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Martes, 23 de abril de 2013

MUSICA › DENUNCIAN DESPIDOS ENCUBIERTOS EN LA ORQUESTA JUVENIL DEL SUR

Cuando la inclusión social no suena bien

El Ministerio de Cultura porteño les quitó horas cátedra a docentes que brindan talleres en el C. C. del Sur. Los alumnos, provenientes de zonas marginadas, señalan que “los instrumentos están devastados y el lugar donde ensayamos está a punto de derrumbarse”.

 Por Facundo Gari

Dieciséis orquestas infanto-juveniles dependen del Ministerio de Educación porteño. Sólo una del de Cultura: la Orquesta Juvenil del Sur (OJS), fundada en 2004, en el marco del programa Orquestas Juveniles de la Dirección de Promoción Cultural del gobierno metropolitano, con el objetivo de estimular la cultura musical y la capacidad creativa de chicos y chicas de zonas marginadas, en pos de su inclusión social. Este año, a varios de la decena de docentes que brinda sus talleres musicales en el Centro Cultural del Sur (CCS), en Barracas, les fueron quitados hasta dos tercios de las horas cátedra que componían sus salarios de “planta transitoria”: lo que para Promoción Cultural, dirección de la que depende la iniciativa, es un “redireccionamiento” horario con el fin de ampliar opciones para el alumnado, para los educadores del ritmo representa un “despido encubierto”.

El martes 26 de febrero, un correo electrónico firmado por la “Gerencia Operativa” desde una dirección oficial llegó a los docentes. Su asunto era “Reunión”. En esa misiva se les informaba que el ciclo lectivo arrancaría el lunes 11 de marzo y se les solicitaba acudir una semana antes a una juntada en la que se presentaría al nuevo “gerente operativo” del programa y se comunicaría una “reestructuración horaria”. Perla Blasberg, hasta ese momento –y desde la creación de la orquesta– docente de violín en el CCS, no acudió. Sabía de pasillo lo que vendría y presentó su renuncia en el área de personal de la cartera de Hernán Lombardi, más una carta que hizo pública en Facebook. “Con profundo dolor, dejo el cargo luego de ser testigo de la triste agonía que vive la agrupación, fruto de la desidia, el maltrato, el avasallamiento de derechos y manejos arbitrarios por parte del personal a cargo de la coordinación y la promoción de dicha orquesta”, señala en la epístola. Por resolución 1368/2012, el año pasado, Blasberg tuvo a su cargo 20 horas mensuales (137 pesos por hora). La 1486/2013 le otorga para el presente ciclo lectivo, al que renunció, siete (159).

Desde la perspectiva de Guillermo González Heredia, director de Promoción Cultural hace un año, “lo del despido encubierto es totalmente falso”. “Tenemos el mismo presupuesto que el año pasado y más gente que antes. Lo que hicimos fue redireccionar las horas”, explica en diálogo con Página/12. La razón en la que descansa esa decisión son las presuntas inasistencias de los trabajadores. “Tengo mil de Perla. Evidentemente están enojados porque redireccionamos sus horas para que haya pleno cumplimiento. Hemos sido desde el Estado pacientes y tolerantes, pero los perjudicados son los chicos”, subraya. Blasberg, que a la par tiene un cargo titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, contrapone que llegó “siempre a horario”. “Si salía 15 minutos antes era porque no había nadie en la clase”, concede. Más allá, la contratación de “docentes no formales” bajo la órbita de Cultura no permite dilucidar claramente los criterios de acción frente a las ausencias, según coinciden los consultados por este diario. Por eso, aunque González Heredia alegue que las hay, la profesora insiste con que no recibió “ninguna intimación”.

En ese sentido, su colega de flauta y lenguaje musical Nicolás Kühnert lamenta que “el tipo de contrato no presente muchas opciones de reclamo: es de planta transitoria para docentes no formales, por lo que las horas se pueden discontinuar”. Al arranque del ciclo lectivo actual se paró frente a su clase y explicó las razones de la renuncia que presentaría en los próximos días. “Les dije a los chicos que me habían sacado horas, como a otros compañeros, y que era insostenible seguir por esa falta de respeto, ese manejo arbitrario.” No fue más, y dice que tampoco recibió “notificación” alguna. A diferencia de Blasberg, Kühnert estuvo presente en la reunión de marzo en la que el flamante gestor operativo, Carlos Diviestri, les informó la “reestructuración” que anunciaba el e-mail. “La justificación no es válida desde ningún punto de vista. Si bien pueden haber habido faltas de algunos docentes, la necesidad de coordinar la orquesta va más allá. La explicación de las ausencias para esta reducción salarial es muy simplista”, apunta el maestro. Y añade: “Es una incitación a que uno se vaya, porque si generás malas condiciones de laburo, obligás al trabajador a buscar otra cosa. Si vas a tomar una decisión así, mínimamente avisá con tiempo”.

