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Viernes, 10 de abril de 2009

MUSICA › LEOPOLDO FEDERICO Y HUGO RIVAS, HISTORIA Y ANECDOTAS DE UNA OPORTUNA AFINIDAD ARTISTICA

“Cada vez nos gusta más tocar juntos”

El bandoneonista y el guitarrista armaron un grupo que remite al mítico Cuarteto San Telmo que Federico integró con Grela. “Pero éste tiene un sonido más puro”, destaca el músico, entusiasmado. Se puede comprobar escuchando Sentido único o yéndolos a ver al Tasso.

 Por Karina Micheletto

Si, como canta León Gieco, Troilo y Grela es disco cabecera, la historia del género guarda otro cuarteto fundamental, el que formó Grela al desvincularse de Troilo con Leopoldo Federico. Eso fue hace cuarenta años, y aquella formación que todo tanguero de ley alaba fue una de las que marcó la resistencia tanguera de la segunda mitad de los ’60, cuando hacía estragos la Nueva Ola. Aquella noble tradición de bandoneón y guitarra tiene ahora una nueva dupla que, anuncia Federico, “tiene un sonido más puro” que la que formó con Grela. Leopoldo Federico y Hugo Rivas han grabado un disco –Sentido único-, lo están presentando en el Torquato Tasso (hay funciones hoy y mañana, y se repiten el próximo viernes y sábado). Pero, sobre todo, han encontrado una nueva manera, continuación y ruptura a la vez, para esta tradición del tango. Dicen que este disco va a hacer historia, y no están para falsas modestias. Por estos días sale a la venta y habrá que darles la razón.

Con 82 y 34 años, respectivamente, Federico y Rivas podrían ser abuelo y nieto. El de Federico es un nombre con historia dentro del género, y es, sobre todo, un estilo del tango. A Rivas, dice el bandoneonista, le espera el mismo camino: “Para mí lo de Rivas es una sorpresa más que formidable. Qué quiere que le diga... ¡me da miedo! Es un muchacho para tener en cuenta, ¡pero en la historia del tango!”, alaba. Tamaña presentación tiene su correlato en la guitarra de Rivas, virtuosa en el elogio de la sencillez. Su padre, Osvaldo Fernández –esta vez ha preferido evitar el apellido artístico de la familia–, los acompaña en guitarra rítmica, y la formación se completa con Manuel Gómez en contrabajo.

Federico y Rivas tienen razones poderosas para hablar de Sentido único. Hay un poco conocido tema de Piazzolla que se llama así, pero en este caso el título viene por otro lado. Rivas lo expresa con ese modo tan tanguero que tiene y que lo hace parecer bastante mayor: “Parece mentira, pero cuando tocamos sentimos igual”, intenta explicar. “Capaz que de repente él tira un poco para atrás en la expresión, yo tiro atrás con él, pero no estaba escrito, se le ocurre en el momento, y queda hermoso. Para lograr eso en la música, hay que tener mucha onda. Los dos tenemos esas ganas locas de tocar, estamos esperando el momento. Y a mí me gusta cada vez más. Después de tocar llego a mi casa y no puedo dormir, me quedo pensando en la música que hicimos, en lo feliz que soy tocando al lado de Federico. Tengo una tranquilidad: podrían estar escuchándonos Troilo, todos los tangueros de la época de antes, y yo sé que van a decir: está lindo. Por eso me siento muy conforme. Podré seguir tocando con otros bandoneonistas, pero esto que estoy haciendo es único. Es sentido único. Se lo digo con el corazón abierto”.

“El Sentido único es la expresión, las intenciones”, completa Federico. “Estamos dialogando al tocar –sin olvidar que atrás están la otra guitarra y el contrabajo, pero los que llevamos la voz cantante somos nosotros–, y con sólo mirarnos podemos adivinar un compás antes si vamos a cambiar algo. Sentimos cómo viene la mano, es un estado de ánimo que uno tiene en el momento, si es más piano, más fuerte, más brillante... La verdad, yo me siento fenómeno cuando toco.”

–Eso se le nota en el cuerpo. Ya se lo habrán dicho: arriba del escenario tiene veinte años menos.

–Ja, pero cuando bajo... ¡Es como que tuviera ochenta años más de los que tengo! No cuando bajo: al otro día, cuando me levanto de la cama. Físicamente tengo problemas. Tocando me olvido de los dolores, hay algo que me supera. Horacio Cabarcos (el contrabajista de su orquesta) me dice que tendría que llevar colgado siempre un bandoneón, para que no me duela nada. En la cara hay otra cosa que se me debe notar: cuando no anda bien el sonido. ¡Me agarro cada bronca!

–¿Le pasa seguido?

–No tanto, por suerte. Pero el sonido es lo más importante que hay para cualquier músico. Todo lo que podés lograr ensayando, escribiendo, un mal sonido te lo borra de un plumazo. Sin embargo, una cosa mediocre, bien amplificada –no digo fuerte, hablo de un sonido bien puesto– mejora. En una grabación pasa lo mismo, si el que está en la consola no te complace, vas a escuchar la prueba y decís: pero cómo, si yo traje otra cosa...

