espectaculos

Martes, 2 de junio de 2015

MUSICA › EVGENY KISSIN VUELVE ESTA NOCHE AL TEATRO COLóN

Un pianista magnético y electrizante

Casi dos décadas después de su primera y única presentación en Argentina, el gran pianista ruso, considerado uno de los mejores de la historia del instrumento, regresa hoy al Colón con un programa que incluye obras de Mozart, Brahms y Beethoven.

 Por Diego Fischerman

Es uno de los grandes pianistas de la historia. Es, también, una de las vedettes del mercado de la música. Y, curiosamente, una cosa no impide la otra. Como sucede con Martha Argerich, con quien, por otra parte, ha tocado a dúo, Evgeny Kissin no ha aceptado imposiciones en cuanto a repertorios. Nunca tocó lo que no quiso y en el momento en que quiso. Y, además, la materia de su personaje no es otra que lo que tiene para ofrecer como pianista. Sus versiones, en todo caso, reúnen dos virtudes tan infrecuentes como improbablemente unidas entre sí: el rigor estilístico y la intensidad expresiva.

Nacido en Moscú en octubre de 1971 y alumno de la célebre Escuela de Música Gnessin de su ciudad natal, donde estudió con Anna Pavlovna Kantor, quien ha sido su única maestra, debutó profesionalmente a los 10 años, tocando el Concierto Nº 20 de Wolfgang Mozart. En 1996 tocó en el Teatro Colón, junto a la Filarmónica y en un recital memorable en el que tocó la transcripción para piano de la Chacona de la Partita en Re Menor para violín solo de Johann Sebastian Bach realizada de Ferruccio Busoni, la Sonata Op. 27 Nº 2 de Ludwig Van Beethoven y la Fantasía Op, 17 de Robert Schumann. En 2012 iba a hacerlo de nuevo pero debió cancelar su viaje por la muerte de su padre. Y hoy a las 20 estará nuevamente en este escenario con un programa que retorna a sus obsesiones: la Sonata Nº 10 en Do mayor, K. 330 de Mozart, la Sonata Nº 23 en Fa menor, Op. 57 de Beethoven, Tres Intermezzi, Op. 117 de Johannes Brahms y piezas de la Suite Española Nº 1, Opus 47 y de Cantos de España, Op. 181 de Isaac Albéniz, además de “¡Viva Navarra!”, de Joaquín Larregla.

Premiado por varios Estados, Doctor Honoris Causa de la Manhattan School of Music y ganador de los premios francés, italiano y alemán del disco, además del Grammy de la industria estadounidense, sus versiónes de la obra pianística de Chopin, grabada entre los 19 y los 23 años, en distintos recitales en vivo en el Carnegie Hall, son una marca en la historia de las lecturas de estas obras. Hay allí una casi imposible combinación de literalidad y personalidad. Pero eso, o su fenomenal Sonata en Si Menor, de Franz Liszt, son apenas una parte. Hay algo más, una especie de cualidad eléctrica –y electrizante– en las interpretaciones de Kissin. Y, sobre todo, cuando se está frente a él, en la extraña intimidad compartida de una sala de conciertos. Kissin no hace gestos histriónicos, no sebreactúa su emoción, no exhibe sus sentimientos más que con la propia música. Su único movimiento, podría decirse, es el de sus manos. O el de sus ojos, si es que puede llamarse movimiento a esa especie de mirarse hacie adentro con una concentración excepcional. Y, sin embargo, Kissin es un imán. Es imposible no mirarlo. Es imposible no ser atraído hacia él –hacia su música– como si se tratara de un gigantesco núcleo; un centro inevitable.

Sus primeras apariciones fuera de Rusia comenzaron en 1985 en Europa del Este; su primera gira por Japón fue en 1986, a los 15 años, y en diciembre de 1988, cuando tenía 17, actuó con la Filarmónica de Berlín, conducida por Herbert von Karajan. En 1990 hizo su primera aparición en los Promenade Concerts de la BBC en Londres y, en el mismo año, hizo su debut en América del Norte, con la realización de dos conciertos para piano de Chopin con la Orquesta Filarmónica de Nueva York, dirigida por Zubin Mehta. “He tenido una sola maestra –decía a la revista inglesa Gramophone–, pero no doy demasiado crédito al sistema. Fíjense en Sviatoslav Richter; realmente no estudió con nadie hasta cumplir 22 años. Y fue el mayor pianista de su época. Lo más importante, o lo único importante, es la personalidad. Richter es muy diferente de Horowitz. Y Horowitz es muy diferente de Sofronitzki”. Kissin, sin embargo, no se limita a admirar maestros del pasado. “Yendo más cerca, Brendel me parece un gran pianista. Y de quienes están tocando en la actualidad, me encanta oír a Martha Argerich, a Grigory Sokolov y a Kristian Zimerman, especialmente en su Chopin”.

Compartir: 

Twitter

Kissin debutó profesionalmente a los diez años, tocando el Concierto Nº 20 de Wolfgang Mozart.
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.