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Miércoles, 18 de noviembre de 2015

LITERATURA › MóNICA MARISTAIN Y SU LIBRO BOLAñO. EL HIJO DE MISTER PLAYA

“Todas somos un poco viudas de Bolaño”

La periodista argentina radicada en México construyó una semblanza apasionada. Su notable trabajo sobre el escritor chileno incluye testimonios de Rodrigo Fresán, Jorge Herralde y Carmen Pérez de Vega, entre otros. Se presenta hoy en la Embajada de Chile.

 Por Silvina Friera

La vida existe también en los libros. La bulimia libresca devino escritura literaria, la construcción del “hombre-obra” que es Roberto Bolaño, el escritor que se transformó en el nuevo héroe de la literatura latinoamericana. En Bolaño. El hijo de Mister Playa (Treintayseis), hay un melódico coro de voces que le permiten a Mónica Maristain –la periodista argentina que realizó la última entrevista al narrador chileno, publicada en la edición mexicana de la revista Playboy en julio de 2003– componer el tejido de una semblanza apasionada. El itinerario vital, tan breve como intenso, empezó en Chile, se prolongó en México con las peripecias del movimiento infrarrealista –ese grupo de poetas magníficamente retratados en Los detectives salvajes–, y terminó en España, donde afianzó su compromiso ético con la escritura, publicó sus libros en Anagrama, se enfermó, murió prematuramente y se multiplicó la fascinación por el personaje y su obra. Cada testimonio –los de Rodrigo Fresán, Jorge Herralde, Ignacio Echevarría, Carmen Boullosa y Carmen Pérez de Vega, además de familiares y otros amigos– captura la potencia de un escritor demasiado extraordinario. “Su literatura es una tromba que enfrenta a menudo grandes desastres naturales, esos movimientos telúricos y celestiales de los que no se sale vivo si no es con mucho empeño”, plantea Maristain.

“La categorización de la última entrevista a Bolaño no la hice yo. Cuando publicamos la entrevista en Playboy, Bolaño estaba muy vivo, entonces no teníamos planeado que se muriera el mes en que salió publicada”, recuerda la periodista que vive en México. “Los lectores argentinos han encontrado esa voz que está en la primera parte del libro y que habla de cierta identificación con parte de la historia de Bolaño, que tiene que ver con su origen social y la posibilidad de que la ilustración sea un pasaporte a un ascenso social que no tiene que ver con lo económico ni con pertenecer a la clase media. Es pertenecer a una clase que ama los libros, las pinturas, la música; la vida en el arte y el arte en la vida. Y creo que para Bolaño eso era muy importante. Esa es mi voz porque también es mi historia”, confiesa Maristain a .

–La complicidad entrañable que se percibe en los correos electrónicos de Bolaño, ¿tiene que ver con ese origen social compartido?

–Es probable... El era mucho más grande que yo, pero hay una manera de entender el mundo que tiene que ver con que te conozco y al otro día te estoy contando que le estoy cambiando los pañales a mi hija a las tres de la mañana. Yo estaba enamorada platónicamente de Bolaño, era un amor por Internet en el que está esa fascinación por una figura que no conoces ni te conoce. Yo mostré alguno de los correos que me escribió, pero nunca mostré los que yo le escribí a él. Y algunos están hecho con pluma de oro porque había un juego de esgrima para ver quién le escribía la cosa más ingeniosa al otro; es el juego de seducción que tenía que ver con el amor por la palabra, por la literatura, por agradar al otro mediante el ejercicio de la inteligencia. Eso era mutuo. Mis preguntas hechas en trance tenían que ver con esa fascinación, con ese juego verbal. El me las contestó a los treinta y cinco minutos que le envíe el correo. Eran cien preguntas y una respuesta mejor que la otra.

–¿Había leído algo de la obra de Bolaño en ese momento?

