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Jueves, 27 de noviembre de 2008

CINE › RED DE MENTIRAS, DE RIDLEY SCOTT, CON LEONARDO DICAPRIO Y RUSSELL CROWE

La guerra como un sueño electrónico

Nueva adición a la larga serie de thrillers de espionaje en Medio Oriente que el cine estadounidense viene entregando a partir de la ocupación de Irak, Red de mentiras describe la guerra actual como un juego de computadoras y satélites.

 Por Horacio Bernades

Distante, deshumanizada, entrevista a través de pantallas líquidas, más parecida a un vaporoso sueño electrónico que a un sangriento campo de batalla. Así es la guerra tecno que se libra hoy en día, en el mundo árabe o en cualquier otro frente. Así es, al menos, como la ve Ridley Scott en Red de mentiras, nueva adición a la larga serie de thrillers de espionaje en Medio Oriente que el cine estadounidense viene entregando, a partir de la ocupación de Irak. Como Syriana o El sospechoso, Red de mentiras apuesta, desde su trama y dispositivo visual, a poner al espectador en medio de una verdad tan elusiva como suele serlo la de la política, el espionaje o la guerra. El riesgo que se corre, claro, es que tanta intangibilidad lleve a la simple y llana pérdida de interés, sumergidos en un mundo de imágenes en fuga, intrigas lejanas y pantallas planas.

¿Qué es más peligroso? ¿Un fanático islámico venerado casi como profeta, el elegante jefe de un servicio de inteligencia árabe o un padre de familia tan gordo e inofensivo como Homero Simpson, pero con un cargo en la CIA? Al final de Red de mentiras, el héroe y el espectador tendrán la respuesta. El héroe (si es que puede llamárselo así) es Roger Ferris, un agente de esos que nadie quiere reconocer como propios, estacionado a la sazón en Medio Oriente. Morocho, con ojos oscuros y unos pelos hirsutos pegoteados a modo de barba, este DiCaprio no es definitivamente el mismo de ¿A quién ama Gilbert Grape?, Romeo + Julieta o Titanic. Que el tipo hable árabe facilita la búsqueda, pero no garantiza resultados. Lo que Ferris busca es el escondrijo de un tal Al Saleem, doble de cuerpo de Bin Laden (el actor israelí Alon Aboutboul), que acaba de avisarle al mundo que la bomba que estalló en un edificio de Manchester no es nada comparado con lo que va a venir.

Tras atravesar varios países árabes, ejecutando sin remordimientos a más de un sospechoso por el camino, Ferris idea –influido, tal vez, por el desierto de alrededor– una suerte de espejismo, destinado a capturar al barbudo. La puesta en escena cuenta con el OK del general Hani, jefe de la inteligencia jordana (el británico Mark Strong) y, sobre todo, del superior de Ferris en la CIA, Ed Hoffman (Russell Crowe, convertido casi en chancho humano). Consiste en montar, completo y con bajas entre la población civil, un ataque terrorista en Estados Unidos, llevado a cabo por una célula inexistente, presuntamente encabezada por un inofensivo arquitecto. Cuando el ataque se haya consumado, a la falsa casilla de mails del arquitecto deberán llegar enfervorizados apoyos de los jihadistas de todo el mundo árabe, incluido el émulo de Osama. Y ahí, ¡estás atrapado, Al! Como no hay género cinematográfico más apegado a la fábula del cazador cazado que el espionaje, es obvio que las cosas no saldrán de acuerdo con lo previsto.

De la simple lectura se desprende que todo el complicado ajedrez montado por Ferris –puesto en acción a través de celulares, blackberrys y hackeos informáticos– parece armado con piezas de juguete, despertando más irrisión que inquietud. Otro tanto puede decirse de toda una subtrama amorosa que recurre al viejo truco de la enfermera cariñosa (la belleza iraní Golshifteh Farahani) y que, en beneficio del resultado final, hubiera sido aconsejable extirpar del guión escrito por William Monahan (autor del de Los infiltrados), en base a una novela de David Ignatius, periodista de The Washington Post. Puesta en escena por sir Ridley con un refinamiento quizás extemporáneo, Red de mentiras cuenta, muy a su favor, con dos puntos fuertes, de implicaciones tan vastas que quedan resonando después de la película. Una es que la combinación entre la falta de escrúpulos, el teléfono sin manos y la fluidez de las autopistas telefónicas permiten que se ordene una desalmada ejecución, desde miles de kilómetros de distancia y sin dejar de bañar al hijo pequeño o cocinar algo en el hogar.

La otra fuente de inquietud que Red de mentiras desparrama generosamente es que, gracias a los satélites, cualquier habitante del planeta Tierra puede aparecer –en cualquier momento y en cualquier parte– en la pantalla gigante del cuartel central de un servicio de inteligencia, quedando a su entera disposición. Y ya se sabe que lo que esos servicios disponen no suele ir en beneficio del animal humano.

6-RED DE MENTIRAS

Body of Lies, EE.UU., 2008.

Dirección: Ridley Scott.

Guión: William Monahan, sobre novela de David Ignatius.

Fotografía: Alexander Witt.

Montaje: Pietro Scalia.

Intérpretes: Leonardo DiCaprio, Russell Crowe, Mark Strong, Golshifteh Farahani y Alon Aboutboul.

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Crowe y DiCaprio, envueltos en una trama de espejismos políticos y hackeos informáticos.
 
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