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Jueves, 20 de febrero de 2014

MUSICA › CASANDRA DA CUNHA PRESENTA MAñANA RíO HERMéTICO EN EL CAFF

Cruces posibles para una audioficción

La artista nacida en Montevideo y criada en Buenos Aires vive ahora en una isla del Delta del Tigre. En su nuevo trabajo, la intérprete combina cine, teatro y música para contar una tragedia de clases inspirada en sus viajes en tren hacia la localidad del norte bonaerense.

 Por María Daniela Yaccar

La voz de Casandra da Cunha fluye como agua mansa en esta mañana de febrero. En un patio del teatro Silencio de Negras, donde se instaló durante el verano para dar clases, colocó una mesa. Encima, dos cafés con leche exagerados, jugo de naranja, galletas y servilletas. Extraña los bares. Desde hace tres años, la cantante con pasado de actriz se mudó con su familia a una isla de Tigre. Y de sus vivencias a la vera del río, su conexión con el nuevo hábitat y su mirada en torno de los personajes del Delta nació Río hermético, una “audioficción” (mañana en el Caff, Sánchez de Bustamante 764, a las 22, con una nueva función prevista para el 1º de marzo).

“Vivir con la naturaleza es duro. Que sube el río, que los bichos, que moverte en canoa...”, dice Da Cunha, morocha, mirada intensa y vestuario hippón. Río hermético, el espectáculo, y este capítulo nuevo de su vida –antes era una más en la Ciudad de Buenos Aires– son como espejo y reflejo. La intérprete combina cine, teatro y música para contar una tragedia de clases inspirada en sus viajes en tren hacia Tigre. En escena la acompañan el guitarrista Manuel Gildengers y músicos invitados, y ella toca el piano. Las actuaciones (de Daniel Miranda, Sofía Palomino, Rubén Sabadini, Adrián Daniel Silver, Federico Liss, Darío Guersenzvaig, Diego Cáceres y Adriana Ferrer) se materializan en voces en off.

Esta admiradora de Meredith Monk vivió alrededor de la playa montevideana hasta los dos años (nació en Uruguay) y ese recuerdo acuático siempre estuvo presente. A principios de 2010 alguien le comentó de una escuela experimental sobre el río Carapachay. Por eso se fue Da Cunha, para criar a sus hijos lejos del vértigo y para que estudiaran de un modo diferente. “Fue el primer impulso”, subraya la cantante. “Una cosa es el paisaje y otra la comunidad. Existe la idea de que cuanto más paradisíaco es el lugar, más infernal es la gente que lo habita.”

–¿Y es así?

–No sé si tanto. Una tierra rodeada por el río es un mundo cerrado. Influye en el temperamento. A veces asfixia, otras maravilla. Tengo compulsión por cantar al río. En mis canciones de ahora es omnipresente. Esta es una ficción y hay muerte, erotismo, fantasía. El Delta invita a la ficción. Muchas veces me siento dentro de una película de David Lynch. Hay algo enrarecido: algo que te hace pensar que las cosas son como son y, a su vez, de otra manera, que es inasible a tus sentidos. Pero sentí que algo me llegó por los oídos, por eso a Río hermético lo defino como “película para oír”.

–¿Cómo es el día a día en el Delta?

–Ay... depende de la estación del año. Todos los isleños hablamos de si el río creció o no como acá se habla del tiempo. Te tenés que entregar al vaivén emocional que propone el agua. Planeás cosas que nunca hacés, terminás haciendo otras. Salvo la escuelita. La de corrientes y frío que he tenido que soportar para llegar a la escuela... porque si llegás un minuto tarde no te dejan pasar. El río propone lo contrario a la disciplina. Allá no doy clases, laburo cuerpo a cuerpo con la naturaleza. Todas las mujeres somos “re Carlitos”, hasta trabajé de albañil, río adentro. Allá todo es acción, te juntás con otros para hacer. Pero mi mentalidad se armó de manera urbana: me gustan los debates, las producciones de la ciudad.

–Usted hace una versión muy tranquila de “Fuego de noche, nieve de día”, de Ricky Martin. Es un buen rescate.

–Me gusta mirar con nuevos ojos y sin prejuicios. Siempre les saco prejuicios a mis músicos, al principio me quieren matar. En Río hermético hacemos “La isla bonita” y también la copla “Dueño no tengo”.

–¿Qué es la audioficción?

–El mío es un espectáculo pensado más como cine que como teatro. Le debe todo a la música, porque el proceso comenzó juntándonos a tocar instrumentos. La imagen que salía de la música fue creando la historia. Hay muchos abordajes de la interacción entre cine y música: Marcelo Katz musicaliza los films y después independiza la música, y están los que hacen música para una peli jamás filmada. Me acerco a esta tendencia, pero le doy una vuelta. Es pescar en agua barrosa, como dice Lynch. Los músicos estamos en escena y aparecen diálogos en off. Y se proyectan imágenes preciosas de la isla. Juego a que se profundice el diálogo entre disciplinas.

–¿Y qué cuenta la historia?

–El Moncho es un obrero que trabaja en el Delta y se enamora de la hija de su patrón. Aparece lo social por las dos desigualdades: la económica y la que existe entre el hombre y la mujer. Al final se desata una tragedia, por una especie de confusión en los sentidos del protagonista: muy típico de la isla.

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“La imagen que salía de la música fue creando la historia”, sostiene Da Cunha.
Imagen: Rafael Yohai
 
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