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Martes, 5 de enero de 2016

MUSICA › JUAN PABLO JOFRé Y SU DISCO HARD TANGO, JUNTO A LA JP JOFRé HARD TANGO CHAMBER BAND

De la batería heavy al fueye tanguero

Radicado en Nueva York desde hace ocho años, el bandoneonista con pasado rockero buscó en su nuevo disco dibujar las relaciones entre el tango y la música de cámara. “A mí me gusta la expresión Nuevo Tango, pero es una discusión interminable”, dice.

 Por Cristian Vitale

Menos de un año atrás, el hiperknético y versátil bandoneonista Juan Pablo Jofré publicaba Hard Tango, una obra destinada a seguir impregnando de tangos instrumentales el orbe universal. Ahora, aún con el impacto fresco de aquel trabajo y un tiempo de maceración –tal vez– no del todo consumado, llegó Manifiesto, disco que, en líneas generales, no le va en zaga a aquel: música de cámara + tango + todas piezas propias, esa es la fórmula. “Igual, creo que la sonoridad entre ambos es distinta. Esta vez encaramos un sonido mucho más camarístico. Vengo trabajando más intensivamente con los músicos, especialmente porque tuvimos muchas giras y eso ayudó mucho a desarrollar un vocabulario, una fluidez y una madurez mucho mayores que en Hard Tango”, enmarca el músico en un plural inevitable que deriva de una agrupación (la JP Jofré Hard Tango Chamber Band), cuya fórmula agrega a la anterior nombres y apellidos: Amy Kang (violoncelo) + Eric Silberger (violín) + Pablo Cafici (pianista) + Ron Wasserman, del New York City Ballet, en contrabajo.

“Sentí que Manifiesto era la palabra que representaba el trabajo que venía haciendo desde comienzos de 2014; porque creo que la música es una manera de manifestar o expresar lo que uno siente... uno de mis profesores y colegas, Fernando Otero, me dijo: ‘Uno es compositor cuando necesita componer’; el corazón o tu mente te tira música y vos la tenés que escribir o grabar para que no quede en el olvido”, sigue explicando Jofré, que optó, precisamente, por incluir todas composiciones salidas de su mente. O su corazón: “After The Rain”, “Taranguino”, “Rabbit”, “Sweet Dreams” y “Milongón”, entre ellas. “La idea de grabar todas composiciones propias es porque sentí que era lo más honesto y profundo que podía ofrecer al público”, dice él a Página/12, y suma respuestas a otro por qué. “¿Por qué algunos nombres en castellano y otros en inglés? Pues porque también hay veces que me vienen los nombres o sensaciones en inglés por alguna vivencia que tuve. También me gusta un poco la idea de intercambiar nombres en otros idiomas, sobre todo para esta música que es totalmente argentina. Creo que ayuda también a la conexión con mi público de América del Norte y del resto del mundo. Ahora estoy trabajando sobre una pieza que llevará un título en coreano, porque está inspirada y la empecé a escribir en Seúl, en mi última gira.”

Durante su temprana estadía argentina, Jofré –además de formarse con Rubén Juárez y Julio Pane– ha compartido escenario con importantes intérpretes del tango instrumental, como Pablo Agri y Nicolás Ledesma. Nacido hace treinta y un años en San Juan, impregnado por las improntas de Piazzolla y Bach, y radicado hace ocho en Nueva York, el bandoneonista lleva en su mochila un enorme cúmulo de haceres diseminados por el globo: desde nutrir el nombrado Hard Tango, con las participaciones de Paquito D’Rivera –que ha grabado composiciones suyas– hasta presentar otra de sus obras (Trascendence) en el Barvikha Concert Hall Moscú y en el Teatro Mikhailovsky de San Petersburgo, o dejar fluir sus músicas en espacios como el Jordan Hall de Boston, el Lincoln Center o el Blue Note de Nueva York, y varias ciudades de Panamá, Italia, Rusia, Taiwán y Corea del Sur, por nombrar algunas.

–¿De dónde le viene esta cosa de estar con un pie en el tango y otro en la música de cámara?

–Bueno, el tango y la música de cámara están muy ligados, la música está escrita y no hay un director, más allá de que alguien siempre lidera, me refiero al director parado en el medio solo dirigiendo. Si bien, en algunos casos, los lenguajes de interpretación son distintos, la idea es casi la misma. Mucha gente acá me dice que el jazz es como el tango en Argentina; yo creo que solo un poco, y más que nada en cuanto a que cada estilo tiene su propio lenguaje, pero el tango tiene mucho más que ver con la música académica que con el jazz, a mi modo de ver.

–¿Y el amor por el bandoneón? Sus antecedentes juveniles –y rockeros– lo delatan como baterista.

–Sí, toqué la batería durante seis años en una banda de heavy metal y thrash. Pero a los diecisiete mis guitarristas me dijeron: dejá de cantarnos las melodías y ponete a tocar un instrumento melódico. Entonces empecé con el piano y otros instrumentos hasta que encontré el bandoneón.

–A partir de ahí, Piazzolla a morir, ¿no?

–Bueno, Astor revolucionó todo y nos abrió un camino infinito a los músicos de tango instrumental, de la ideología del tango de concierto. Creo que sin él, el resto del mundo se hubiera quedado con la idea de que el tango era solo un chan chan con baile y redoblante. Astor nos abrió las puertas de los grandes auditorios y orquestas en el mundo. Ahora tenemos una tarea muy difícil, que es la de continuar eso. No es joda, porque con grabaciones de los sesenta Piazzolla sigue innovando y enseñándonos.

–¿Está de acuerdo con la definición de “nuevo tango” o piensa al género más bien como algo atemporal?

–A mí me gusta la expresión Nuevo Tango. Kathryn Stott, la pianista de Yo Yo Ma, que grabó con Néstor Marconi el disco de tango de Yo Yo, me dijo que ella lo consideraba algo más onda “Progresive Tango”. Pero bueno, eso es una discusión interminable y personalmente no me gusta cuando se lo atribuyen al tango electrónico, por ejemplo; Astor, ya en los setenta, incorporaba sintetizadores, guitarra eléctrica y batería de una manera sublime.

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“Tuvimos muchas giras y eso ayudó a desarrollar un vocabulario, una fluidez y una madurez mucho mayores.”
 
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