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Jueves, 14 de agosto de 2008

CINE › UN NOVIO PARA MI MUJER, DE JUAN TARATUTO

La fábula de la Bruja

Valeria Bertuccelli es toda una película en sí misma, y el planteo inicial suena interesante. Pero el intento naufraga en una puesta en escena y narración desganadas.

 Por Horacio Bernades

A los cinco minutos de película, El Tenso (Adrián Suar) ya está tratando de sacarse de encima a su mujer, La Tana (Valeria Bertuccelli), aconsejado por sus compañeros de fútbol 5. Según la película se ocupó de demostrar en los cinco minutos anteriores, El Tenso –muchacho de barrio ingenuo y querible– parece amparado por toda la razón del mundo. Sucede que La Tana es la exacta representación de La Bruja, fantasía misógina que alucina, en cada esposa, un monstruo protestón, avinagrado e insoportable. La cosa no es tan grave como parece, en tanto ese resulta no ser el punto de vista de la película, sino el de El Tenso y sus amigos. Así queda claro a partir del momento en que La Tana, vivificada por los avances de El Cuervo (Gabriel Goity) –seductor profesional contratado por El Tenso para sacársela de encima– empieza a inclinar la balanza hacia el otro lado.

¿Ese balanceo de puntos de vista hace de Un novio para mi mujer una buena película? Lamentablemente, no. Otra vez con guión de Pablo Solarz, como la anterior ¿Quién dijo que es fácil?, el opus 3 de Juan Taratuto confirma el paulatino retroceso experimentado por el cine del realizador, desde ese verdadero fenómeno de boca en boca que fue la apenas módica No sos vos, soy yo. Verdadero concentrado de negatividad, La Tana despotrica contra todo y contra todos, desde los titulares de los diarios hasta la gente que vive pendiente de los signos astrológicos. Incluyendo, claro, a su marido, dato esencial para la existencia de La Bruja.

Pero sucede que la que interpreta a La Tana es Valeria Bertuccelli, y Valeria Bertuccelli es, más que una actriz, una película en sí misma. Arrasadora como de costumbre, la actriz de Los guantes mágicos y Lluvia se las arregla para darle vida a un personaje mil veces más fuerte, atractivo e inteligente que el de su marido, generando por sí sola una suerte de escisión en el punto de vista. Escisión que no hará más que confirmarse cuando La Tana del comienzo dé paso a otra, que parecía no haber estado allí hasta entonces. No al menos para el pavote del marido.

El problema de Un novio para mi mujer pasa por otro lado y tiene que ver con el descuido o desgano con que está narrada y puesta en escena. La narración aparece reducida al puro esqueleto de la fórmula A + B= C, con una primera parte A, una segunda B y una tercera C, rematándose con un “aquí no ha pasado nada”. Hay escenas que no están a la altura de lo que parecería haber sido su concepción, como la de la presentación de El Cuervo, que quiere parodiar la contratación de un asesino serial pero finalmente se queda a medio camino. Hay recursos visuales usados fuera de toda continuidad, como cierta fantasía en la que El Tenso se imagina saliendo despedido hacia arriba. Amplios movimientos de grúa que no llevan a ninguna parte, como el inicial. Un flashback irrelevante, cuya sola función parecería ser la de dar lugar a un cameo del amigo Guillermo Francella. O la división de la pantalla en tres, en una única escena, para mostrar en paralelo a los protagonistas, sin que esa simultaneidad se vea dramáticamente justificada ni visualmente retomada.

5-UN NOVIO PARA MI MUJER

Argentina, 2008.

Dirección: Juan Taratuto.

Guión: Pablo Solarz.

Intérpretes: Adrián Suar, Valeria Bertu-ccelli y Gabriel Goity.

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La Tana y El Tenso, una historia que no termina de cuajar.
 
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