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Jueves, 23 de octubre de 2008

CINE › QUéMESE DESPUéS DE LEERSE, CON GEORGE CLOONEY Y BRAD PITT

El endiablado mecanismo Coen

Esta vez, los hermanos Joel y Ethan adoptan un tono menos cruel. Pero aun con tono de comedia, su galería de personajes termina encerrada en un complejo juego de caminos y desvíos que arranca con la autobiografía de un ex agente de la CIA.

 Por Horacio Bernades

“¿Tanto lío por tus memorias? ¿A quién le pueden interesar?”, se asombra la esposa de Osbourne Cox. Tanto menosprecia la señora a su marido, que parecería no advertir que las memorias de un ex agente de la CIA son siempre material inflamable. Por más que el ex agente en cuestión no sea 007, sino un mero analista de sistemas. Como siempre en la obra de los hermanos Coen, en Quémese después de leerse el mundo se divide entre los que desprecian y los despreciables. O entre halcones y ratas, si se prefiere. Sin embargo –que sea una comedia ayuda– tanta misantropía es tamizada esta vez por un filtro más amable, menos severo que en Simplemente sangre, Fargo o Sin lugar para los débiles. Como si en lugar de despiadados dioses distantes, los realizadores de Barton Fink se hubieran dejado arrastrar a la altura de sus criaturas, descubriendo que eso puede ser sumamente divertido.

Pero es verdad que Quémese después de leerse empieza con un plano que sólo un habitante del Olimpo podría filmar. En un acercamiento como de microscopio, primero se ve la Tierra, después Estados Unidos, luego el estado de Virginia, la ciudad de Langley. ¿Qué otra cosa hay en Langley, Virginia, que no sea el cuartel general de la CIA? Allí lo esperan a Osbourne Cox (un John Malkovich de traje, moñito y gesto de lejano asco) para comunicarle su degradación. De ahí en más, gracias a un endiablado mecanismo marca Coen, todo responde a la lógica del dominó. O a la ley de Murphy. Dada la complejidad y profusión de caminos, desvíos y personajes, un símil más justo serían esos juegos infantiles llenos de caminitos y declives, en el que un montón de pelotitas de acero se cruzan y rebotan. A la larga, indefectiblemente caen.

En esta ocasión las pelotitas son, además de Cox, un par de entrenadores de gimnasio que quieren chantajearlo con cierto diske-tte perdido y encontrado (Frances McDormand y un imperdible Brad Pitt), un colega de Cox y amante de su señora (George Clooney, por tercera vez en el planeta Coen), la señora Cox, que quiere patear a su marido de la peor manera (Tilda Swinton), la esposa de Clooney, que por más que escriba preciosos libros para niños también ansía dejarlo en la estacada, los superiores de Cox (entre ellos David Rasche/Martillo Hammer y el gran J. K. Rollins) y hasta diplomáticos de la embajada rusa. A ellos acudieron McDormand y Pitt, con la intención de venderles el diskette que contiene, suponen ellos, importantísimos secretos del espionaje internacional. “Señora, yo no tengo nada que ver, soy el agregado cultural”, se sorprende, en la embajada, el perplejo funcionario que los atiende, tan soviético como en una de Bond.

Como si Kafka se hubiera puesto a contar una de espías con ganas de divertirse y divertir, en Quémese después de leerse todo se vuelve lejanamente absurdo, nadie entiende demasiado lo que pasa. Salvo el espectador, a quien esta vez los hermanos invitan a jugar, en lugar de entregarle un paquete cerrado y con moño, como en la mayoría de sus películas. Relectura no fumada de El gran Lebowski, remake benévola de Fargo, comedia lograda (a diferencia de El gran salto, ¿Dónde estás, hermano? o El amor cuesta caro, todas fallidas), la película de los Coen a la que Quémese... más se parece, por espíritu lúdico y generosidad ficcional, es Educando a Arizona. De la cual sería la versión apolínea: allí donde todo era caricatura ruidosa y feroz, aquí es contención, sobriedad, elipsis y relax.

No es que la caricatura esté del todo ausente: Malkovich revolea los ojos casi tanto como de costumbre, por momentos McDormand parece metida en una sitcom televisiva (y no de las buenas), Clooney se autorridiculiza tanto como en ¿Dónde estás hermano? y El amor cuesta caro (pero en una sola escena, la de su presentación) y ciertas ideas cómicas (como la del sillón con consolador) son tan gruesas como la comicidad de los Coen suele ser. La diferencia es que esta vez todo eso no ocupa el centro de la escena, sino los bordes. Lo que importa, lo que convierte a Quémese después de leerse en una película para gozar de a muchos, es la forma en la que las pelotitas se echan a rodar, se cruzan, desvían y finalmente caen. Caen, no tanto por ellas como por el orden que las contiene.

8-QUEMESE DESPUES DE LEERSE

(Burn After Reading, EE.UU., 2008).

Dirección, guión y montaje: Joel y Ethan Coen.

Fotografía: Emmanuel Lubezky.

Música: Carter Burwell.

Intérpretes: George Clooney, Frances McDormand, John Malkovich, Brad Pitt, Tilda Swinton y Richard Jenkins.

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Clooney es un agente con pocos escrúpulos; Pitt, un imperdible entrenador de gimnasio.
 
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