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Domingo, 17 de abril de 2011

MUSICA › JOAQUIN SABINA EN LA CANCHA DE BANFIELD

Tiempo de celebración

 Por Facundo Gari

Muchas veces sucede que, mientras el público aguarda el inicio de un recital, los organizadores pasan música. Y muchas veces, la selección (o repetición) de temas resulta punzantemente fastidiosa. “Basta de Axel, che”, resoplaba una petisa, debatiéndose entre un ataque al hígado por exceso de edulcorante o un desmayo por hacinamiento en el sector del campo más próximo al escenario de la cancha de Banfield. Allí, en el predio donde Joaquín Sabina brindó el viernes por la noche un recital impecable, enmarcado en los festejos por los 150 años de Lomas de Zamora. Es que quienes disfrutan del trovador de Ubeda pertenecen a una zona fronteriza que acapara tanto a seguidores de David Bisbal como de Charly García, tanto a los justificados en la sensiblería como en la guarrería, todos admiradores de los sonetos ingeniosos de un hombre de 62 años que se divierte como un niño con licencia para poner la casa patas arriba.

El show comenzó a las 21, media hora tarde, y un malón de smartphones capturó la aparición de la banda: Pancho Varona (guitarras), Antonio García de Diego (guitarras, teclados y armónica), Pedro Barceló (batería), Mara Barros (voz), Josemi Sagaste (saxo y clarinete) y Jaime Asúa (guitarras), introducidos por las rimas del español, y protagonistas seductores de una velada fresca a la que “Esta noche contigo” comenzó a ponerle calor. Al igual que en los recitales en el Luna Park de la gira “El penúltimo tren” (que cerrará en la Ciudad de Buenos Aires el próximo martes a las 21), se trató de un repaso de grandes éxitos antes que una segunda presentación del disco Vinagre y rosas, de 2009. “Medias negras”, “Aves de paso”, “Peor para el sol”, “19 días y 500 noches”, “Princesa” y “Por el bulevar de los sueños rotos”, entre más de una veintena de hits, dejaron satisfecha a una multitudinaria concurrencia de tributarios municipales al día (la “gratuidad” del concierto estuvo limitada a los vecinos con el pago de sus impuestos saldado), que a fuerza de cantitos y pogos de vibraciones reglamentarias no permitían que tras dos horas y veinte de “celebración”, el cantante cerrara su show.

“Han hecho realidad nuestro sueño de hacer una popular”, celebró Sabina, cuya intención es no obstante presentarse en locaciones cada vez más íntimas, “hasta llegar a Clásica & Moderna”. En su repertorio de declamaciones también dispuso –como le es costumbre– mimos para los locales. “Fumo, aunque prometí a la memoria de Sandro no hacerlo”, fue uno de sus guiños más aplaudidos en la ciudad del Gitano. Tanto más que la ocurrente “quien disfrutó del orto y lo recuerda, en realidad no lo disfrutó”, en uno de los varios pasajes condimentados por un Varona que incluso se dejó calzar una peluca flúo en “El caso de la rubia platino”. “Antes decía ‘a los 40 me retiro porque pienso que la gente de 40 da vergüenza’. Ahora no lo pienso, lo sé. Si no, miren a Panchito”, chicaneó el frontman, vestido con remera rayada, jean, saco negro y bombín al tono. Tras “Pastillas para no soñar”, “La canción de los buenos borrachos” a capella, con Sabina y compañía abrazados, se dio por sentado que ya no volverían a sus puestos. Y el regreso de Axel a los parlantes lo confirmó. A la salida no hubo Peteco’s, el reducto rockero clausurado hace casi tres semanas por presentar “bandas en vivo”, según el acta de la Municipalidad de Lomas de Zamora; o por contar “cómo se dibujaron los números”, según le afirmó Jorge Gavilán, propietario del boliche, al suplemento NO de este diario. Ni tampoco rampa de acceso “visible” a los andenes de la estación de ferrocarriles de Banfield para la silla de ruedas de una fanática que casi pierde el que le sigue al penúltimo tren.

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A los 62 años, Joaquín Sabina se divierte como un niño.
Imagen: Dafne Gentinetta
 
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