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Martes, 24 de junio de 2008

CINE › GUSTAVO SANTAOLALLA ANTE EL ESTRENO PORTEñO DE CAFé DE LOS MAESTROS

“A mí estos tipos me dan envidia”

Gestor de la idea y director artístico junto a Gustavo Mozzi, el músico y productor destaca la “sabiduría” de los músicos reunidos y anticipa que la película cierra una etapa y da comienzo a otra. Quiere salir a girar por el mundo con las glorias tangueras.

 Por Karina Micheletto

El proyecto arrancó con un disco doble, siguió con un libro, una gran presentación en vivo en el Colón y ahora cierra una primera etapa con una película que este jueves se estrena en los cines de Buenos Aires. Café de los maestros se propuso –y logró– reunir a los grandes valores del tango, pero esta vez desde el concepto exactamente opuesto al que puede evocar en el recuerdo la sola mención de aquel programa que en los ’80 acaparó el tango como una pieza de museo. En las voces y los instrumentos de estos maestros convocados al café, el tango está más vivo que nunca. No sólo eso: la vitalidad es contagiosa. Los protagonistas excluyentes de esta historia son Leopoldo Federico, Horacio Salgán, Atilio Stampone, Ubaldo de Lío, Mariano Mores, Virginia Luque, Emilio Balcarce, Oscar Berlingeri, Aníbal Arias, Ernesto Baffa, Chula Clausi, Emilio de la Peña, Oscar Ferrari, Juan Carlos Godoy, Carlos Lázzari, Osvaldo “Marinero” Montes, Fernando Suárez Paz, Alberto Podestá, Osvaldo Requena, y los ya fallecidos José Libertella, Carlos García y Lágrima Ríos.

Estos músicos tocan, dirigen y arreglan con maestría aquí y ahora, pero también son portadores de la historia de oro del tango: en conjunto, el seleccionado incluye integrantes de todas las orquestas históricas del género, de Pugliese a D’Arienzo, de Di Sarli a Troilo y a Piazzolla. Detrás de estos maestros está Gustavo Santaolalla, el gestor de la idea y director artístico junto a Gustavo Mozzi. Y específicamente, detrás de la película que se estrena el jueves, están también el director Miguel Kohan y los productores Walter Salles y Lita Stantic.

“La intención es que el proyecto siga, pero obviamente con el estreno de la película se cierra la etapa importante, la de los cimientos del proyecto”, explica Gustavo Santaolalla a PáginaI12, recién llegado a la Argentina para la presentación de la película. El doble ganador del Oscar dice que la experiencia lo entusiasmó tanto, que ya está trabajando en la idea de armar su propia productora. Y enseguida arremete con los próximos pasos de Café de los maestros: “Los discos sólo fueron editados en la Argentina, ahora van a salir en todo el mundo a través de Surco (su sello discográfico) y Deutsche Grammophon. También queremos sacar el libro traducido a otros idiomas. Y lo mejor: salir a girar con los maestros. Hace unos días presentamos en París el primer concierto en vivo después del Colón. Y luego sacaremos uno o dos discos más con todo el material que quedó grabado, que es bárbaro”.

Santaolalla acaba de llegar de Lisboa, donde estuvo produciendo el primer disco de una joven fadista. Antes estuvo en París presentando el show de Café de los maestros. Y antes en Los Angeles, produciendo diversos discos. En Buenos Aires se ocupará también de terminar los CDs del dúo folklórico Orozco Barrientos y de Terraplén, un grupo que cruza folklore y electrónica. Después vuelve a trabajar a Los Angeles, y luego a encontrarse nuevamente con el Dalai Lama en Filadelfia, para el proyecto The Missing Peace. También dice que empezó a trabajar en la próxima película de Alejandro González Iñárritu, que pronto comenzará con On the Road, el film de Walter Salles basado en el libro de Jacques Kerouac... “Ah, y estoy girando mucho con Bajo Fondo, pasan cosas locas: Mar dulce es disco de oro en Grecia, por ejemplo, tocamos sold out en Praga, Berlín, Londres, este año hacemos Latinoamérica, Estados Unidos y Asia”.

–Ya me agotó.

–Bueno, también estoy desarrollando un espectáculo de danza basado en la música de Bajofondo.

–Detengámonos por ahora en la película. ¿Qué fue lo más difícil y lo más disfrutable de hacerla?

–Disfrutable realmente fue todo, y obviamente lo mejor fue verla terminada. Hubo mucha cosa difícil también: algunas pertinentes al proyecto en general, más allá de la película, el lograr congregar a todos estos genios, tener la confianza de ellos, poder hacer el disco, el concierto en el Colón, todo eso tuvo sus complicaciones. Llevó mucho tiempo, empezamos a trabajar en octubre de 2003. En cuanto a la película, lo más difícil fue que al no tener un guión previo, ni demasiada preproducción, terminamos con trescientas horas de grabación, con las cuales había que hacer una película que lograra lo que queríamos.

–¿Qué era?

