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Domingo, 30 de noviembre de 2014

LITERATURA › LA INAUGURACIóN DE LA FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE GUADALAJARA

“Escribir es salvar todo lo que amamos”

Las palabras del italiano Claudio Magris, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014, pusieron de pie al auditorio que abrió ayer el festival literario en español más grande del mundo. Hubo fuertes expresiones por los estudiantes desaparecidos.

 Por Silvina Friera

Página/12 En México

Desde Guadalajara

El festival literario en español más grande del mundo, que en esta edición tiene a la Argentina como país invitado de honor –y reúne a 650 escritores, dos mil editoriales y 20 mil profesionales del libro–, no es la torre de marfil. Celebrar la palabra es recordar que en México hay miles de víctimas por la violencia del narcotráfico, como los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre. “Quienes organizamos la Feria Internacional del Libro de Guadalajara nos unimos al sufrimiento de familiares y amigos de los estudiantes normalistas desaparecidos en Iguala y nos sumamos a la solicitud urgente de que se restituya el estado de derecho en nuestro país”, dijo el presidente de la FIL, Raúl Padilla López, durante la inauguración de la 28a edición a la que asistieron autoridades del estado de Jalisco y de la Universidad de Guadalajara, el canciller Héctor Timerman y el escritor Claudio Magris, premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2014; y escritores argentinos como Noé Jitrik, Tamara Kamenszain, Claudia Piñeiro, Leopoldo Brizuela, Tununa Mercado, Miguel Vitagliano, Guillermo Saccomanno, Sylvia Molloy y Samanta Schweblin, entre otros. Timerman manifestó su solidaridad con los familiares de los estudiantes y se mostró convencido de que “el gobierno mexicano hará todo lo posible por castigar a los culpables de este aberrante hecho”.

“Hoy más que nunca impulsemos la palabra como el mejor recurso que tiene el ser humano” se leía al final de una pancarta en solidaridad con los familiares de los estudiantes de-saparecidos, colocada en la entrada del salón donde se realizó la ceremonia de apertura. Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, sentada en primera fila, fue homenajeada en los discursos de las autoridades del gobierno mexicano y aplaudida afectuosamente por el público. Timerman señaló que la presencia argentina es una oportunidad para fortalecer las relaciones bilaterales, destacó el respaldo de México al proceso de reestructuración por el pago de la deuda soberana y agradeció al país que recibió a cientos de argentinos exiliados durante la dictadura. Después llegaría el corte de cinta en el Pabellón Argentino, 1700 metros cuadrados que incluyen dos cenefas circulares retroiluminadas que proyectan un aluvión de imágenes de diversos escritores, como Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo, Norah Lange, Lucio Mansilla, Fogwill, Olga Orozco y Ezequiel Martínez Estrada en una, mientras que en la otra se suceden momentos de la historia que van desde “las patas en la fuente” hasta el retiro de los retratos de Jorge Videla y Benito Bignone el 24 de marzo de 2004 en el Colegio Militar; un “árbol de la vida” con los nombres de los argentinos exiliados en México; un sector con el mural que Miguel Rep estará dibujando durante toda la feria, una librería y un auditorio.

“Toda escritura, así fueran unas cuantas líneas, es un tejido de planos diferentes, sostenido por una tensión entre la totalidad y el fragmento, lo dicho y lo no dicho”, aseguró Magris, autor de El Danubio, que nació como reflexión sobre lo que se ha dado en llamar “la otra Europa” luego de un viaje inicial a Eslovaquia. “Mucho de lo que he escrito ha surgido del deseo de quitar ese adjetivo ‘otra’, de lograr que se comprenda que esa Europa es igualmente digna”, admitió el escritor que nació en Trieste en 1939. “La escritura es a la vez un agente de aduana y un contrabandista; establece fronteras y las transgrede. Lo que da orden al mundo es la sintaxis”, planteó. La presentación del escritor italiano –tan ovacionado que puso a media sala de pie– fue una gran lección de literatura. “El escritor decimonónico, cuando inventaba historias, podía apegarse a la misma visión de la Historia que él expresaba en sus escritos históricos y políticos. Y podía incluso usar un estilo narrativo análogo. La escritura de Victor Hugo en Los miserables no es demasiado distinta de la de sus polémicas contra Napoleón III. Kafka o Rulfo, en cambio, no hubieran podido escribir una declaración política o un mensaje de solidaridad a las víctimas de la explotación con el mismo lenguaje de La metamorfosis o de Pedro Páramo”, comparó Magris. “Las obras maestras del siglo XIX, escribió el célebre escritor italiano Raffaele La Capria, son obras maestras imperfectas. Con estas palabras no pretendía negar la grandeza de Kafka, Svevo, Joyce o los grandes autores latinoamericanos, sino que quería subrayar cómo estos autores habían asumido, en las estructuras mismas de su narrativa, el desorden del mundo, la dificultad o la imposibilidad de entenderlo y de expresarlo conforme con un orden en el que sucumben cosas y palabras.”

¿Por qué se escribe? El escritor enumeró un puñado de razones. Una quizá sea su principal divisa. “Escribir es también un intento de construir un Arca de Noé para salvar todo lo que amamos, para salvar cada vida”, subrayó Magris. “No sé qué color tenga este grácil y maltrecho barquito de papel que podemos construir con nuestras palabras; sabemos que está destinado a hundirse, pero no por eso dejamos de escribir. Y si se hunde, su escritura no será de color negro, que es ausencia de color, sino blanco, o sea la unión de todos los colores.”

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“Toda escritura, así fueran unas cuantas líneas, es un tejido de planos diferentes”, dijo Magris.
 
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