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Viernes, 16 de noviembre de 2012

LITERATURA › ENCUESTA SOBRE EL FENOMENO DE LA MICROFICCION

El equipo de los sueños cortos

Cincuenta y cinco escritores de diversos países acudieron a la convocatoria de Juan José Panno y Mónica Pano, directores de Cuentosymas. Llegaron entonces definiciones de microficción en una frase y se configuró un seleccionado de once autores clave del género.

 Por Silvina Friera

“La brevedad es el alma de la ropa interior.” El crédito pertenece a la escritora norteamericana Dorothy Parker. Como una imagen que súbitamente emerge del fondo del mar, la frase viene a cuento para alumbrar el sostenido fervor y el empeño obstinado que profesan muchos narradores y poetas por la microficción, un proteico universo en constante expansión. Además de los estudios y congresos que proliferan por el mundo, especialmente en América latina, hay un puñado de editoriales consagradas exclusivamente al género –o que incluyen en sus catálogos varios títulos– como las españolas Páginas de Espuma y Menoscuarto, la mexicana Ficticia, la colombiana Cuadernos Negros, la peruana Micrópolis y la argentina Macedonia, entre tantas otras. El fenómeno se esparce también por el universo de bloggeros y twitteros, entusiasmados por escribir bien cortito. Y crecen los portales dedicados al tema como Internacional Microcuentista, Ficción Mínima y Cuentosymas.

El periodista Juan José Panno y la licenciada en Letras Mónica Pano, directores de Cuentosymas, lanzaron una encuesta entre los escritores más representativos de distintos países. Las respuestas configuran una especie de mapa para orientarse, que incluye definiciones de microficción en una frase, un seleccionado mundial de once autores y tres puntos que no deberían faltar jamás en un decálogo del género.

No hay que conformarse con contemplar o disfrutar del placer de un enigma sin al menos tratar de descifrarlo. “Es un relato relámpago donde la intencionalidad desborda el texto y es más lo que sugiere que lo que dice”, precisa Orlando Van Bredam, uno de los 55 escritores que respondieron la encuesta. Decana en el género, Ana María Shua pone el énfasis en la extensión: “Texto narrativo que no excede las veinticinco líneas”. La venezolana Violeta Rojo da en el clavo de una dificultad: “Artefacto literario mínimo, desgenerado, proteico, intertextual, que necesita la activa participación del lector y es muy difícil de definir”. El chileno Diego Muñoz Valenzuela aporta un matiz soterrado: “Es una pieza narrativa mínima, de alto potencial estético y plena en significados subterráneos. Importa más la concisión que la brevedad”. En el remolino de definiciones a veces irrumpen hallazgos “poéticos” que añaden capas de sentidos apenas vislumbrados. “Se parece a un iceberg: sólo se ve la décima parte, lo más importante no se muestra al primer intento”, plantea Laura Nicastro. “Es una inmensidad hecha de ausencia”, advierte Orlando Romano. El mexicano Lauro Zavala apela a una aclaración lexicográfica. Prefiere utilizar “minificción” –en vez de microficción–: “Género híbrido con elementos extraliterarios, intertextual, irónico, autónomo, serial, lúdico y alegórico”. Para Raúl Brasca, maestro del género, es “una pieza en prosa compuesta de pocas palabras y elocuente silencio concebida para ser completada por el lector y disparar en él una o varias posibilidades de sentido”.

El equipo de los sueños de los microficcionistas seriales es para alquilar balcones. Más allá de las posiciones que se les quiera asignar en la cancha, tal vez no haya duda de que en la delantera está Augusto Monterroso con “cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Los diez restantes más votados son microrrelatos o minificciones de Juan José Arreola, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Luisa Valenzuela, Raúl Brasca, Ana María Shua, Marco Denevi, David Lagmanovich, Orlando Romano y Juan Romagnoli. Para muestra de los textos elegidos va una pequeña selección. Shua: “Huyamos, los cazadores de letras están aquí”. Valenzuela: Desaparecido: “Se fue sin decir adiós y nunca más lo vimos. Se fue sin cerrar la puerta. La cerraron los otros de la primera patada”. Brasca: Cadáver: “Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo ‘hasta mañana’. Con tal de no dejarme en paz, sigue penando entre los vivos”. Arreola: “La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones”. El resto se podrá consultar en Cuentosymas.com.ar, un sitio que difunde toda clase de textos breves –además de estudios teóricos, datos útiles, material audiovisual y una galería de fotos de gente leyendo– y que recibe cerca de mil visitas diarias. En cinco años de existencia, el portal ha organizado varios concursos, entre los que se destacan Minicuentos x la Identidad, que se realiza anualmente para recordar el golpe de Estado de 1976.

Las letras se deslizan como hormigas por los consejos útiles, prácticos y divertidos que los encuestados recomiendan. “Lea, lea y lea, todo lo que caiga en sus manos y microrrelato en particular –sugiere el español Jesús Esnaola–. Lea para disfrutar, para aprender y para saber qué es lo que ya está escrito y ya no merece ser tratado, al menos del mismo modo.” El ramalazo del instante lo proporciona Sandra Bianchi: “Recurra a la atención flotante para toparse con las microficciones incrustadas en la realidad”. Alejandro Bentivoglio mina un prejuicio generalizado entre quienes creen que el género es un asunto menor: “Escriba con el mismo esmero, concentración y dedicación con el que escribiría una novela larga”. La recomendación de la chilena Lilian Elphick excede el género, pero es tan atinada como la “voz autorizada” que convoca. “‘El adjetivo, cuando no da vida, mata’. No lo digo yo, lo dijo el poeta Vicente Huidobro.” El uso de la ironía mantiene en vilo la ambivalencia de un relato, aún más cuando es brevísimo. La decana Shua, una vez más, da cátedra: “Como en las artes marciales en las que se aprovecha la fuerza del adversario, utilice los conocimientos del lector, que sabe más de lo que cree”. El maestro Brasca golpea en el centro de lo estético. “Cuide la calidad de sus palabras, la arquitectura y la música de su microficción. Mucho más que la novela y el cuento, y casi tanto como el poema, la microficción alcanza su potencia por medio de la forma.”

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Ana María Shua, decana en el género, participó de la convocatoria.
Imagen: Leandro Teysseire
 
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