“Aunque sea reptando, llego”, repetía la escritora Marina Perezagua, como un mantra que le inyectaba audacia a las piernas, mientras comenzaba la travesía que la llevaría a cruzar nadando el estrecho de Gibraltar, el 9 de junio de 2015, durante casi cuatro horas. Dice que puede aguantar hasta cinco minutos sin respirar bajo el agua. Salman Rushdie <http://www.eldiario.es/cultura/libros/Salman-Rushdie_0_438856585.html> la ha bautizado como “una de las mejores de la nueva generación de escritores en lengua española”. Ahora acaba de ganar por unanimidad el XXIV Premio Sor Juana con su primera novela Yoro, “originalísima y de enorme poder discursivo”, una obra que abarca historia, ciencia, ficción y denuncia desde la perspectiva del cuerpo. “Se desliza entre la crueldad y la belleza de la calidad humana. Parte de los efectos de la bomba atómica arrojada en 1945 en Hiroshima y llega hasta nuestros días. Se centra en el concepto de maternidad y las fronteras borradas entre masculino y femenino que marcan el destino de su protagonista”, explica el jurado de este premio, integrado en esta edición por los mexicanos Ignacio Padilla (fallecido el pasado 20 de agosto), Anamari Gomíz y Angelina Muñiz-Huberman, quienes destacaron el estilo narrativo de Perezagua y lo poco convencional de la temática de Yoro, novela “desnuda, desgarradora, poderosa, que logra mantener la tensión con imágenes perturbadoras obligando al lector a no despegarse de sus páginas”.
Perezagua (Sevilla, 1978) recibirá el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, reconocimiento al trabajo literario de las mujeres en el mundo hispano, dotado de diez mil dólares, en el aniversario número 30 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), edición en que América latina será la región invitada de honor. Yoro empieza cuando cae Little Boy sobre Hiroshima, el 6 de agosto de 1945, a las 8.15 de la mañana. La primera bomba atómica, que para muchos significó destrucción total, para H, la narradora hermafrodita que ha cometido un crimen que se irá desvelando de a poco en las páginas de la novela, fue la nube luminosa que le consintió abrazar su verdadero ser: “Si se me permite que me atreva imaginar una víctima beneficiada por la bomba, esa víctima soy yo. Perdí miembros, trocitos de carne, familiares, y nadie más me resarcirá jamás de esas pérdidas, pero gané otras cosas acaso más importantes”. La narradora premiada afirma que no tiene articulada ninguna poética, pero que intenta hacer algo “bonito” en su escritura a partir de algo terrible, “como una víctima de Hiroshima que puede sentirse agradecida por algo”. Este premio lo recibe “muy contenta” por muchas razones. “Siempre he tenido la obra de Sor Juana, su escritura, muy presente; una de las obras que comenté en mi examen de doctorado fue la Carta Atenagórica. Y agradezco el hecho de que este premio sea otorgado en México, un país muy importante en mi carrera, donde siempre he sido bien recibida”, reconoce la autora de los libros de cuentos Criaturas abisales (2011) y Leche (2013), y la novela Don Quijote de Manhattan, también publicada, como toda su obra, por Los Libros del Lince.
“Me gusta pensar a Yoro como una novela de redención. El personaje principal consigue lograr la voz que le habían quitado; me quedo con la idea de hacer lo necesario por conseguir el lugar en la vida que han intentado arrebatarte. El cuerpo es lo último. Te pueden quitar todo, pero sigues teniendo un cuerpo con el que te levantas y puedes poner un pie delante de otro. Las experiencias corporales son muy importantes como un modo de resistencia: ésta es mi presencia, aquí estoy yo”, reflexiona Perezagua, licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Sevilla, que ha sido profesora de español en la Universidad de Nueva York, ciudad donde vive hace más de una década. “El mundo será mejor cuando no pensemos en binarismos. Cuando yo no vea que el otro es negro o mujer. Lo ideal sería combinarlos, y se puede, cuestión de imaginación y de estar dispuesto a ser hombre y/o mujer. Me interesa muchísimo el pensamiento de Beatriz/Paul Preciado. No, no soy bisexual, algo que puntualizo sólo para que se vea la distancia entre mi pensamiento y mis actos, siendo los primeros mucho más avanzados que los segundos”, suele aclarar la escritora, cuya obra está siendo traducida al japonés, alemán, italiano, húngaro, portugués, polaco e inglés.
“Hay en la voz de esta autora, en su fraseo puño por puño, una sorprendente calma, una certeza, una bellísima esperanza. Algo late, algo vive, algo es, entre los escombros de nosotros mismos. Frente a la dureza de sus arrugadas texturas, la escritura de estas tenebrosas narraciones ofrece la firmeza de una voz inquebrantable, el ritmo austero y preciso de quien sabe por dónde anda, aunque camine por la oscuridad”, plantea el escritor Ray Loriga en el prólogo del libro de cuentos Leche. “Tengo una relación muy íntima con el agua, y esta relación, al ser tan íntima, afecta a mi escritura –advierte la narradora sevillana–. Cuando escribía cuento practicaba apnea, buceo a pulmón. El día que decidí escribir una novela me pasé al nado de larga distancia en aguas abiertas. Hacer distancias de 10 o 15 kilómetros en el agua mientras entrenaba me resultaba incompatible con los ritmos de un cuento”. Perezagua comenta que hace unos años le costaba responder si un escritor podía transformar el mundo. “Hoy pienso que todos somos responsables de todos. Ya no tengo ninguna duda. Poner al lector entre la espada y la pared significa hacerle ver, a través de la ficción, que también él empuña una espada que, en muchas ocasiones, empuja a otro hacia esa misma pared que él teme”.