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Martes, 29 de marzo de 2011

LITERATURA › UNA CONVOCATORIA DE MICROFICCIONES POR LOS 35 AñOS DEL GOLPE

Pocas palabras, muchos significados

El sitio www.cuentosymas.com.ar, que dirige el periodista Juan José Panno, convocó a la realización de una edición especial de microcuentos en conmemoración del golpe de Estado de 1976. Llegaron decenas de textos desde distintos lugares del país y del exterior. Aquí, una selección de los textos publicados en la página.

Reanimación, por Patricia Nasello
Siempre que en Córdoba llovía sangre, recolectábamos las gotas en vasijas talladas en cuarzo. Cuando escampaba bebíamos el contenido de un trago, de lo contrario jamás habría vuelto a brillar el sol.

Ignorancia, por Jesús Esnaola Moraza
Me cruzo con ellos, incluso me paro y les digo lo hermoso que es el bebé. Ella, turbada. El me ofrece su mano flaca, puntiaguda.
Su contacto me transporta a un par de días atrás y los imagino mientras salen de la maternidad con el bebé, sonriendo como padres primerizos; aunque adivino, al trasluz, algunos signos.
Rodeo su garra, que aún estrecho, con mi mano izquierda y voy un poco más allá, unas pocas horas, y huelo la humedad de los pasillos del sótano de la maternidad, oigo los sonidos que salen de sus bocas, puedo verlos alargando las manos huesudas en pos del bebé que trae una monja, un bebé que, sujeto por los pies, boca abajo, llora alzado como un trofeo.
Suelto su mano. La mirada de ella es huidiza. La de él retadora.

Aventura a ciegas (minificción sonora), por Martín Gardella
Sus gritos masculinos se confundieron con el retumbo de un portazo y un televisor a todo volumen que nunca fue apagado. Afuera, los ecos de la ciudad en plena actividad se manifestaron en bocinas irritantes, altoparlantes confusos y voces desconocidas. Más tarde, se contentó con el sonido suave del viento, mezclado con el piar lejano de las aves del descampado. En el final del recorrido, antes del imperioso silencio, llegó a escuchar el atemorizante taconeo de las botas.

Método, por Roberto Perinelli
El coronel es papá de tres hijos legítimos y se dice papá de dos hijos apropiados. Cuando en la cena, o en el almuerzo, alguno de la prole se niega a tomar la sopa, el coronel reparte cachetadas entre los primeros; a los segundos los asusta contándoles qué hizo con sus padres.
La mamá siempre asiente, apoya al marido y alecciona a los cinco nenes diciéndoles que la sopa es buen alimento, que ayuda a crecer sano.

Etica uniformada, por Francisco López
Gastón y Marcelo son compañeros en la primaria. Se hicieron muy amigos y con frecuencia uno de ellos va a la casa del otro para hacer las tareas y jugar a la play station. En una ocasión, Gastón le preguntó a Marcelo de qué trabajaba su abuelo. “Era médico y llegó a ser jefe de sala en el hospital. ¿Y el tuyo?” Gastón dudó y después respondió: “Fue militar”. El amiguito quiso averiguar: “¿A qué grado llegó?”. Su compañerito le contestó: “A capitán, pero debió retirarse del Ejército porque estaba en desacuerdo con la desaparición de personas. Sostenía que pensar distinto no es delito”.

Sin maquillaje, por Paloma Hidalgo Diez
Por mucho maquillaje que pongamos encima, no disimularemos las ojeras por tantas noches sin dormir. Una sugerente sombra de ojos no conseguirá el milagro de alegrar una mirada profundamente triste. El rojo alizarina de sus labios no endulzará la amargura que ha robado sus sonrisas. Las cicatrices recorren la piel del país y por mucho aceite de rosa de mosqueta que usemos para suavizarlas, siempre recordarán la herida, para evitar que el paso del tiempo fabrique marionetas con nuestros recuerdos.

Otros Gólgotas, por Ana María Torti
Mi nieto juega con soldaditos: formen fila, apunten, fuego.
Mi hijo tiene el famoso poster del Che sobre la pared en la cabecera de su cama.
Yo aún escucho en el silencio ahogado del alma los gemidos de todos los Gólgotas.