–Y cuando tuvo la copia de Sentido único, ¿qué escuchó?

–Para mí, es un volver a vivir. Para el que le gusta el tango, yo calculo que también. A veces vengo con el disco con Grela pasado a CD, y con éste. No es porque salió ahora, ni porque quiera vender nada, porque yo ya estoy más allá del bien y del mal... Pero por algo han pasado cuarenta años de esa grabación. Este sonido es más puro, yo me escucho con un sonido más claro, que a veces no consigo ni tocando con la orquesta.

–Quiere decir que los años no han pasado en vano.

–Yo no digo que estoy tocando mejor ni peor. El cuarteto con Grela tiene dos sonidos, uno cuando era el Cuarteto San Telmo, y grabábamos en un sello con el sonido muy brillante, con mucha cámara. Lo escuchás y está bien. Y otro, cuando cambiamos de sello y nos fuimos a Music Hall. Lo que pasa es que el técnico era el Portugués Da Silva, que está en ION. Y bueno, por algo todos queremos trabajar con él, porque nos conoce a cada uno. Cuando grabo con el Portugués, salvo que haya algo por corregir, sé que me puedo ir tranquilo, porque va a salir como yo quiero.

–Y Rivas, ¿cómo hizo para enfrentar el mismo repertorio de Federico-Grela? ¿No le dieron miedo las comparaciones?

–Es que, por más que esté la onda del cuarteto como la hizo Grela, para que no haya imitación, yo hice mis cositas. Gracias a Dios, musicalmente puedo. Le pedí a Leopoldo: si me das permiso, me gustaría cambiar algunas notitas. No es que cambié todo: las introducciones, algunos pasajitos. Como para decir, queda la onda, pero un poquito la cambio. No porque quiera dármelas de inventor, sino para que no sea una imitación.

–¿Se asume como heredero de Grela?

–No sé si usar esa palabra, pero sí aprendí a través de sus discos la marcación en el tango. Como marca Grela, con esos cortes y síncopas, es como marcaban las orquestas antes. Eso no lo hace ningún guitarrista, y creo que porque no quieren. Y es la forma en que se debe marcar el tango. Lo digo hoy, y si en cuarenta años sigo tocando la guitarra, voy a decir lo mismo. El tango es uno, vos le podés meter veinte mil acordes, pasajes, armonías, pero hay raíces que hay que respetar. Y estar ahora jugando con Federico, con el mismo número que jugó Grela... ¿Cómo no me voy a emocionar? Claro, lo mío es nada más que meter mano sobre algo que ya estaba armado. Pero Leopoldo, ¡cómo trabajaste con esos arreglos!

–¿Cómo trabajó?

Federico: –Y, yo con cuarenta años menos me llevaba el Obelisco por delante... Estaba todo el día en la radio, en la estable, dirigiendo, tocando, no paraba. En mi casa agarraba el bandoneón, armaba los arreglos, los grababa en un grabadorcito chiquito y le llevaba la idea a Grela. Sobre eso, él empezaba a poner la guitarra arriba. Y cuando Grela tenía toda su parte armada, recién venía Ernesto Báez con el guitarrón y le pasaba sus partes. Ahí volvía a trabajar yo, y el bajo venía al final. No era tocar así nomás... Teníamos todo escrito, para tocar en vivo yo me hacía una guía que tiraba en el suelo (¡en esa época veía a esa distancia, ja!). Pero como trabajábamos todas las noches en Caño 14, al final tocábamos todo el repertorio de memoria.

Además de una auspiciosa carrera como guitarrista, Hugo Rivas mantiene su peluquería de Boedo 611, donde entre corte y corte armó los arreglos de este disco. Federico es el presidente de la Asociación Argentina de Intérpretes, desde donde trabaja por la sanción de una ley que proteja los derechos del intérprete, tarea que le insume mucho de su tiempo. También tiene un disco reciente de bandoneón sólo –Mi fueye querido–, y tiene, sobre todo, su orquesta, integrada en su mayoría por una nueva guardia tanguera, con la que cumplió cincuenta años de trayectoria. “Por favor, aclare que de ninguna manera pienso dejar la orquesta”, pide. “A los muchachos los tengo siempre conmigo, son mi familia. Yo seguiré con la orquesta y Rivas puede seguir trabajando con Pane o con Marconi. No estamos cerrando otras puertas con esto.”

Rivas: –Y qué hermoso sería que Leopoldo siga con la orquesta y con el cuarteto también...

Federico: –Para mí, sería un sueño. Ir a un escenario con la orquesta, y tocar después con el cuarteto. ¡Ahí sí que no me duele nada!

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Rivas y Federico: 34 y 82 años, respectivamente. Dos generaciones que confluyen con naturalidad.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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