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Miércoles, 28 de mayo de 2014

MUSICA › ALTERTANGO PRESENTARá FARGüEST EL VIERNES EN SIRANUSH

“Es un disco triste y potente”

El quinteto mendocino se animó a un trabajo sólo con composiciones propias y quiso que el sonido fuera fresco, por eso lo grabó en pocas tomas y casi sin posproducción. “Tiene nuestro sonido, con los cambios de ánimo y de intensidades”, dicen sus integrantes.

 Por Cristian Vitale

“Somos tango, rock, experimentales y mendocinos”, sentencia Victoria Di Raimondo y no deja hendija posible, ni siquiera entre los intersticios de tales márgenes, para que se escapen los ejes sobre los cuales gira Altertango. Se trata del quinteto que ella –más su alter ego Elbi Olalla–- fundaron, sobre tales matrices, allá por el año cero del siglo. Que refrendaron durante una década y cuatro discos (Altertango I y II, Tormenta y Melodramas) y que hoy profundizan a través del flamante Fargüest, trabajo que ambas, más Pablo Conalbi en batería, Gerardo Lucero en bajo y Ezequiel Acosta en bandoneón, presentarán el viernes 30 de mayo a las 21 en la Sala Siranush (Armenia 1353). “El disco es bien Altertango, con todas esas pequeñas contradicciones que tiene nuestro sonido. Los cambios de ánimo y de intensidades... Y sobre todo es un trabajo en el que tomamos el riesgo de la composición y en el que quisimos que la banda sonara fresca y como en vivo. Por eso fue grabado en pocas horas, todos juntos y casi sin posproducción”, describe Olalla, pianista y compositora, acerca del trabajo poblado por diez piezas.

–El disco no tiene ningún tema de otros autores: un signo de los tiempos.

Victoria Di Raimondo: –La premisa fue incorporar sólo composiciones nuevas que, sí, es una apuesta que compartimos con muchos músicos de nuestra generación. En el pequeño mundo de cada canción, los conceptos y las resoluciones estéticas son personales. Creo que es un disco triste, potente y homogéneo, aun dentro de su diversidad.

Una homogeneidad en la diversidad que, dentro de los márgenes que explican la paradoja, permite todo: la rebelión a través de “Milonga del borde”; lo desgarrado que se cuela en “La última esquina”; la vena tanguera de “Amalgamas”; la confluencia entre sexos y plumas que se da en “Viejo bar”, pieza compartida con el cantor de 34 Puñaladas, Alejandro Guyot; o los desolados parajes de la tierra del vino que vislumbra la densa “Jardín del desierto”. “Si bien ésta es una canción de desamor, la historia se desarrolla en un paisaje netamente mendocino y ése fue otro rumbo conceptual que fue tomando el disco a partir de la decisión de remarcar la idea de que somos un grupo que toca tangos, pero no desde Buenos Aires... el telón de fondo es Mendoza, con sus desiertos y sus montañas”, desarrolla la cantante.

–El “fargüest” argentino...

Elbi Olalla: –(Risas.) El título del disco es un juego de palabras que representa lo que para nosotros ha sido la relación con Buenos Aires y su movimiento tanguero. Vivir en el lejano oeste, sí, una forma de identificación con la procedencia, pero sin darle tanta solemnidad. Un chiste.

V. D. R.: –Y a su vez, ligado a todos los esfuerzos que venimos realizando desde 2000 para trascender esa frontera que simbólicamente está representada por la Cordillera de los Andes, y esto en relación con los numerosos viajes que hemos hecho para tocar en Chile, y por la Ruta 7, que une Mendoza con Buenos Aires. Es un poco la idea de atravesar el enorme desierto para llevar nuestra música a todas partes.

–“Milonga del borde”, el tema que abre el disco, es toda una declaración de principios: tango y rock a morir. ¿Lo pusieron primero porque define claramente la línea estética del trabajo?

E. O.: –Es difícil responder a eso. Lo pusimos primero porque es uno de los temas más fuertes y nos gusta que los discos empiecen con todo. Puede ser que sí sea una buena síntesis de cómo sonamos, no lo sé.

–“Cuando me bautizaron, no vino Dios...”: frase contundente si las hay.

V. S. R.: –En la milonga volvemos al tema de los márgenes de las cosas, sí. Podríamos decir que el que habla es un narrador protagonista que se sabe expulsado del sistema, pero que sin embargo está dispuesto a dar batalla a las contingencias porque vislumbra una frontera de esperanza. En cuanto a los límites entre el tango y el rock, Altertango es un poco eso, pues todos somos músicos que vienen de allí. Por eso me gusta insistir en que en ningún momento quisimos forzar esa mezcla, sencillamente nos pusimos a tocar tango e inevitablemente el rock apareció porque de ahí venimos.

–Al tango y rock hay que agregarles una “mendocinidad” que ustedes no sólo no ningunean, sino que explicitan a través de ciertas composiciones. ¿Cómo explican las tres aristas como un todo?

E. O.: –Las explicamos desde una suerte de inconciencia reflexiva. Son tres cosas de las que charlamos, leemos y en las que pensamos, pero de las que no somos plenamente conscientes hasta que alguien de afuera las ve o las escucha en la música o en los textos y las pone en evidencia.

–¿Qué opinión tienen acerca de la tonada, la cueca y el nuevo cancionero? ¿Se rebelan contra “la tradición” o la sienten parte de ustedes?

E. O.: –Personalmente, estoy descubriendo el nuevo cancionero, en el cual no había reparado con la suficiente profundidad, y estoy maravillada de la modernidad de los conceptos y de lo innovadores que fueron los artistas que lo integraron, además de la vigencia de sus composiciones.

V. D. R.: –Me siento parte de eso por el simple hecho de ser mendocina, de estar impregnada por ese imaginario. Siento orgullo cuando pienso en Tejada Gómez o don Tito Francia. Me emociona escuchar cantar a la gran Juanita Vera o a Fernando Barrientos. De todos modos, en lo personal, me identifiqué desde muy pequeña con géneros más urbanos, como el tango y el rock. Y el tango, si se me perdona la analogía, es como una suerte de Triángulo de las Bermudas: te hunde en sus aguas profundas, ¡y de ahí no salís!

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“Nos pusimos a tocar tango e inevitablemente el rock apareció porque de ahí venimos”, dicen los Altertango.
 
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