–El objetivo nunca fue hacer algo didáctico, ni un documental de tipo televisivo, sino hacer una película que invitara a asomarse a este mundo alucinante del tango, y también a sus grandes creadores, con sus vidas tan especiales. Nos encantaría que cuando salgas del cine te vayas con ganas de conocer más de esta música, y más de los que la hacen. Si se logra eso, el objetivo está cumplido. Nunca tuvimos la ambición loca de pensar que con tanta gente involucrada íbamos a poder profundizar en la vida de cada uno. No podíamos dejar a nadie afuera, si bien hay algunos que son más stars que otros, todos son muy importantes. Y quisimos hacer otra cosa con la película: resaltar el tema de la edad. Nuestra sociedad está cada vez más dirigida ya no a lo joven, diría a lo prejoven. El éxito es High School Musical, Patito feo. No tengo nada en contra de estas cosas per se, pero eso viene acompañado de una fijación social por la juventud. Y así es como los viejos son descartables, ya no son la gente a la que hay que recurrir cuando hay que tomar una decisión, los referentes importantes. En la película quisimos que eso se viera.

–En la película no aparecen los nombres de los maestros, sólo se leen al final. ¿Fue, justamente, para no volverla didáctica?

–Es una decisión estética y de comunicación. Desde lo estético, queríamos que el film tuviese una fluidez cinematográfica y poner los nombres debajo de cada uno le daba un carácter de documental televisivo. En cuanto a la comunicación, para la gente que sabe quiénes son, es lo mismo que los nombres estén o no. Para el que no lo sabe, para la mayoría de los extranjeros, también es lo mismo: son 18 maestros, es imposible que retengan todos esos nombres. Decidimos incluir al final un retrato de cada uno con sus nombres. Si hay alguno que te llamó mucho la atención y sentís curiosidad por conocer más de él, vas a prestar atención.

–No sólo son muchos los protagonistas, también hay mucha música, y no es un musical. ¿Cómo manejaron ese tema?

–Es cierto, fue otro tema a decidir. Por un lado, nos preocupamos porque el sonido fuera impecable. Por el otro, decidimos no incluir ningún tema completo, pero como esta música es tan rica, el espectador igual sale empapado de tango. De todos modos, está la idea de agregar un extra que contenga una parte del concierto del Colón con los temas completos en la edición del DVD. También hay un proyecto de hacer microprogramas de televisión dedicados específicamente a cada maestro, con otra estética. Queremos hacer mil cosas con el proyecto. Pero para mí era muy importante hacer una película que tuviera ritmo y que fuera muy entretenida. Que tuviera la juventud y el brío que tienen los maestros como artistas e intérpretes. Que transmita la velocidad que tienen. Quizá no para desplazarse de un lado a otro, pero sí la que llevan adentro: la lucidez, la locura y la creatividad que tienen.

–¿Hay algún momento especial en la película para usted?

–Está lleno de momentos lindos, cada personaje tiene el suyo. Libertella, cuando dice: “Cuando uno graba, piensa que es otro. Pero después, cuando se escucha, se da cuenta de que es uno”. ¡Muy grosso! Cualquier músico que haya grabado puede decir que es exactamente así, cuando grabás está todo fenómeno, cuando te escuchás te das cuenta de que ése sos vos, con todas tus limitaciones. O Carlos García: “Si cuando tocás un tango no sentís un estremecimiento acá en el pecho, dedicate a otra cosa”. O lo que pasó con Virginia Luque cuando grabó “Canción de Buenos Aires”. Grabamos primero su voz de referencia y esa canción tiene unos espacios enormes de silencio, la orquesta la va siguiendo a ella. Cuando fue a grabar al otro día la voz definitiva, yo pensé: ¿y ahora cómo va a hacer esta señora para cantar sobre una orquesta que la siguió antes? Así que le dije: “Mire, Virginia, no se preocupe, hoy con el protools podemos acomodar las frases, acortarlas o alargarlas”. Me miró muy seria, como diciendo: te voy a matar. Me dijo: “Yo no voy a hacer ninguna toma. Voy a hacerlo para que quede perfecto”. Y tal cual, la grabó una vez, sin un error. Fue un momento de mucha emoción en el estudio.

–¿Hay algo que lo haya enorgullecido especialmente?

–Quizá sentir que de alguna manera uno ayudó a que se registre y se preserve material de este nivel de artistas. Lamentablemente, tres de ellos ya no están más, fueron sus últimos registros y me siento orgulloso de haber contribuido a que se haya podido capturar eso.

–¿Qué devoluciones tuvo, algo le llamó la atención?

–El interés que despierta el tango en la gente, todos quieren conocer más. Afuera se conoce muchísimo a Piazzolla, pero no tanto de esta época de oro del tango. O dicen que conocían más sobre el baile, y no habían prestado atención a la música. También está el tema de la sabiduría de la edad que comenté antes. Es fuerte ver a personas mayores con semejante vitalidad, con ese compromiso con lo que quisieron hacer toda su vida, y en resumen con esa felicidad que tienen, esa plenitud que transmiten. Eso pega mucho en la gente, de alguna manera también hace cuestionar qué estás haciendo con tu vida.

–Al estreno en Berlín lo acompañaron Montes, Godoy y Arias, que por ahora son los únicos que se vieron filmados. ¿Qué le dijeron?

–Lagrimeamos juntos. ¡Y trajimos todo un anecdotario no publicable! (risas). Los tipos están al mango. Esos sí que son ¡rock and roll nennenenen! (imita a Pomelo, el personaje de Peter Capusotto y sus videos). Tratando de levantarse chicas, todo, igual. Sólo cambia la edad, pero están totalmente en forma. A mí me dan envidia.

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Santaolalla con Mariano Mores, Horacio Salgán y Fernando Suárez Paz, tres de los maestros.
 
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