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Martes, 9 de octubre de 2012

MUSICA › JAIRO PRESENTARá DOS NOCHES DE “RUTA 40” EN EL GRAN REX

“Soñaba con grabar mis temas más importantes con orquesta”

El cantautor de Cruz del Eje celebra las cuatro décadas de trayectoria con un espectáculo en el que será acompañado por una sinfónica y con varios invitados. “La idea es que la orquesta se acerque a las canciones del mismo modo que yo me acerco a ellas”, adelanta.

 Por Cristian Vitale

Un anacoreta, palabra que en su versión histórica representa a esos primeros cristianos que se refugiaban en la soledad para no ser parte del mundo, es precisamente alguien que se retira. Que vive aislado. Es lo primero que dice Jairo de sí, en un contexto que no condice en ningún punto de vista con tal definición. Está en el bar porteño Las Violetas rodeado de gente, micrófonos, periodistas, y el objetivo es que más personas se enteren del recital que dará el jueves 18 de octubre (por entradas agotadas, repetirá el 8 de noviembre) en el Gran Rex. Lo entrevista un locutor de radio y él no sólo responde preguntas... también canta en vivo. La improvisada versión de “El ferroviario” levanta aplausos de todas las mesas y no son pocas las personas que se mueven para pedirle autógrafos, darle besos o sacarse fotos con él. “Igual soy un anacoreta”, dirá después a Página/12 y argumentará el porqué: “Sí, me gusta estar en casa, y más ahora que mi mujer de toda la vida está atravesando algunos problemas de salud. Pero vine porque ella me lo pidió. ‘Vete de casa, dale, vete, sal un rato’”, se ríe, imitando a la española que lo acompaña hace casi una vida. Y no vino mal salir. Hace 40 años (41, en realidad) que Jairo es Jairo y decidió conmemorarlo con un show que denomina “irrepetible”, una especie de trasplante a Buenos Aires de aquel recital que dio hace dos años en el Teatro Melico Salazar de Costa Rica –junto a la Orquesta Sinfónica juvenil de aquel país– y que terminó en el flamante CD+DVD Concierto en Costa Rica, que estrenará en el Gran Rex. “Era un sueño que tenía: grabar mis temas más significativos de todos estos años junto a una orquesta.”

El espectáculo incluye versiones de “Caballo loco”, “Milonga del trovador” –pieza que compusieron Astor Piazzolla y Horacio Ferrer especialmente para él–, la magistral “Antiguo dueño de las flechas”, de Ariel Ramírez y Félix Luna, y “Tu alma golondrina” y “Morir enamorado”, entre las suyas. “También voy a hacer dos canciones de Atahualpa Yupanqui, ‘El Alazán’ y ‘Los hermanos’, con arreglos sinfónicos. Igual, ojo, no se trata de hacer algo como lo que hicieron Sting y Serrat. No son las canciones adaptándose a la orquesta sino la orquesta tocando los arreglos de las canciones, algo que es más fácil para mí. No sé si hacerlo de la otra manera me hubiese gustado tanto... La idea es que la Sinfónica se acerque a las canciones del mismo modo que yo me acerco a ellas, y no ir yo del lado de la Sinfónica, porque me hubiese parecido injusto con las canciones... La cosa es el equilibrio”, sostiene.

El mojón inicial de la conmemoración, dicho está, parte de cuando Mario Rubén González (Marito) se convierte en Jairo, a principios de la década del ’70. De cuando, poco después de sus principios teen rockers como voz de The Twisters Boys, de sus primeros años en Buenos Aires y de un disco inicial (Muy juvenil), el productor Luis Aguilé le ofreció viajar a España con un contrato de la CBS bajo el brazo. Y la suerte desembocó en Emociones, el disco de referencia. “Lo anterior es una especie de escuela primaria, no lo cuento en esta estadística”, se ríe.

–Formaría parte de otro aniversario, entonces.

