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Jueves, 21 de febrero de 2008

MUSICA › CAFE TACVBA, A QUINCE AÑOS DE SU PRIMER SHOW EN LA ARGENTINA

“Estamos tocando una cuerda diferente en el público”

Rubén y Joselo analizan el recorrido de uno de los grandes grupos de rock de América latina. La relación con el mercado estadounidense, los cambios en los vínculos con los fans y las motivaciones para seguir creciendo: “Sabemos que estamos juntos por la creación”, dicen.

 Por Javier Rombouts

En estos tiempos de tanta serie con recursos de flashfoward, es hora de volver al austero, conocido y siempre prudente flashback. Mar del Plata, 1993, recital de Fito Páez durante la extensa gira presentación del disco El amor después del amor. Banda soporte para el show: Café Tacuba. Por esa época, el grupo –Rubén Isaac Albarrán Ortega, Emmanuel “Meme” del Real, Enrique “Quique” Rangel Arroyo y José “Joselo” Alfredo Rangel– tenía sólo un disco editado, Café Tacuba (1992), y muchas más ganas y entusiasmo que nombre propio. En rigor, se trataba de la primera visita que hacían a la Argentina. “Habíamos viajado a Chile invitados por un intercambio cultural y pudimos cruzar la cordillera para presentarnos acá. Tocamos en una fiesta en Buenos Aires y nos llevaron a abrir un concierto de Páez en Mar del Plata. Para nosotros era todo nuevo, salíamos por primera vez de México hacia Sudamérica, era increíble. No sé si realmente esa noche la gente se dio cuenta de que salimos a tocar, pero yo me acuerdo perfecto de haber visto cómo la gente recibía las canciones de Fito, cómo cantaba el público. Era totalmente diferente a lo que habíamos visto en nuestro país. Y me quedé impresionado. Recuerdo que pensé: ojalá algún día podamos tocar frente a este público que canta la canciones y se entrega tanto”, relata Joselo en el feroz verano porteño de 2008, unos pocos días después de que Café Tacuba logró reunir 15.000 personas en una playa marplatense –el parador Arena Beach, de Rock & Pop– para escuchar los temas de su último trabajo, Sino; unos pocos días antes de presentarse en el Teatro Gran Rex (mañana y el sábado), como cierre de una gira que los llevó por el interior del país –Cosquín Rock incluido–, por Uruguay y por Paraguay.

–¿Se les cumplió el sueño del público en Mar del Plata?

Joselo: –Sí, catorce años después, llegamos a que el público argentino cantara nuestras canciones como cantaban las de Fito Páez. La respuesta de la gente fue impresionante.

De aquel Tacuba modelo 1993 a este Tacuba versión 2008 pasaron nueve discos, contando el unplu-gged para la MTV. Quince años donde el nombre propio fue creciendo de tal modo que tuvieron que cambiarlo para no entrar en un conflicto legal con el conocido restaurante del Distrito Federal mexicano que se llama igual. Por eso, hoy son Café Tacvba. Pero el cambio de vocal por consonante no modificó la esencia de un grupo formado en los ritmos folklóricos de su país y en el rock, en un sentido notablemente amplio. Mucho menos cambió a Rubén, el cantante de la banda, hombre acostumbrado a los alias y seudónimos. Alguna vez se hizo llamar Juan, otras Cosme, más acá o más allá Anónimo, Nrü, Gallo Gasss, Elfego Buendía, entre otros veinte apelativos.

–¿Qué cambió del Tacuba de Avalancha de éxitos y Re a este Tacvba de Sino?

Rubén: –Creo que estamos más maduros, que hubo cambios importantes. Y tiene su lógica: entre esos discos y éste pasaron más de diez años. Hoy son otras las cosas que nos preocupan. Estos últimos discos son más rockeros. Y eso ocurre porque la música que más nos ha influido es el rock. Eso quizá suponga una globalidad que antes no teníamos y menos referencias a los ritmos mexicanos. Pero, en verdad, no lo sentimos de esa forma. Creo que seguimos haciendo rock muy local, muy nuestro.

Joselo: –También fue un cambio comenzar a trabajar con un baterista. Igual, aunque trabajamos con un baterista, siempre empezamos montando las canciones nosotros cuatro. Nos encerramos en un estudio, a veces ponemos un ritmo que lleva la pauta para trabajar. Antes eso era todo, Emanuel se dedicaba a programar la caja de ritmos o las secuencias. Ahora sabemos que el resultado final va a cambiar cuando llegue el baterista invitado. Por eso, el baterista viene a hacer algo diferente en la actuación del grupo. Esa persona le da un aire distinto a la banda y se nota en los últimos discos.

–¿Cómo logra un grupo con tantos años de trabajo en conjunto seguir saliendo de gira y no terminar todos peleados?

