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Martes, 6 de noviembre de 2007

MUSICA › BRILLANTE RECITAL EN EL TEATRO GRAN REX

Todo es posible en el planeta Björk

En su segunda visita a la Argentina, la artista islandesa eludió sus grandes éxitos y reinterpretó su viejo repertorio. Mañana habrá una nueva función, con entradas agotadas.

 Por Roque Casciero

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BJÖRK

Músicos: Björk (voz), Mark Bell (beats y programación), Damian Taylor (programación y reactable), Chris Corsano (batería y percusión), Jónas Sen (teclados) y Wonderbrass (vientos).
Lugar: Teatro Gran Rex, 4 de noviembre de 2007

Duración: 75 minutos
Público: 3000 personas

“Voy a probarte que lo imposible realmente existe”, cantó Björk casi al final del concierto con el que inició su segunda visita a la Argentina. La canción era “Cover Me” (de Post, 1997) y sólo con el verso citado ya alcanza para entender su inclusión en una lista de temas algo escueta y que eludió el “grandes éxitos”: el show de la islandesita es imposiblemente bueno y, sí, existe, porque lo tuvieron frente a sus ojos y oídos unos cuantos miles de argentinos (mañana habrá una segunda y última función, con entradas agotadas). ¿Por dónde empezar a describir lo que Björk y su extraña troupe pusieron en escena en el Gran Rex? La cronología no rinde cuando se trata de un bombardeo de sensaciones y sentimientos como los del domingo: mejor decir que con esta dama diminuta y eléctrica la vanguardia no tiene por qué llevarse mal con el baile, que la combinación de sonoridades asombra tanto por la sorpresa de lo inusual como por el homogéneo resultado, que la reinterpretación de canciones de otras épocas dejaba con la boca abierta hasta a los fans más acérrimos, que el show toca todas las fibras hasta el punto de ser demoledor.

Ahí estaba Björk al comienzo, vestida con enormes volados brillantes, vincha verde y pies descalzos, cantando “Anchor Song” rodeada de las Wonderbrass, una sección de bronces compuesta por diez damas con tanto buen humor como talento. Todas ellas estaban vestidas como escuderos medievales, lo que completaba la escenografía hecha con grandes banderines con imágenes de ranas, pájaros, peces y cocodrilos. También había tres pantallas, pero a la altura del piso, para que en ellas se vieran los movimientos de dedos de Mark Bell y Damian Taylor sobre un montón de aparatitos electrónicos deslumbrantes. La que más impactaba, por supuesto, era la reactable, una especie de mesa-instrumento que modifica las ondas sonoras y que se maneja apoyándole y moviendo fichas de acrílico. Pero eso llegó más adelante. Al principio también valía maravillarse sólo con la garganta de Björk –impresionante de por sí– combinada con los vientos y un clavicordio, por extraño que parezca, para una canción como “Immature”. O ver a Chris Corsano “tocar” unas cadenas como percusión para “Unison” y pensar en lo bien que quedaba. Y en “Joga”, además, aparecieron los láseres, que luego formarían parte esencial del asalto final de Björk y sus cruzados sónicos.

Aunque maravilló desde el primer instante, el concierto fue en ascenso todo el tiempo. Y la propia cantante se soltó más después de pedirle al público que la cortara con las camaritas: “Se hace difícil tocar así, por favor estén con nosotros”. Justo en la mitad, Björk empezó a bailar captando cada beat de “Wanderlust”, como si ese deseo de vagabundear del que habla la canción la transformara en una mariposa con algo de humana y otro tanto de extraterrestre. Pero eso sólo fue el preludio: cuando el escenario estalló en papelitos de colores con el ritmo marcial de “Earth Intruders”, ya nadie se quedó en sus asientos por el resto del concierto (salvo para “Cover Me”, claro). La seguidilla de “Army of Me”, “Innocence” y “I Miss You” (donde apareció la reactable) convirtió al Gran Rex en una disco, aunque los ritmos quebradizos y mutantes le huyeran a cualquier categorización de género. Lo mismo pasó en el cierre, con “Hyperballad” y “Pluto”, mientras los láseres verdes rebotaban en espejos ubicados estratégicamente y las Wonderbrass bailaban como marionetas en manos de un borracho.

El único bis fue “Declare Independence”, el single de Volta, sexto y último disco de Björk, en el que la islandesa llama a la resistencia: “Declará la independencia, no dejes que te hagan eso/ construí tu bandera, izá tu bandera”. Ella lo hizo, por supuesto, y se manifestó libre de cualquier lugar común, libre para intentar esas locuras (encima con buen resultado) de las que vive el arte. Y otra vez hay que volver sobre “Cover Me”, la declaración de principios mencionada al comienzo: “Mientras me arrastro a lo desconocido/ cubrime/ Voy a salir a cazar misterios/ cubrime (...). Esto es realmente peligros/ cubrime/ pero vale la pena todo el esfuerzo/ cubrime”. Es verdad, lo imposible existe. Y se llama Björk.

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Björk, una dama diminuta, eléctrica y talentosa.
Imagen: Vera rosemberg
 
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