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Viernes, 7 de marzo de 2014

MUSICA › GABO FERRO Y SUS CANCIONES URGENTES, GRATIS, ESTA NOCHE EN EL HAROLDO CONTI

Un agite performativo de la memoria

El cantautor preparó un concierto especial, que elude la presentación de su último álbum, para presentar en el sitio que alguna vez fue centro clandestino de detención. “Un lugar como éste refuerza mis canciones, las anula, las contradice”, explica.

 Por Sergio Sánchez

“Ese sitio es una máquina que está todo el tiempo produciendo sentido y atraviesa el pasado, el presente y el futuro”, dice Gabo Ferro y se le eriza la piel. Se refiere al ex centro clandestino de detención ESMA, hoy devenido en un espacio para la memoria, donde sus canciones sonarán por primera vez. No es un concierto más para Ferro. “Quien conoce más o menos mi repertorio va a darse cuenta de que hay canciones que, por una cuestión de decoro, no puedo hacer, porque todos sabemos lo que pasó ahí adentro. Y todo lo que pasó en algún momento continúa sucediendo. Las cosas tienen memoria. Por eso siento que tengo que hacer una lista de temas muy cuidadosa y espero avanzar airoso.” El músico e historiador mostrará sus canciones urgentes hoy a las 21 en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (Av. Del Libertador 8151). La entrada es libre y gratuita.

El cantante y compositor aborda el campo de los derechos humanos a través de una mirada contemporánea. “Siento que cuando hablo sobre los DD.HH. es porque hay una alarma, porque algo está pasando”, entiende Ferro. “Dentro de ese campo están los temas que atraviesan mis canciones desde siempre, desde que edité mi primer disco (con la banda Porco), hace veinte años. Un lugar como éste refuerza mis canciones, las anula, las contradice.” Si bien a fines del año pasado publicó su octavo disco, La primera noche del fantasma, en este concierto hará un repertorio especialmente pensado para la ocasión. “Es muy fuerte el sitio como para dedicar el tiempo a presentar mi último disco. Lo que hay que hacer es barajar y ver qué hay en consonancia con un trabajo de la memoria, pero no con uno casi de manual, sino con un trabajo de la memoria peligroso. La idea es agitar de verdad la memoria. No hacer un acto alusivo, sino un agite preformativo de la memoria.”

–Sus dos libros también están relacionados con la memoria. En ellos, usted rescata de la historia a personajes monstruosos, ocultos, desvalorizados...

–Los historiadores, al igual que los cantantes, tenemos la capacidad de hacer hablar a los muertos. Cuando vos agarrás un documento histórico y hacés hablar a alguien, te convertís en un médium. Por eso me gusta tanto jugar con esa palabra. Quien canta está trayendo a esta dimensión algo que no estaba. La música es un trance. Y en la ex ESMA se han realizado prácticas asesinas, inhumanas, apropiación de niños, cosas aberrantes. Entonces, no sé realmente qué va a pasar cuando empiece a enunciar y suene el primer acorde. Lo único que sé es que me voy a entregar a eso.

Ferro se empecina en atentar contra lo que él denomina la “canción capitalista”: ritmo, melodía, introducción, solo y estribillo. “¿Por qué hacer lo que el mercado te pauta como canon de belleza?”, se pregunta, y bajo esa premisa escribe y compone canciones cada vez más austeras, cargadas de silencio, despojadas de instrumentos, arreglos y “adornos”. “Sé que es imposible, pero cada vez me gustaría despojarme más de la cultura y estar más cerca de la naturaleza. Sé que tengo un lenguaje, que hago acordes, que está la tecnología, pero tengo la ilusión de sacarme la guitarra de encima”, reflexiona, entre la proeza y la resignación. “Estoy cansado del maltrato a la canción, de una estándar, que hay que arreglar. Creo en la canción que se defiende sola, en el caso de que tenga que hacerlo. Hay que descolocar, usar las cosas como otra cosa, darlas vuelta, probar. Y esa prueba tiene mucho que ver con un acercamiento a la música original. Todos tendrían que pasar por eso y no comprar un molde que a alguno ya le haya funcionado.”

Este será un año intenso para el músico. En los próximos meses, publicará dos libros: 200 años de monstruos y maravillas argentinas (ilustrado por Cristian Montenegro y diseñado por Laura Varsky) y una antología de sus letras. Además, según cuenta, tiene ganas de encarar proyectos en compañía. “A mí me gusta laburar con pares. Pero no necesito padres ni padrinos”, aclara. Por eso, está preparando junto a la inquietante cantora Luciana Jury un disco a dúo, con composiciones suyas. El disco se llamará El veneno de los milagros y estará listo para la segunda mitad del año. “No es un disco folklórico, es un disco de canciones y de cantantes –cuenta–. Luciana es la mejor cantante de su estilo viva y su voz excede los géneros. Los dos nos ponemos a cantar y se genera una energía contagiosa. Y se genera algo esotérico, una fuerza mágica que sucede.” Además, formará parte de una ópera que escribió Gabriel Valverde y que dirigirá Rubén Schumacher, y junto a Emilio García Wehbi está armando una obra teatral-musical de Antonin Artaud, Para terminar con el juicio de Dios. “Lo bueno de trabajar con Wehbi es que vamos por la búsqueda del disenso. Una obra de arte tiene que ser eso. Y a mí me está aportando mucho. Creo en el disenso, pero no en el insulto.”

–Hoy parece estar mal visto el disenso, ¿no?

–Se intenta instalar la posición dicotómica, cuando en realidad las posiciones son casi infinitas. Habrá mayorías y minorías, aciertos y desaciertos. El problema está en la compra del paquete. Hay que acompañar lo que uno cree que está bien, que es histórico, que tiene peso, lo otro se verá. No soy muy amigo de la tibieza, pero a veces se lee como tibio cuando no comprás el paquete. Pero creo que habría que ser discreto, matizar ciertas cuestiones. Uno puede acompañar ciertas cosas, pero otras no. Nunca ha habido ni partidos ni individuos ni amantes ni gobiernos ciento por ciento coherentes. Porque no es posible. Y mucho menos los gobiernos que están entretejidos en una trama compleja, de economía, política, favores, dones, contradones. Hay hombres y mujeres más o menos ambiciosos, más o menos poderosos. Y en el ínterin, lo que se llama pueblo y sus circunstancias de hambre, de sed, de necesidades.

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“No sé realmente qué va a pasar cuando empiece a enunciar y suene el primer acorde”, plantea Ferro.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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