Rubén: –La verdad no sé si lo logramos. Sabemos que estamos juntos por la creación, por lo que podemos crear. Eso nos da mucha satisfacción. Y nos mantiene unidos. Cuando llega el momento de montar un disco, de hacer canciones, la tensión que puede haber entre nosotros se alivia.

Joselo: –Parte del asunto es primero darse cuenta de que este trabajo cuenta con varias facetas. Una, la de crear un disco; otra, la de juntarnos y desarrollar un proyecto nuevo. Esa es una parte. Otra parte es la gira, otra hacer videos, otra dar entrevistas. También está atender al público casi día a día. Todo forma parte de un gran trabajo.

–Eso suena como si estuvieran condenados a jamás decir que no...

Joselo: –Bueno, sí que lo hacemos. Aprendimos a decir que no. Y nos vamos comunicando cuando en alguna de las facetas del trabajo estamos llegando al límite. Entonces, puede que pidan una gira más. Y si nosotros vemos que estamos deteriorados en ese aspecto, decimos que no. Aprendimos que no importan las ganas de los otros, sino las nuestras. En esos momentos regresamos a nuestra vida cotidiana. Y eso genera canciones, genera juntarnos. Lo mismo pasa en las otras facetas que te mencionaba: también existe un límite para las horas de estar encerrados en un estudio. Y cuando eso pasa, es la hora de salir a tocar. Es cuando nos damos cuenta de que no queremos seguir encerrados mirándonos todo el día las caras o lidiando con un productor.

–Hablando de productores, ¿qué los lleva a seguir trabajando con Gustavo Santaolalla?

Joselo: –Me parece que la historia que tenemos con él, el proceso que llevamos juntos adelante. Sabemos que podemos confiar en los puntos de vista de Gustavo.

Para Rubén y Joselo, Sino es una suerte de continuación coherente, incluso lógica, de su trabajo anterior, Cuatro caminos. De algún modo, en ambos discos la presencia del rock en un sentido amplio es más fuerte. Lo mismo que cierta ausencia de “color local”, durante mucho tiempo –muchos discos– marca registrada de los Tacuba. También los dos títulos hacen referencia a las opciones, a las posibilidades. Incluso, si se quiere, al destino. “El nombre ‘Sino’ lo trajo Quique. El mencionaba, a la hora de proponerlo, este asunto del destino. Y creo que nos gustó a todos. Porque hay gente que ve el destino como algo ya dado, donde no haya nada para hacer. Una especie de fatalidad. Pero Quique decía que el destino también se da a través de decisiones. Y estas decisiones se toman diciendo que sí y diciendo que no. Y eso era lo que le gustaba. Después, viéndolo en conjunto, lo que a mí me llamó la atención del título es que en una banda se tienen que tomar decisiones todo el tiempo, todo el tiempo llegan propuestas externas y tenemos que juntarnos a decidir. O estamos trabajando en un disco y hay que optar entre diferentes posibilidades. Y eso hay que hacerlo cada día, todos los días. Finalmente, la suma de esas decisiones van dando forma a la carrera de un grupo. Nuestra carrera está formada por esas decisiones. Y me parece que tiene que ver con eso: optar incluso cuando no te das cuenta de que lo estás haciendo. Y esas opciones que elegiste terminan siendo tu vida. Algo así como el destino que te forjaste; como el ‘sino’ de cada uno”, explica, con verdadero detalle, Joselo.

–¿Y están conformes con el disco?

Rubén: –Todavía no tengo tanta distancia como para verlo bien. Sí siento que convive perfectamente con Cuatro caminos. Esa es mi sensación. Y mucho tiene que ver con que volvimos a trabajar, como decía antes Joselo, con baterista. La verdad, me gusta mucho. Aunque creo que entero lo escuché sólo una vez.

–¿Cómo se mantiene un estilo musical propio viviendo tan cerca de los Estados Unidos?

Rubén: –No tomando en cuenta los Estados Unidos. En verdad, a veces es difícil porque obviamente uno sabe que ahí hay una industria inmensa, una cantidad de público increíble y eso puede llegar a afectarte si ponés el objetivo en conquistar ese mercado. Todos lo sabemos: si pegás ahí, vendés millones de discos. Pero desde que tengo uso de razón jamás ocurrió eso con una banda mexicana. Siempre hay grupos que tienen el sueño de ingresar en el mercado estadounidense y salvarse para siempre. Pero eso no pasa. Incluso, no pasó con aquellos que cantaban en inglés. Nunca sucedió. Nunca hubo un grupo mexicano que llegara a vender millones de copias en los Estados Unidos.

–¿Tampoco los grupos de su generación?

Rubén: –Por suerte, nacimos como banda en un momento en el que nadie tenía la intención de pegarla en los Estados Unidos. Entonces nos formamos dentro de una idea de generar una música propia, sin importarnos qué tipo de rock estaba pegando en el norte. Por eso, hicimos lo que quisimos. Varios grupos estábamos en esa búsqueda: canciones en español y nuestras influencias. Maldita Vecindad, Santa Sabina con su estilo, Los Caifanes. Buscábamos identificarnos con lo nuestro y estábamos muy lejos del crossover.

