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Sábado, 21 de septiembre de 2013

LITERATURA › JUANO VILLAFAÑE HABLA DE SU ULTIMO POEMARIO, PUBLICOS Y PRIVADOS

“Lo utópico sigue presente en mí”

El poeta presentará el libro, publicado por Melón Editora, el próximo miércoles en el C.C. de la Cooperación, del que es director artístico. “La poesía es para mí como ese gran refugio que me sigue impulsando a cambiar las cosas de este mundo”, asegura.

 Por Silvina Friera

Erase una vez un hombre que nació en La Andariega, una carreta habitada por los títeres de sus padres, el Maese Trotamundos a la cabeza de un elenco de prodigiosos muñecos. Ese teatro ambulante estaba en Quito aquel 28 de agosto de 1952, como acredita la partida de nacimiento que el poeta Juano Villafañe, muchos años después en el Centro Cultural de la Cooperación (CCC), le mostraría al presidente de Ecuador para documentar ese prístino acontecimiento que parece increíble. Cualquier hipérbole con la realidad no es pura coincidencia. No exagera el autor de Públicos y privados (Melón Editora), su último poemario, cuando dice y repite que nació y vivió en un teatro. Este título preserva una íntima conexión con ese origen y una educación “un poco renacentista” con muchos retablos, libros y pinturas, tramando una red donde lo manifiesto y lo secreto devienen juego de alternancias. Jorge Boccanera advierte que “en el carrusel” de este libro de Villafañe “vuelven a girar las obsesiones del poeta como símbolos recurrentes: felinos, mares, lenguas de fuego, espejos, botellas y otros elementos que avivan un trasiego de señales y resplandores”.

“Hay imágenes que me persiguen –confiesa el poeta y director artístico del CCC–. Trabajo con imágenes obsesivas, centrales, organizadas alrededor de algunos relatos.” Javier Villafañe y Elba Fábregas tenían la costumbre de armar un teatro en cada casa que habitaban. Juano recuerda especialmente el hogar de su infancia y adolescencia, cerca del Puente Roca y el río Reconquista. “De niño asistí a lo que fue la resistencia peronista, dentro de un barrio de trabajadores donde había dos intelectuales que eran muy respetados. Mis padres fueron muy populares y queridos. Mi casa era muy mágica para los niños del barrio. No era un mundo peronista, pero yo vivía en un barrio peronista. A esa casa iban Miguel Angel Asturias, Antonio Berni, Enrique Molina; era un lugar que producía cierto extrañamiento”, cuenta el poeta a Página/12. “Cuando Rafael Correa estuvo en el Centro Cultural de la Cooperación, le mostré mi partida de nacimiento y le dije: ‘Presidente, yo nací en el Hospital San Juan de Dios en 1952, en la parroquia de San Blas, el barrio más quiteño de Quito’. Nací en ese hospital que hoy es un museo. Siempre anduve medio ambulatoriamente.” Una vez, hace muchos años, esa casa se inundó. Y no fue por obra y gracia de la magia. “Encontrar un teatro inundado es una imagen fuerte, ¿no? Aquellas marionetas eran reales; justamente mis padres las habían traído de La Boca en una carreta.” Un poema en Públicos y privados refiere a esta inundación impetuosa con las marionetas hundidas en el agua.

“Cada original recurre a su fábula/ a su brillo.// Cada original se reúne, se limpia,/ se corrige, se ordena”, escribió el poeta en “Limpieza sobre el cuadro original”. Antes, en la etapa inicial de su itinerario poético, a fines de la década del ’60, asistió a “la expansión utópica” que impulsaba la idea de que todos los grandes acontecimientos estaban al final del camino. “El hecho de que hayamos aprendido a vivir los presentes con intensidad y poesía no niega para nada el sentido de esa expansión utópica –plantea Villafañe–. Por eso la importancia que tienen para mí los paradores, los descansos en el camino y el vivir los presentes plenamente, como un camino que conduce a los sueños y a otros paradores. Quienes nos formamos en aquellas utopías hoy también podemos vivir los presentes con intensidad. Este ha sido el gran aprendizaje: vivir intensamente cada día y poder soñar con un futuro de transformaciones.” Villafañe se fogueó en el taller literario de Mario Jorge De Lellis, uno de los más importantes en los años ’70, integró el grupo de escritores “Los poetas de Mascaró” y publicó Poemas anteriores (1982), Visión retrospectiva de la botella (1987), Una leona entra en el mar (2000), Deconstrucción de la mañana (2006) y Los Villafañe. Poesía familiar (2012).