Las quejas en cuanto a la coordinación de la OJS son constantes en alumnos y docentes. Uno de éstos, que solicitó el anonimato, observa que “en el último tiempo hubo un vaciamiento de chicos, que dejaban de ir porque el programa no funcionaba bien”. Creado en días en que Aníbal Ibarra era jefe de Gobierno porteño, la melódica iniciativa fue dirigida de arranque por Claudio Espector, actual coordinador de las 16 orquestas de Educación, que también se encuentran actualmente en pugna salarial y presupuestaria, pero con la gestión de Esteban Bullrich. En esos tiempos, la asistencia al CCS rondaba los 80 pibes. Ya durante el primer gobierno macrista, Espector intentó el pase de la OJS a la órbita educativa porteña, que los profesores solicitaban en pos de mejorar sus condiciones y las integrales del proyecto. Su interlocutor: el por entonces ministro Mariano Narodowski, cuyo procesamiento por las escuchas ilegales y su renuncia dejaron “en el aire” esa posibilidad.

Quienes lo conocen, aducen que en ese momento Espector “se pudrió y renunció” al trabajo que realizaba para Cultura. Según los docentes de la OJS, el seguimiento del programa en general está vacante. González Heredia contrapone que hay una coordinadora: Marta Coelho, a la que los maestros identifican como “ex secretaria de Baltazar Jaramillo” (antecesor de González Heredia en Promoción Cultural) y le cuestionan su idoneidad (“musical” y de “perfil de trabajo social”) para el puesto. Actualmente, alrededor de 30 chicos concurren a los talleres de formación musical. “Si no se les está atrás, dejan de venir. Si les va mal en la escuela, los padres les quitan el permiso para ir a la orquesta, y hay que ir y explicarles que la educación musical es importante”, amplía Blasberg.

Otro de los puntos en el que las versiones de los docentes y González Heredia disienten es el de las nuevas contrataciones, que harían plausible la “redirección”. “Ampliamos la cantidad de docentes e instrumentos: tendremos dos orquestas en simultáneo, con clases de trompeta, flauta, clarinete, violín, violonchelo, corno, contrabajo, percusión, viola y lenguaje musical, y además incorporamos dos luthiers”, detalla el funcionario. Los profesores revelan, por su parte, que esas incorporaciones son en parte de jóvenes, alumnos o ex alumnos de la misma orquesta, sin presumible capacitación musical y pedagógica para los cargos. “No es verdad que sean jóvenes”, zanja González Heredia. No es lo que demuestra el relato de Sergio Pintos, de 23 años, ex alumno de la OJS (a la que asistió de 2008 al año pasado) y actual del Conservatorio de la Escuela de Arte Leopoldo Marechal, en Isidro Casanova. Cuenta que Marta Coelho le ofreció ser maestro de violín: “Me llamó en las vacaciones ofreciéndome la cátedra. Me dijo que algunos profesores iban a tener menos horas. En principio pensé que eso tenía el consentimiento de ellos, porque siempre estaban cansadísimos por problemas en el lugar. Después me enteré de que no y rechacé el trabajo, por una cuestión moral. No fui más, como muchos compañeros, porque estamos todos enterados de la situación”.

Los testimonios de concertistas de la OJS amplían las problemáticas del programa: describen el mal estado de los materiales de enseñanza, la poca regularidad de conciertos y hasta el áspero trato de quienes lo coordinan.

Emmanuel Urquijo tiene 23 años; tenía 14 cuando arrancó en la orquesta, en su primer año. “Actualmente estoy afuera por una pésima coordinación que decidió deshacerse de los fundadores”, arranca su descargo. “Los instrumentos están devastados y el lugar donde ensayamos (el CCS) está a punto de derrumbarse. No queremos dar lástima, sino que nuestra orquesta siga funcionando como en sus primeros cinco años, que les devuelvan las horas a nuestros profesores y que nos den un lugar como la gente. Esta orquesta sacó a chicos de la calle y de las drogas”, aporta. Soledad Liquitaya, de 22, estuvo también de arranque. Hasta entonces, jamás había pensado que podría llegar a tener un violín en sus manos. “En siete años vi pasar muchos chicos; es muy lindo ver cómo llegan a tener un vínculo importante con sus instrumentos. A mí, el violín me cambió la vida”, sostiene. “Pero estos últimos años fueron un desastre porque Cultura no hace nada. ¿Por qué tuvieron que echar a los profesores que fundaron la OJS con no-sotros?”, se pregunta. Antonella Cazzolla tiene 21 años y estudia en el Conservatorio Superior de Música Manuel de Falla. “En el último tiempo, las personas encargadas de administrar la orquesta nos trataban de ladrones porque faltaban atriles de los ensayos”, denuncia. Puntualiza que Blasberg fue su profesora desde los 15: “Perla me enseñó a poner los dedos en el violín, instrumento que jamás pensé que podría llegar a tocar. Hoy puedo interpretar hermosas sonatas de Mozart”, celebra. Y luego cierra: “Estoy muy desilusionada con que nuestros profes ya no estén por decisiones de personas desconsideradas con respecto a nuestro desarrollo como músicos”.

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La orquesta infanto-juvenil, formada durante la gestión de Aníbal Ibarra, depende de Cultura de la Ciudad.
 
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