–Sí, Los detectives salvajes. Cuando llegué a Playboy, uno de nuestros grandes objetivos era tener un cuento de Bolaño, un cuento de César Aira, un cuento de (Enrique) Vila-Matas. Entonces lo llamé al escritor colombiano Santiago Gamboa a Italia y le dije que quería pedirle un cuento a Bolaño. El habló primero y le dijo que sí. Yo lo llamé a Bolaño y la simpatía fue inmediata y empezamos a escribirnos. Al poco tiempo que murió Roberto, empecé a trabajar con el cineasta chileno Roberto House, que me invitó a hacer las entrevistas para sus documentales La batalla futura I, II y III. Como tenía mucho material, me dije qué bueno sería hacer un libro que acompañara la película. El escritor Martín Solares, que en ese momento estaba en Almadía, me pide una biografía de Bolaño. El libro empezó como una biografía y terminó siendo un conjunto de testimonios, que tuvo sentido cuando yo misma me empecé a preguntar quién era Roberto.

–¿En qué momento el libro deja de ser una biografía?

–Cuando viajé a Barcelona para entrevistar a gran parte de la gente que vivió con Bolaño en Blanes. Encontré muchas claves en Ignacio Echevarría, Rodrigo Fresán y por supuesto su última mujer, Carmen Pérez de Vega. Cuando ella cuenta el momento en que Bolaño muere, cómo muere, es decir le hace el arroz, empieza a vomitar sangre, toda la secuencia... yo me dije: “acá está el libro”, esto solo justifica el libro porque Carmen no lo va a contar nunca más. Ahí el libro se desvirtúa un poco porque empieza a pesar la negativa de su ex esposa, Carolina (López) a participar y crece la discusión sobre quién fue la última mujer. Entonces opté por el formato pregunta-respuesta para que llegado al caso hubiera un testimonio fiel de lo que se dijo. Carolina me hizo un juicio porque cree que agravio a sus pequeños hijos cuando digo que la última mujer fue Carmen o que Bolaño vomitaba sangre... ¡Yo le hice una nota a la última mujer de Bolaño porque existía, no la construí! El valor testimonial que tienen las declaraciones de Carmen es jamón del medio para cualquier periodista. Yo creo que lo más valioso del libro es la entrevista a Carmen. Todas somos un poco viudas de Bolaño y yo también (risas). Él generaba esas relaciones con las mujeres.

–¿Por qué cree que Bolaño se convirtió en una especie de nuevo héroe de la literatura?

–Mi admiración por su obra es absoluta, creo que es el mejor escritor que ha dado la lengua en español por mucho tiempo. Todos los escritores del boom, menos (Mario) Vargas Llosa, lo negaron. La figura del escritor como tótem, contra lo que Bolaño luchó todo el tiempo, la mala literatura que se hizo en nombre del boom y que se vendió a raudales –gracias a las maniobras inteligentísimas de Carmen Balcells– son imposibles en estos tiempos en donde la literatura no da para grandes estrellatos. Bolaño era un escritor que estaba en guerra permanentemente contra el cliché. Extraño al súper héroe que para mí era Bolaño en nuestra literatura, el que nos iba a defender de los malos. Del que íbamos a decir: “mirá, tenemos al mejor, está del lado nuestro, del lado de los buenos”. (risas).

–“Nos falta Bolaño”, como advierte en el libro, ¿no?

–Sí, nos falta el justiciero. Yo siento que para muchos lectores era Superman o El Chapulín Colorado; no sé bien cuál de los dos... Nosotros le pusimos esa función moral de redimirnos del mal del boom. El boom nos aportó cosas, pero no hemos estudiado lo suficiente todo lo que nos negó. Y nos negó muchísimos escritores que escribían en el mismo momento, una literatura valiosísima que se quedó fuera del marketing. Bolaño era ese justiciero que iba a empezar a hablar de Felisberto Hernández o de Antonio Di Benedetto. Si a los 50 escribió 2666, ¿qué podíamos esperar de él a los 70?

* Bolaño. El hijo de Mister Playa (Treintayseis) se presenta hoy a las 19 en la Embajada de Chile (2762), con entrada libre y gratuita. Mónica Maristain dialogará con Alan Pauls y Silvina Friera.

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“El libro empezó como una biografía y terminó siendo un conjunto de testimonios”, plantea Maristain.
 
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