enfermedad. Jamás me voy a olvidar de lo que lloró mi vieja por esa tapa. Era imposible tener vergüenza de él. Hay mucha gente que debería hacer un mea culpa.

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