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Martes, 25 de septiembre de 2007

MUSICA › INTOXICADOS Y MOLOTOV, ESTRELLAS DE LA TERCERA FECHA DEL PEPSI MUSIC

Un festival a la medida de Pomelo

La velada del domingo en el club Ciudad de Buenos Aires tuvo varios de los lugares más comunes del rock and roll. Pero la banda de Pity Alvarez y el grupo mexicano se las arreglaron para poner un toque de distinción y una contagiosa carga de adrenalina.

 Por Roque Casciero

Si en la tercera fecha del Pepsi Music hubiera estado Pomelo, esa notable criatura pergeñada por Diego Capusotto, seguramente habría gritado su mantra: “¡Rocanrolenne!”. Es que Pomelo sintetiza muchos de los lugares comunes, poses y afectaciones de la fauna ro-ckera, y de eso hubo mucho el domingo en el club Ciudad de Buenos Aires. La jornada la cerraron los mexicanos Molotov, pero fue pensada casi como un muestrario del rock barrial de tercera generación –sin Callejeros–, en el que convivieron desde la herencia mal aprendida de los Redondos hasta la lengua stone en todas sus variantes. Lo curioso es que la estrella de semejante encuentro fue el tipo que se desmarcó de todos los prejuicios de géneros, precisamente por absorberlos a casi todos: Pity Alvarez. El líder de Intoxicados, poeta suburbano con la voz cascada por tanto descontrol, anunció hace rato que lo suyo no era sólo el rock and roll de su banda anterior, Viejas Locas. En el Pepsi volvió a brillar, aunque haya llegado tarde y elegido un repertorio muy poco “festivalero” (salvo por los hits “Fuego” y “La guitarra”). Al fin y al cabo, si chicos y chicas querían rock, ya habían tenido suficiente con lo que había sonado hasta ahí.

Los Molotov bromearon desde el escenario con su separación y su reunión, que nadie llegó a notar del todo, pero que ubica a la banda en una cuerda floja permanente. Tal vez sea eso, sumado a la vocación de los cuatro chilangos por el desmadre, lo que hace que sus shows sean tan divertidos: la porción justa de arenga, toda la potencia de una banda con dos bajos y una guitarra que por momentos parece una bandeja haciendo scratching, el hip hop mezclado con hardcore y mexicaneadas varias, letras diseñadas para ser coreadas por la multitud... A las 22.45, la hora en que empezó el show del cuarteto por el retraso de Intoxicados, la sensación térmica en Buenos Aires no llegaba a los 8 grados, pero los Molotov la subieron enseguida a puro brinco con temas clásicos como “Frijolero”, “Chinga tu madre”, “Perra arrabalera” y “Matate Teté”. En “Gimme the power” hubo cumbre mexicana, que se repitió en el final con “Puto”: Quique Rangel y Meme Del Real, de Café Tacuba, se hicieron cargo de bajo y guitarra. Un lujito extra para un show en el que los cuatro músicos se dieron otros, como presentar por primera vez en vivo los temas que grabaron por separado y que desde octubre formarán parte del disco Eternamiente Molotov.

A la hora en la que debía comenzar el show de Intoxicados, en la carpa de prensa corría el rumor de que Pity recién salía del hotel donde paraba. Después, durante el concierto, el cantante agradeció la presencia de esas veinte mil personas que habían ido a verlo, “especialmente con las películas buenas que pasaban por la tele”. Se ve que se colgó un poquito con el control remoto... Sobre el escenario también hizo zapping: canciones calamarescas (“Fuego”, “Nunca quise”), funk (“Lo artesanal”), gangsta rap argento (“Transan”) y psicodelia a la Pink Floyd (“Felicidad depresión”). Además del cuarteto ampliado con otro baterista, percusionista, tecladista, sección de vientos y armoniquista, Intoxicados tuvo dos invitados: el guitarrista Carlos García López y la DJ Romina Cohn. En el universo intoxicado de Pity toda la vida tiene música.

Más temprano, por el escenario principal habían pasado los Pier, ahora convertidos en noticia porque Los Pumas los escuchan en sus concentraciones. La banda de los hermanos Cerezo propugna un rocanrol de tintes épicos y tribuneros, con una voz que se propone la identificación ricotera y una guitarra que esconde tras la distorsión demasiada influencia de The Edge. En el escenario secundario hubo rock de raíz stone, primero con los Jóvenes Pordioseros y más tarde con Guasones. Estos ya ampliaron su marco de referencia con influencias como Lou Reed, Neil Young y Bob Dylan (vía Calamaro), pero con un inconveniente: cada uno de esos acercamientos es demasiado literal. Pity hace algo parecido, porque cuando compone “tipo Floyd” suena como sacado de The Wall, pero tiene una gracia para los versos y los climas que no lo deja tan en offside.

Si los Guasones la diluyeron, los Jóvenes Pordioseros hacen bandera (y hasta escenografía) con su identificación stone. El cantante Toti Iglesias se mueve como Ja-gger y hasta se despachan con un cover de “Satisfaction” con letra improvisada en español (y el invitado Felipe Barroso, guitarrista de Intoxicados). El show de los JP es entretenido, más allá de que no ofrezca nada novedoso, sobre todo porque su líder no para un segundo. Terminó, cual Campino de Die Toten Hosen, trepando por los caños que sostienen el techo del escenario sin dejar de cantar. Además, uno bien puede hacer apuestas acerca de cuánto tardará una canción cualquiera en hacer referencia al rocanrol y/o a la cocaína, generalmente envasada en alguna seudometáfora lo suficientemente explícita como para que se identifique cualquier Pomelo que ande suelto por ahí. Una vez más: ¡rocanrolenne!

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Intoxicados en escena: Pity llegó tarde, pero supo recompensar la espera de los fans.
 
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