–¿Nunca los tentó intentar el crossover?

Rubén: –Si alguna vez se habló entre nosotros y con estas bandas que te nombro de crossover, enseguida se cambió de tema. No pensábamos cantar en inglés para llegar a ese mercado. Sobre todo, porque hubiera sido ficticio. Se trataba de dos mundos diferentes. La cercanía en esa época no hacía la diferencia. Ni siquiera había grupos gringos que visitaran México. En los años ’80 venían más grupos estadounidenses a la Argentina de los que iban a México. Entonces la cercanía sólo se notaba en otras cosas, pero en términos de rock no existía, estábamos muy lejos. Ahora tal vez sea diferente. Ahora hay mucho más contacto y los grupos gringos tocan en México. Aparte, el myspace no tiene fronteras definidas y muchos grupos nuevos en México cantan en inglés.

–¿Creen que puede cambiar el escenario? ¿Las bandas latinoamericanas tienen alguna chance en el mercado estadounidense?

Rubén: –Nunca a gran escala. El espacio es acotado. Cuando nosotros firmamos con una transnacional pensamos que podíamos marcar la diferencia. Pero la verdad, nunca funcionó.

A pesar de sus altísimas performances en escenarios como el Estadio Obras –junto con Gustavo Cerati– y La Trastienda, a los Tacvba no les gusta mostrarse como grandes innovadores en sus presentaciones en vivo. “No hay novedades en nuestros shows, sólo algunas canciones. Pero espero que sea suficiente”, dice Rubén. “Es eso, las nuevas canciones. Y unas cuantas viejas”, agrega Joselo. “No queremos vendernos como un grupo que siempre es novedoso en vivo. Más bien lo novedoso está en otra parte. Pero no en el vivo. Se trata del disfrute de tocar las canciones, de presentarlas. En realidad, creo que los que nos llevamos siempre algo nuevo somos nosotros porque el público es otro”, concluye el cantante.

–¿Cuándo se dieron cuenta de que habían dejado de ser una banda de jóvenes alocados para convertirse en un grupo importante dentro de la escena del rock latinoamericano?

Rubén: –No sé cuándo me di cuenta. En realidad, siempre se trata de observar eso mirando hacia atrás. Cuando sacamos el disco doble –Revés/ Yo soy (1999)–, con uno instrumental, me pareció un paso natural, no un acto de madurez. Era decir: ahora estamos en ésta, estamos mostrando lo que somos ahora, como intentamos hacerlo en cada disco que sacamos. Sin embargo, me sorprendió que la gente se sorprendiera. Ahí vimos cómo nos percibía el público después de Avalancha de éxitos. Ellos nos veían distinto a cómo nos veíamos nosotros. Porque es lógico: uno va creciendo como grupo día a día. Hablando, viviendo, tocando. Pero no saca un disco cada semana. Entonces, la evolución o la madurez entre un trabajo y otro puede sorprender a los demás pero no tanto a nosotros.

–¿Qué creen que le sorprendió a la gente?

Rubén: –Viéndolo hacia atrás, lo que más les extrañó fue que nos pusimos serios. Hasta ahí, para muchos de los que escuchaban nuestra música, Tacuba era un grupo que hacía chistes. Y en un momento dejamos de hacerlos. Dejamos de ser todo el tiempo, en cada canción, divertidos. Y eso que también había canciones serias en los primeros trabajos. Lo que pasaba era que la gente no las tomaba, se quedaba con la diversión y dejaba de lado lo otro. Entonces, con el disco instrumental desapareció esa clase de humor. Y si bien para nosotros el humor estaba en los títulos de los temas y en cómo los habíamos compuesto, desde afuera se vio como algo muy serio.

–¿Y estuvo bien?

Rubén: –Creo que estuvo bien. Porque no nos gusta ser el grupo de rock que sólo cuenta los chistes. No queríamos estar obligados a hacer reír a la gente. Prefiero pasar por todos los estadios: que podamos hacer reír, pero también pensar y, por qué no, llorar. Nos gusta que exista una gama de sensaciones o de sentimientos.

Joselo: –Ahora podemos movernos en diferentes espacios, conectarnos de distintos modos. Quienes nos hablan del disco nuevo dicen que algunos temas los hicieron llorar. Es fuerte que te digan que tus canciones provocan una lágrima. Antes, venían y nos decían: qué divertido, cómo lo bailo, lo pongo siempre en las fiestas. Ahora hablan de llanto. Creo que estamos tocando una cuerda diferente.

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Café Tacvba presentará Sino, su último CD, mañana y pasado en el Gran Rex.
Imagen: Guadalupe lombardo
 
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