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Miércoles, 24 de noviembre de 2010

MUSICA › MARíA EVA PRESENTA SU NUEVO DISCO, ESTA NOCHE EN EL SAMSUNG STUDIO

Con el cambio como la única constante

Más ahora que después viene a poner una nota diferente al ambiente y el sonido expresados en Insomne y Avatar. “Soy muy obsesiva con las canciones. Les tengo un respeto enorme y por eso las trabajo tanto, en todo sentido”, dice ella.

 Por Cristian Vitale

“Soy un bicho de estudio”, admite María Eva, mientras va picando cada tema de su nuevo disco (Más ahora que después), a través de una consolita de DJ. De pronto suena “Verde lugar”, algo así como el corte que la guitarrista, cantante y compositora transformó en clip. De pronto “Renacer”, bello acústico del que se enamoró Javier Malosetti y, compulsivo, colocó el bajo para abrillantarlo. De pronto “Ega”, tema con explícita influencia de Charly García en el tratamiento de las voces, o “Tic Tac”, único tema que desmonopoliza la tríada bajo–guitarra–batería de los demás, gracias al aporte del Hammond del Pollo Raffo. Ella sube y baja el volumen como si fuera una operadora de radio y, en cada intersticio, cuenta historias como si fuera, a su vez, conductora. “Y sí, soy un bicho de estudio –insiste–. A los 15 años mi viejo, Pepe Albistur, me preguntó qué quería que me regalara. Le dije una portaestudio, y me regaló una TV (risas), pero cuando pude me la compré. Este es mi ambiente natural”, señala, sobrevolando con sus ojos verdes el cuarto lleno de instrumentos, equipos de sonido y discos, donde García grababa sesiones del inédito Kill Gil cualquier día de semana hasta las cuatro de la mañana. “Me siento una privilegiada... acá hay música todo el tiempo y la gente no se queja”, sigue Eva, a punto de presentar su disco esta noche en Samsung Studio (Pasaje 5 de Junio 444)

–¿Por qué tanto tiempo sin editar? Avatar, donde grabó Leonardo Favio, ya lleva siete años.

–Y... necesitaba trabajar para financiarlo (se ríe). Ya que lo citó, Favio decía que cantaba para financiar sus películas, y yo digo que, bueno, necesito trabajar para pagar los discos que quiero hacer. Hice música para tres películas, estuve casi un año encerrada grabando Kill Gil con García, produje algunos discos y, además, soy muy obsesiva con las canciones. Les tengo un respeto enorme y por eso las trabajo tanto, en todo sentido. Siento que cada disco tiene que ir superando al anterior, y creo en ese tipo de evolución.

Hace cinco años que María Eva se reinstaló en Buenos Aires, luego de vivir siete en España, pero esto no implica quietud geográfica. Incluso el disco fue grabado –en parte– y masterizado en los estudios Sterling Sound de Nueva York, la ciudad que la formó antes de viajar a Madrid para integrarse como bajista y cantante a la banda de Joaquín Sabina para la gira 19 días y 500 noches y, “de paso”, registrar su disco debut, atraída por el crisol musical que anidaba en la Madrid de entonces: Insomne. Y también Avatar. “Mi constante es el cambio. Siempre cambio. Insomne fue un disco raro, exótico, lleno de instrumentos étnicos y esas cosas; Avatar es más electrónico y éste sintético y directo”, reseña.

–Más fácil de asimilar, se nota a primera escucha.

–Más transparente... le saqué el velo a todo nivel. Este disco es como un reencuentro con todas las que fueron mis raíces musicales. Me pegó bastante volver a Buenos Aires, porque hubo una reconexión con bandas que fueron el soundtrack de mi vida: La Máquina, Seru, Divididos, Invisible, Pescado. No es que haya una conexión directa, pero sí con lo que fue ese rock para mí. Además, estaba buscando pegar un volantazo del disco anterior... quería cambiar la producción, el sonido, un montón de cosas, y le encontré la vuelta. Siento que es un disco bien entero en el que se cristalizó todo, mientras Avatar tenía como un velo en la forma de cantar, en el sonido, que lo hacía más intrínseco.

Además de Malosetti y Raffo, Albistur sumó entre los invitados al ex Otro Yo Ezequiel Araujo, Fernando Samalea, Tito Losavio, Fernando Kabusacki, Aaron Johnston (el de Brazilian Girls), Fernando Nalé y Deborah De Corral, y ligó de yapa al fotógrafo estrella del rock argentino de los ’70, Juan Orestes Gatti, que se ofreció para hacerle las fotos del disco cuando a todos dice no. “Muchos colegas se van a morir de envidia –se ríe Eva–. Todavía me parece increíble que Gatti haya hecho las fotos ¡y el glam que le puso!”, se entusiasma, mientras se ve híper producida, vestida de cuero negro y con el pelo arremolinado sobre las mejillas. “Ahora que lo pienso, es cierto, tendría que haber sacado el disco antes, pero por algo no se dio. Yo laburo de esto y no me puedo dar el lujo de estar tanto tiempo sin disco... tiene que ser algo más frecuente, pero a la vez pertenezco a la clase de músicos que no firman un contrato para sacar un CD por año. Y no podía dejar pasar la oportunidad de hacer un disco con Charly.”

–¿La modificó la experiencia? ¿Fue un punto de inflexión?

–Sí. Sabía que me iba a cambiar la cabeza, que iba a aprender y de hecho, algo cambió cuando volví a agarrar los instrumentos después de Kill Gil.

–¿Y ocurrió lo mismo después de Sabina?

–Sí, pero en otro sentido. Charly ya era un maestro para mí y a Sabina, cuando me llamaron para tocar con él, no lo conocía ni me había alimentado musicalmente. Lo de García fue más intenso.

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“Este disco es como un reencuentro con todas las que fueron mis raíces musicales.”
 
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