Cacería, por Liliana Mabel Savoia
Las botas relucen al costado de las vías. Desde el negro cuero el poder se filtra, contrastando con el miedo de los ojos de Estela. Corre para refugiarse en la estación de Adrogué. Pretende pasar desapercibida entre la multitud.
Oye las botas repiquetear detrás de ella. Su cerebro está tan acelerado como su corazón. Todo depende de instantes. Si pudiera alcanzar el próximo vagón se desprendería de ellas.
El cazador no da respiro a su presa. El tren ya está en el andén. Unos pasos más y todo termina. Pero las botas apuran el andar y unos brazos verdes se extienden para alcanzarla.
Estela no opone resistencia, sabe que es inútil. Agradece haber tenido tiempo de dejar a su pequeño hijo en casa de sus padres.
Q Fierro, por Eduardo Gotthelf
Martín se puso a cantar –trajo la novedad.
–¡Por fin aflojó! –dijo, con satisfacción, el milico. Y ordenó: –Indio, sentalo en la silla y desconectá el fierro.

Julián, por Rodolfo Secco
Siete meses y basta de ser hijo, los cambios que pueden producirse en la vida de una persona, aunque lo cierto es que para ser hijo, insisto, es muy poco y sobre todo por las formas que rodearon lo ocurrido. Por suerte, durante las noches revisaste cartas, hojas amarillas, diarios y la historia comenzó a reconstruirse. Seguro que son la extensión de tu escritura y sumado a ello, una información genética que da cuenta de padres maravillosos, de allí que el producto sea el poseedor de tantas virtudes, fundamentalmente tu ternura, honestidad y el compromiso con todo lo que hacés.
Claro que hay que embalsamar caricias, no podés desprenderte con facilidad de la tristeza que implican siete meses de hijo y NUNCA MAS.

¿Cómo será ser argentina?, por María Aurora Salguero
El ulular de sirenas interrumpía la tranquilidad de la calle. Pesumbrosa y taciturna Juana Romero caminaba hacia su casa. Ante tal alboroto no llegaba a comprender el motivo. Su poca educación, sus pies cansados de tanto trabajar en la casa de los Furgenson le quitaban las ganas de saber. A lo lejos la figura diminuta de sus changos se agrandaba a medida que apuraba un poco el paso. Después de un rato llegó al pueblerío y allí siguió sin comprender la algarabía de su familia y compadres. Es que de lejos un grupo de argentinos los visitaban por “el Día de la Identidad”. La pobre Juana sin articular palabra pidió una silla y después de escuchar los relatos pasó la mano por su frente marchita y alisando su larga cabellera desteñida por los años se dijo a sí misma: “Ahora sí entendí. Soy aborigen y en estas tierras que poblaron mis ancestros, aún no me dejan ser igual. ¿Cómo será ser argentina?” se preguntó moviendo la cabeza.

La carretilla blanca, por María Mercedes Martínez
Señalaban la casa. Parecían indecisos. Entraron. Buscaban algo, preguntaron a los mayores.
Que no, que ella desde hacía algunos años ya no vivía allí. En el Sur, ahora. Que no, que no había dejado ninguna pertenencia en la casa...
Libros desparramados, caídos, pisoteados por borceguíes.
El abuelo se puso a regar las petunias de la carretilla. Una vieja y herrumbrada que un día trajo mi tía, con intención de pintarla y convertirla rápidamente en hermoso y original macetero blanco. Habían florecido varias.
Un día sacó estos libros. Estaban bajo las petunias.

Marcas, por Ernesto Antonio Parrilla
–¿Qué son las marcas en la pared? –preguntó Luisito a su abuela, mientras mamá dormía una siesta. La anciana le sonrió y con su mano ajada por el tiempo le acarició el flequillo.
–Son los años desde que el abuelo no está –contestó solemne.
–¿Y dónde está? –preguntó intrigado el niño.
–Se lo llevó gente muy mala hace años y nunca más volvió.
–¿Cómo...? ¿Vos no pudiste decirles que no se lo llevaran?
–Nadie pudo, nadie. Pero ya no volverá a pasar, gracias a esto –le dijo al tiempo que le tocaba con un dedo la cabeza–. La memoria.
Y Luisito sonrió, contento con poder lo que antes nadie pudo.

Reverendo, por Juan José Panno
¿Sabe qué, Reverendo? Usted que santificó a los asesinos y satanizó a las madres desesperadas, usted que en los serrmones hablaba de guerra sucia y justificaba el terrorismo de Estado en el nombre del Padre Capitalismo y del Santo Espíritu Occidental y Cristiano, usted que no puede ni quiere diferenciar una adopción de una apropiación, ¿sabe qué, Reverendo?, usted es un Reverendo hijo de puta.

Nunca más, por Lito Ecram
Golpes de Estado, dictaduras militares, represiones, persecuciones, censuras, extorsiones, exilios, grupos de tareas, zonas liberadas, vehículos sin chapas patentes, saqueos, botines de guerra, tabicamientos, secuestros, centros clandestinos de detención, torturas, violaciones, nacimientos en cautiverio, adopciones ilegales de niños, traslados, asesinatos, desaparecidos...

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