Una expresión de tristeza, discreta en su profundo desgarro, aflora en la mirada de Villafañe. “Yo estudiaba en la Universidad Tecnológica Nacional en el ’75. La represión era brutal. Mataban a mis compañeros de militancia, desaparecían. Militaba en la Federación Juvenil Comunista y en la universidad, en el Movimiento de Orientación Reformista, en una alianza con los compañeros de la Juventud Universitaria Peronista. Con ellos habíamos armado una relación desde que formamos en la escuela secundaria la Coordinadora Nacional de Escuela Industriales, durante la dictadura del general Lanusse, en defensa de la escuela pública y la educación técnica, con grandes movilizaciones a Plaza de Mayo. La vida universitaria fue una experiencia muy fuerte. Hacia finales del ’75, los servicios vinieron a buscarme a mi casa. Me fui entonces a trabajar a Valeria del Mar durante el verano del ’76 y, ante los acontecimientos que se vivían, decidí hacer un viaje por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, con respaldo familiar. Hice el viaje por tierra durante el mes de marzo y me tomó el golpe militar en pleno viaje. Estuve retenido en Córdoba, pero al estar con pasaporte ecuatoriano tuve la suerte de poder seguir a Bolivia. Y así continué el recorrido entre Perú, Colombia, Venezuela, hasta radicarme en Ecuador.” Al exilio trató de digerirlo con la mayor naturalidad posible y “no como una penitencia”, agrega.

“Carta para Vicky en la botella rota” –poema recuperado, junto con otros, en Públicos y privados– está dedicado a Vicky y a Rodolfo Walsh. Lo escribió cuando regresó de Ecuador. “La condición de lo utópico sigue presente en mí. Uno sigue en lo poético queriendo llegar a ese otro sitio, que como sabemos no existe. Pero uno insiste en ir a ese lugar. Lo del poema a Vicky significó uno de mis paradores existenciales. Ya no era ese otro destino que uno había soñado sino otro en que uno tenía que relatar, desde una mirada distinta, los acontecimientos que habían ocurrido en este país. Siempre recuerdo la hermosa carta que Walsh le escribió a su hija unas horas después de su muerte. Ese combate de la niña en las casas bajas y aquellas profundas pesadillas torrenciales de las que hablaba Walsh me impactaron mucho. De allí salió ese poema y ese combate que siempre llevaré en mi corazón como recuerdo de las luchas de mi generación”, subraya Villafañe. “Uno forma su lengua dentro de la lengua en relaciones con cuestiones culturales referenciadas en lo ético, en lo moral. Cada lengua hace al poeta en la experiencia de lo poético y en qué riesgos asume.”

“Antes de mi regreso a la eternidad/ iré hacia los días/ para aprovecharlos en los asuntos y en los pendientes”, se lee en uno de los poemas. “La eternidad es un juego para descansar ante el presente, pensando en cierta posibilidad de lo que pueda devenir el futuro de uno –comenta el poeta–. Es un juego medio engañoso en el cual hemos conformado un club de inmaduros con algunos amigos, por esa idea de que madurar un poco es caer al vacío. Es un juego lúdico interesante pensar que el presente es una lucha a favor de la eternidad.” Como si abriera una ventana al porvenir, el poeta sonríe. “La poesía es para mí como ese gran descanso, ese gran refugio que me sigue impulsando a cambiar las cosas de este mundo.”

* Públicos y privados se presentará el miércoles 25 a las 19 en la sala Solidaridad del CCC (Corrientes 1543).

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En los ’70, Juano Villafañe se fogueó en el taller literario de Mario Jorge De Lellis.
Imagen: Dafne Gentinetta
 
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