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Lunes, 18 de julio de 2011

MUSICA › LA NOVENA MARCHA DE LOS BOMBOS, CON BAILE, CANTO Y CHACARERA

El latido de la tierra santiagueña

La celebración, inscripta en el cumpleaños 458º de la provincia, convocó a una muchedumbre proveniente de todo el país, comitivas internacionales y artistas como Peteco Carabajal y Juan Saavedra. Los festejos siguen hasta fin de mes.

 Por Pablo Donadio

Desde Santiago del Estero

Pocas fiestas pertenecen más a su gente que a organizadores o fechas en sí. Esta es una de ellas. “El corazón no late, repica”, afirman aquí. Y vaya si es verdad. Bajo un fuerte concepto de lo barrial, de lo comunitario que habita los cuerpos individuales de ese otro cuerpo colectivo, Santiago del Estero se celebró a sí misma. De neta raíz folklórica, pero convocando también a un público que no es del palo, la novena Marcha de los Bombos caminó las calles de la capital durante 15 kilómetros, para concluir en el ya mítico Patio del Indio Froilán González, el luthier virtuoso que supo soñarla alguna vez. “Cuando se nos ocurrió, junto a Eduardo Mizoguchi, Freddy García y Tere Castronuovo (su mujer), juntar 450 bombos por los años que cumplía la provincia en 2003, jamás pensamos que llegaríamos a convocar a miles de bombos del país y el mundo, como vemos y sentimos hoy”, aseguraba en plena caminata. Ver (no mirar) y sentir, una de las claves de este encuentro.

La fiesta comenzó el viernes en el Patio del Indio Froilán con una vigilia poco ortodoxa: bailes, cantos y chacareras como para hacer dulce; fernet en cantidades incontables, arropes, chipacos, roscas calientes y cientos de litros de locro gratis, “como pa’ que prueben si éste no es el mejor”. Sobre la zona sur de la ciudad, la juntada se daba en el Club de Fomento y Cultura, en el barrio Almirante Brown. Coordinado por Mizoguchi, allí se reunían quienes no podían llegar al Patio, y preparaban la columna que partiría desde allí y La Banda al encuentro de los otros.

Ya desde temprano, El Indio, Carlitos, Lucho, El Mini y los demás compañeros redoblaban la velocidad santiagueña para terminar los últimos bombos pedidos específicamente para este evento, algunos hacía un año atrás. “¡Vamos, hijo, que la gente lo espera!”, alentaba a uno de sus ayudantes. “¿Sabes cómo le dicen a éste? Sulky chico: le queda grande la yegua... ¡ja ja ja!”, se bromeaban uno al otro mientras el aire se llenaba del polvo de los ceibos y el humo que desprendía su talla. Del otro lado se iban preparando los conjuntos musicales, los ballets y comitivas que completaban una agenda artística interesante ya en la previa. Hacia uno de los extremos del taller, una serie de puestos de artesanos permitía recorrer tejidos, cerámicas y trabajos locales en general. Desperdigados por todo el predio, caras conocidas y nuevas seguían agrandando la familia musiquera santiagueña, como Los Locos por el Bombo y el creador de las peñas Lázaro Fest; ancianos, niños, jóvenes y mayores mateando; grupos de amigos y familias de muchas provincias del país y el exterior (chilenos, colombianos, venezolanos, cubanos, mexicanos), levantando el polvaredal al sonido de gatos, zambas y chacareras. Y atrevidos bailarines: “Lo mío es el bombo, pero si acá no me animo, ¿cuándo?”, confesaba Diego Ottobre, un bonaerense del conjunto Allinchay. Anécdotas y los mitos de La Telesita, El Sachayo y La Salamanca, y la música proveniente de un escenario popular que más allá de los grandes nombres del folklore ha visto desfilar en los clásicos domingos artistas de la talla de Divididos, generaban un entusiasmo palpable, reflejado en el baile incluso de los menos duchos. Así se iba armando la noche con conjuntos que se alternaron la conducción del show.

Una lloviznita pícara hizo pensar que eso de andar caminando con bombos mojados durante 150 cuadras no iba a estar tan bueno que digamos. Sin embargo, nada pasó. Así como en ediciones anteriores, el cielo se despejó misteriosamente a las siete de la mañana, dando paso a cientos de litros de mate cocido que despabilaron a los que habían seguido de largo. La partida del lugar para el encuentro se oficializó con el Himno Nacional, con un extraordinario baile incluido. A las nueve llegaron los micros para trasladar la gente del Patio hasta el arco de entrada de la ciudad, donde esperaba la otra columna. Allí el estruendo marcó el inicio de la caminata, que comenzó a copar las calles, llenas de curiosos en las veredas, de entusiastas vecinos en terrazas, puertas y balcones, y de dormidos participantes que se iban uniendo de a poco. Adelante marchaba la bandera oficial junto a un camión que sirvió de escenario improvisado, mientras el repiquetear de los bombos hacía vibrar un cuerpo de cuatro cuadras sobre la avenida Belgrano. Cada tanto un alto en el camino para reordenarse y homenajear a personajes de la cultura local, como el poeta fallecido Felipe Rojas; el padre Salvador Moreno; el Dúo Suárez-Palomo y Andrés Chazarreta (música); José Gómez Basualdo (danza) y Cristóforo Juárez (letras). Y sobre la plaza San Martín se entonó el Himno Nacional en quichua, a cargo del grupo Sachamanta. “Esta es una tremenda experiencia, hombre. Yo suelo ir de La Habana a otras provincias donde hay eventos bonitos, pero éste me superó. Ver a tantos niños y sus padres festejar así es ejemplar”, afirmó Eduardo García, fotógrafo de la comitiva cubana que está de gira por los festejos del mes. De regreso a la avenida, ya con seis cuadras de bombistas y acompañantes, se rindieron tributos a deportistas, maestros y personajes de la historia santiagueña. Cuatro horas más tarde, ya con nueve cuadras de punta a punta, la ondulante muchedumbre pegó la vuelta sobre la calle que conducía nuevamente al Patio, la casa del bombo. Rápidamente se copó el escenario de músicos y, entre ellos, Peteco Carabajal dio un mini-recital, agrandado por el zapateo y las mudanzas de fuego de Juan Saavedra, el bailarín de los montes, ambos patrimonio de esta tierra como el mismo Puente Carretero o la chacarera. Mientras algunos partieron a la casa de los Carabajal para una peña improvisada por la noche, y otros viajaron a Atamisqui al Festival de la Sacha Guitarra, organizada por Elpidio Herrera, su creador, la madrugada del domingo sorprendió a varios aún en el Patio.

Sin tregua, porque si de disfrutar se trata aquí las cosas se viven maratónicamente, mañana seguirán los festejos por el mes de cumpleaños de la provincia. “Los esperamos a todos en la inauguración de la Casa de la Cultura del Bicentenario en Parque Aguirre, en el recital de Música para Todos en Casa Castro y, sobre todo, para la Gala del 23 al 25, donde habrá misa y festejos con intervención teatral urbana, lo que nos habla con orgullo de nuestro presente”, invitó Rodolfo Legname, responsable de Cultura de la provincia. Desde el próximo domingo, como ocurre durante todo el año, el Patio del Indio Froilán seguirá recibiendo visitas y, cuentan, pensando ya en su próxima fiesta.

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Peteco fue una de las figuras de la fiesta en Santiago, caracterizada por el rescate de lo comunitario.
 
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