–Bueno, ha sido importante, sobre todo los dos o tres primeros años que estuve en Buenos Aires, donde aprendí sobre todo lo que no tenía que hacer (risas), pero la carrera profesional fue a partir del ’71. Es cierto que la llegada a esta ciudad fue un impacto interesante para un chico que recién salía de Cruz del Eje, sin ninguna referencia más que un contrato fijo en un canal de televisión. Pero yo trabajaba de otra cosa, de ilustrador en agencias de publicidad y en compañías de discos. ¡Hasta llegué a hacer la tapa de un disco de Yupanqui! Porque la cuestión es que no daba para que yo siguiera como cantante. Hay mucha gente que me dice que se acuerda de la etapa de Marito González y yo digo: si todo el mundo que me lo dice me hubiera conocido en esa época, no me hubiese ido nunca de la Argentina... Hubiese surgido como Palito Ortega y hubiese sido gobernador de Córdoba en vez de Tucumán, o intendente de Cruz del Eje. Pero en realidad me fui porque quería cantar donde fuera y la oportunidad me llegó de España.

–Vía Luis Aguilé...

–Claro, fue un contrato buenísimo, alucinante. El tenía una productora en España y le llevé canciones con un amigo, que era redactor de publicidad. En realidad era para que las cantara él, no yo; pero no le gustaron para él, porque decía que no tenían nada que ver con su estilo, y quiso que las cantara yo. Y me lo propuso enseguida. Yo tenía 19 años y dije: “Me voy a España”. La verdad es que no estaba en mis planes, porque no tenía ninguna referencia de ese país. O tenía, pero muy lejanas y difusas... De música, poco. Lo único que sabía era que estaba la dictadura de Franco, o lo que había visto en la película Morir en Madrid, o Serrat, ¿no?, un tipo que me había impactado mucho porque venía por el lado de los cantautores y a mí me gustaba la canción francesa.

–De Cruz del Eje a Buenos Aires y de Buenos Aires a Madrid, siempre sin referencias...

–Igual, sí. Llegué a una Madrid que no tenía nada que ver con lo que es ahora. Era como un pueblo grande y se veía que tenía historia, pero al lado de Buenos Aires era como una capital de provincia. Me encantó. Es cierto que me costó mucho salir al principio, me quedé cinco días encerrado en un apartamento que compartía con alguien que fue director de la Sony y tenía bastante mal gusto (risas). Bueno, me quedé encerrado y me daba miedo salir a la calle, pero cuando salí me volví loco, me encantó. Era un lugar calmo, de puertas para afuera y ruido de bares y gente gritando.

Recién era Jairo. El mote se lo había puesto un colombiano. No se sabe si pensando en el nombre bíblico que figura en el Nuevo Testamento bajo el significado de “fiel iluminado” (en arameo), o “Jehová quiere brillar”, en hebreo. “Está relacionado con la luz, de alguna manera, pero a mí me gustó la sonoridad, a tal punto que mi hijo mayor se llama igual, sólo que le decimos Iván para no confundirlo conmigo. Y bueno, quedó... Mi mujer me dice Jairo, todos en España y Francia me dicen Jairo, pero hay gente que no: Piazzolla, Ferrer y Badía me decían Mario, y cada vez que voy a Cruz del Eje, también. Me dicen Marito, y me miman, me protegen, no dejan que nadie me moleste. Voy a tomar algo a un bar y le dicen a la gente: ‘No, déjelo, está descansando’. Esa pertenencia es muy importante cuando estuviste mucho tiempo afuera. Juega un papel central.”

–¿Cuánto tiempo vivió en Europa?

–Veinticuatro años. Y digamos que di muchas ventajas, pero en cierto momento la Argentina era un lugar complicado para vivir. Estuve dieciséis años en España y ocho en Francia, donde puedo decir que viví la etapa más importante de mi carrera, porque representó el momento de mayor aprendizaje y popularidad para mí... Fue un impacto a priori impensado. Así como España no estaba en mis planes cuando vivía en Buenos Aires, tampoco lo estaba Francia cuando vivía en España. Fue algo grandioso, porque no fue un “toco y me voy”. Grabé buena parte de mi discografía (La trace de mes pas y Le diable, entre otros discos) y toqué 21 veces en el Olimpia de París... Mi mujer dice que lo diga (risas).

–También ha grabado en alemán. ¿Cómo fue esa experiencia?

