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Jueves, 13 de noviembre de 2008

CINE › VIL ROMANCE, UN COEUR SIMPLE Y HOME EN EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA

Entre la excentricidad y la locura

Los estrenos recientes de la competencia oficial del evento abarcan, con calidad desigual, la historia de un amor extraño, el relato de una familia disfuncional y un drama de época que carga con todos los clichés del género.

 Por Horacio Bernades

Desde Mar del Plata

“Mi culo es mío”, recula Raúl, intentando poner a salvo el último reducto de su masculinidad, con voz aguardentosa. Raúl es un heavy veterano de zona sur, separado y con una hija, y por lo visto le gusta dar, pero no recibir. Ese es uno de los problemas de su relación con Roberto, el chico de Ezpeleta que ha llevado a vivir a su casa, y que reclama un ida y vuelta que el otro no parece dispuesto a conceder. Sólo uno de los problemas: Raúl –que se dedica al noble oficio del tráfico de armas– también tiene tendencia a fajar a su pareja por cualquier cosa. Además de amenazar a Roberto con matarle a la mamá y la hermana. La mamá, porque se le quejó del maltrato al hijo. La hermana, porque se lo quiso voltear (a Raúl). Y el tipo será una bestia, pero tiene su código. Historia de un amor (¿de un amor?) complicado, aún en su desprolijidad la tierna, trágica, cruda y bruta Vil romance (producida por una compañía adecuadamente llamada Cinebruto) es lo más destacado que presenta por estos días la Competencia Internacional del 23º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.

Vil romance es el primer largo del quilmeño José Campusano, de quien unos años atrás se había presentado, en este mismo festival, Bosques, mediometraje codirigido junto a Gianfranco Quattrini. Todo lo que se anunciaba allá se concreta aquí: fidelidad al entorno, carácter semidocumental, coherencia indeleble en cada detalle (el habla de los personajes, el vestuario, cada mínimo accesorio del decorado) y, sobre todo, una sintonía absoluta con ese mundo, esos ambientes, esas criaturas. Lo mejor de Vil romance (no por nada se llama como un tema de Riff: con sus largas mechas canosas, su campera de cuero negro, su vozarrón y sus anillos, Raúl es Pappo redivivo) es que el mundo que muestra, cuyos valores invierten los de la moral burguesa, no está visto ni como marginal ni como contracultural. Está visto como la única normalidad posible. Desde ese punto de vista, en el que no hay el menor resquicio para ningún juicio moral (sea a favor o en contra) surgen los momentos más extraordinarios de esta película ordinaria. Como la escena en la que una señora mayor y una chica –ninguna de ellas con el más remoto parecido a una top model– están en medio de tremenda festichola, con dos gordos en slip. Cuando Roberto las descubre, el espectador descubre a su vez que esa señora y esa chica son su mamá y su hermana. Jamás se sabrá si se dedican a la prostitución o lo hacen de puro gusto. Da lo mismo, no importa.

Desde ya que tampoco hay la menor sórdidos, sensacionalismo o voluntad de escándalo en Vil romance. Lo que hay, como se ocupó de subrayar Campusano en la conferencia de prensa posterior a la exhibición, es un deseo radical de autenticidad. En ese punto, desde ya que el realizador puede darse por cumplido. Eso tampoco quiere decir que la suya sea una película absolutamente redonda. Irregularidades en las actuaciones, alguna que otra desprolijidad narrativa y un par de notas falsas se lo impiden. De lo que no quedan dudas es de que Vil romance no es un diamante falso: es uno bien genuino. Diamante en bruto, claro. En el comienzo de Home –otra de las películas presentadas por estos días en Competencia Internacional– una familia juega al hockey, de noche, en el patio de su casa. A la mañana siguiente, cuando haya más luz, se descubrirá que lo que parecía patio es en verdad una autopista fuera de uso, que la familia usa para desparramar reposeras, un sillón (de living), el televisor, patines, un arquito de fútbol. Que enseguida aparezcan los cinco en el baño, con la hija mayor en pelotas y mamá y papá lavándole las patas al menor, confirma que Martha y los suyos no son una familia muy normal. La reapertura de la autopista-patio terminará por ponerlos mucho más locos.

Dirigida por la realizadora suiza-francesa Ursula Meier, con Isabelle Huppert y el belga Olivier Gourmet (actor icónico de los hermanos Dardenne) en el papel de Mamá y Papá, hay cosas que Home trabaja muy bien. El pasaje de una simpática forma de excentricidad a una violenta e implosiva forma de locura es una de ellas, de un modo que recuerda a las furiosas familias cassavetianas. El creciente absurdo urbano que conlleva la reinauguración de la autopista es otra línea que la realizadora sabe desarrollar. Martha y los suyos se ven obligados a esperar el hueco entre un auto a mil y otro para cruzar a hacer las compras, a comprar pilas de tapones para los oídos para soportar el ruido, a desayunar frente a la hilera de autos que pasan y, finalmente, a tapiar puertas y ventanas, corriendo riesgo de ahogo por falta de oxígeno. Hay una zona, sin embargo, en la que el catálogo de excentricidades familiares llega a cansar, hasta que al final es como si se convirtieran en los protagonistas de El discreto encanto de la burguesía. Un encanto más que discreto tiene, en sus mejores momentos, esta película de la Sra. Meier, a la que la presencia de Mme. Huppert realza, sin duda. Claro que si sólo con grandes nombres se pudiera hacer una buena película, la francesa Un coeur simple, otra de las concursantes de Competencia Internacional (que presenta a Sandrine Bonnaire en el protagónico) sería buena. Y no lo es.

Basada en un cuento de Gustave Flaubert (el mismo que Julian Barnes homenajeara en El loro de Flaubert), el drama de época Un coeur simple carga, uno a uno, con todos los lastres que pueden afectar a ese formato cinematográfico: el academicismo, el pictoricismo, la falsa qualité, el peso del plomo. Más inadmisible aún es la película mexicana en competencia, Desierto adentro, hasta el punto que lleva a preguntarse qué criterios llevaron a incluirla en la Competencia Internacional del FicMdP. Dirigida por el uruguayo Rodrigo Pla (cuya ópera prima de 2007, La zona, cuenta con sus defensores), Desierto adentro desperdicia un episodio fascinante de la historia latinoamericana de comienzos del siglo XX, la llamada Guerra cristera, al convertirla en culebrón histórico, narrado de forma tan, pero tan convencional, que si se hubiera estrenado en el mismo año en que la ficción transcurre (1926), igual habría estado envejecida.

Vil romance se verá por última vez hoy a las 16, en el Teatro Auditorium. Home, hoy a las 17 en el cine Ambassador 1. Un coeur simple, hoy a las 21.30 y mañana a las 17, en ambos casos en el Ambassador 1.

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Vil romance, de José Campusano, sorprende sin escándalo ni sensacionalismo.
 
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