Uno es uno de los mejores pianistas de la escena local. El otro, radicado en España y contrabajista durante años junto a Teté Montoliú, está entre los más destacados instrumentistas del jazz europeo. Ambos nacieron en la provincia de Santa Fe, Francisco Lo Vuolo en la ciudad de ese nombre y Horacio Fumero en Cañada Rosquín, donde alguna vez comenzó su carrera musical al lado de León Gieco. Y hoy a las 21.30 tocarán en dúo en Buenos Aires, como parte del ciclo del Jazz Voyeur, el club de jazz que funciona en el Hotel Meliá (Posadas 1557).

“La primera vez que tocamos juntos fue hace como siete años”, comenta Fumero. “Francisco era un nene, no sé, tendría quince años o menos. Fui a tocar a Santa Fe, invitado por la Big Band de esa ciudad, y como no había manera de montar un repertorio demasiado extenso, decidí tocar también con un trío. Pregunté por pianistas y me lo recomendaron. Cuando lo escuché no necesité oír a ningún otro.” Integrante del mítico grupo del Gato Barbieri –allí tocaba guitarra y charango–, Fumero viajó con él a Europa y, desde ese momento, se convirtió en referente obligado, tocando junto a músicos como Freddie Hubbard, Benny Golson, George Cables y Cedar Walton, entre muchos otros. “De mis comienzos me queda el folklore; sigo tocándolo y sigo disfrutándolo. El pop, en cambio, desapareció de mi vida. En realidad, lo que desapareció fue el bajo eléctrico. Yo había empezado en el Conservatorio Manuel de Falla a los 18 años, es decir que ya era bastante grande. Y en Suiza, donde continué mis estudios, había un límite de edad. Así que tenía que hacer varios años en uno para poder recibirme antes de cumplir 25. El contrabajo me absorbió mi vida. Y el jazz se convirtió en una música excluyente.”