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Domingo, 12 de diciembre de 2010

MUSICA › LILIANA FELIPE EN EL ND/ATENEO, UNA NOCHE DE MUSICA PERO TAMBIEN DE MILITANCIA

Canciones tan picantes como la lucha

En noventa minutos de alta intensidad, la argentina radicada en México protagonizó un delicioso intercambio con un público fiel.

 Por Carlos Bevilacqua

Imagen: César Cichero.

Al llegar a sus butacas, cada espectador encontró dos hojas del gran diario argentino. No hubo tiempo para especulaciones. Apenas arribada al escenario, Liliana Felipe empezó a dar instrucciones de dobleces mientras daba el ejemplo con los gestos ampulosos de una azafata antes del despegue. ¿Un barquito? ¿Un avioncito? ¿La grosería que primero se piensa? Nada de eso: las indicaciones llevaron a cortes cada vez más importantes hasta transformar las noticias en decenas de papelitos que arrojó al grito de “¡Viva la ley de medios, carajo!”. El auditorio imitó su actitud, transformando al Ateneo en una humilde sucursal de la Bombonera. Acto seguido, la cantante se sentó al piano y arrancó con “Ernestina”, un tango que habla de una mujer más engañosa que la cocaína y de un clarín que ya no da la nota. Las posturas comprometidas serían una constante a lo largo de los 90 minutos del intenso recital, de cara a una multitud reverente. Sólo que los blancos de sus poéticos dardos irían rotando, con cierta preferencia por la Iglesia Católica. “En tiempos de bárbaras legiones/ de lo alto de las cruces colgaban a los ladrones/ Hoy en pleno siglo del progreso y de las luces/ del pecho de los ladrones cuelgan las cruces”, cantó antes de declararse, al final de esa canción, “atea, gracias a Dios”.

Durante toda la primera mitad del show, Felipe ejerció una atracción irresistible con el piano y su voz como todo artificio. Pero no sólo por la profundidad y acidez de las letras, sino también por el tono dramático, como de urgencia militante con que interpreta, tanto al cantar como al pulsar las teclas. Las canciones que elige, muchas de ellas escritas por ella, cubren un amplio espectro estilístico. Porque así como el tango tuvo varios representantes en el resto de la noche, cantó “También la belleza” en ritmo de pasodoble, hubo corridos y rancheras, marchas, romanticismo en aires de boleros y hasta una música inefable que definió como “acuática”. En ningún caso deja de tener un sello personal inconfundible. Los ritmos mexicanos, igual que el acento azteca de Liliana, se explican leyendo su biografía. Nacida en Córdoba, vive desde 1976 en México DF, donde fundó el Teatro Bar El Hábito y restauró el Teatro La Capilla junto a la actriz mexicana Jesusa Rodríguez, su compañera en la vida. En esos espacios de arte independiente, Felipe estrenó muchas de las canciones que hoy integran su repertorio como piezas de audaces obras musicales.

En los versos de Felipe hay lugar para casi todo, desde el amor correspondido y el contrariado hasta una insólita hipótesis para explicar por qué los perros se huelen unos a otros entre las patas traseras. Desde las bondades del ajo (con un final por demás irónico) hasta una defensa de la masturbación. Y desde la histeria hasta el estreñimiento, en una seguidilla escatológica que derivaría en un comentario sobre el tenista español Rafael Nadal: “Para mí que ese hombre tiene algo en el culo, ¿no?”.

Aunque su actitud predominante es la garra propia de los apasionados, la argenmex también sabe relajarse. A tal punto que un par de veces se tentó en medio de una canción sobre la menopausia y otras tantas derrapó con las letras, de lo cual también supo reírse. Esa frescura, como los comentarios entre las canciones y los bocadillos fuera de libreto entre los versos, son puentes hacia cualquier público. Claro que el del viernes era uno de antemano cómplice, de esos que disparan piropos y pedidos varios ante el primer silencio.

En la última parte del show se sumó Jesusa. Con ella, Liliana cantó primero a capella en una teatral puesta de espalda contra espalda y luego volvió al piano para interpretar “Chivo expiatorio”, reivindicativa de la diversidad sexual. Fue entonces cuando convocó al escenario a las actrices Erica Rivas y Alejandra Flechner para una pseudotraducción al lenguaje de señas de una canción en homenaje a las “trabajadoras del sexo”. También con Jesusa dio a conocer una canción incluida en el último espectáculo de ambas y que versa sobre los primeros puestos que México ostenta en materias tales como corrupción, femicidios e indiferencia. “Los envidiamos mucho, por todo lo que están haciendo”, dijo Jesusa al público. “Ahora ustedes son nuestro ejemplo.”

A Liliana no le resultó fácil despedirse. El público la reclamó tres veces. En el segundo bis se despachó con “A nadie”, un clásico de su repertorio adaptado con un “del Pro” en vez de “panista” (por los simpatizantes del partido conservador mexicano PAN). El tercero, ya con Jesusa a su lado, fue un miniset de tres temas que culminó con un estribillo que asegura: “Nos tienen miedo porque no tenemos miedo”. Perfecta síntesis para la noche.

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