–Muy costosa. Yo cantaba en alemán cuando estudiaba canto. Hacía Schubert, Schumann, y aprendí más o menos la fonética, pero es complicado. Incluso un día me peleé con un productor, porque el tipo quería sacar, a través de la fonética, un alemán perfecto. Y eso es imposible. Estaba en el estudio, el tipo insistía y yo, en un momento, me calenté tanto que me fui. Me saqué los auriculares y me fui. Me fueron a buscar al hotel y les dije: “Dejemos pasar dos días, déjenme pasear por Munich y después vemos, pero no pretendan que cante como un alemán, porque no lo voy a conseguir”. Grabé tres discos en ese idioma, pero la pasé mejor cuando fui a grabar a Italia. Ir a grabar a Roma fue un placer. Gente más parecida a nosotros, en fin, pero la raíz de la canción de cantautor es Francia, está allí.

–¿Sigue estándolo?

–Bueno, ahora se ha perdido mucho, porque la globalización por un lado ha facilitado ciertas cosas y por otro ha cercenado otras esenciales, como por ejemplo los estilos musicales. Ahora se canta en todo el mundo la misma canción, y eso desvirtúa mucho los estilos. Yo, por lo pronto, sigo esperando que salga algo nuevo de Los Beatles para salir corriendo a comprarlo. Es muy difícil encontrar algo que los iguale. Cuando tenía 15 años me pasaba, y me sigue pasando ahora. Compro lo que salga y lo que sea, ahora me hice del track de solo voces. Mi sueño obviamente hubiera sido verlos. Una de las pocas cosas que le reprocho a mi mujer es que los haya tenido en la Plaza de Toros, y no haya ido a verlos. ¡No le interesaban! Todavía no lo puedo creer.

–¿Referentes del rock de acá?

–Bueno, muchos: Luis Spinetta, Pedro Aznar, Charly... Seru Giran me volvía loco cuando estaba en Francia, los difundí mucho por allá. Ahora, si me pide un intérprete, el mejor es Baglietto.

–En su último disco, Los enamorados, todos los temas los compuso con Daniel Salzano. Por asociación, viene al caso.

–Me hizo acordar, sí. Un día estábamos en una casa en las afueras de Madrid, de vacaciones, y llegó Roque Narvaja con un casete en la manito diciendo: “Jairo, todas las canciones del futuro van a tener que ser como éstas”, y me hizo escuchar “Salzanitos”, cantada por Baglietto. Saqué de la biblioteca un libro y le dije: “Acá tenés al autor” (risas). Bueno, sí, los rosarinos tuvieron un sello particular, buceaban por donde no buceaba nadie. Esa trova fue muy fuerte.

Lo que vendrá en el universo Jairo también viene al caso. Está preparando un boxset con todas las canciones que compuso junto a Daniel Salzano –unas 40–, entre ellas varias de las que ambos incluyeron en Revolver. El fantasma del Río de la Plata, un homenaje a Carlos Gardel que estrenaron en Toulouse, a cien años del nacimiento del Zorzal. “La idea es sacar un librito junto al CD, en el que Salzano escriba lo que quiera y yo dibuje”, informa. Otro trabajo por venir está relacionado con la generación de los ’60. “Versiones y canciones sobre esa década, sí, y también tengo ganas de hacer El diario del regreso, la obra de Hamlet Lima Quintana y Oscar Cardozo sobre el Che, que grabé en 2000. La verdad es que ese disco salió, pero nunca lo pudimos presentar. Tengo ganas de hacerla en vivo, o en la televisión, ahora que la TV Pública tiene orquesta. Es una obra maravillosa, con un valor artístico excepcional que empieza por el texto. El Che escribiendo en primera persona su regreso desde La Higuera hasta Santa Clara pasando por todos los ritmos musicales de las tierras por las que transita. La obra es un portento. La última canción, ‘Resurrección en Santa Clara’, es una obra maestra.”

–¿Qué escucha hoy? ¿Qué lo sorprende?

–La verdad es que hoy conozco un poco menos de todo. No me anima el mismo entusiasmo que tenía a los 20 años... No es que esté encerrado en lo mío, pero sí a todo lo demás.

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