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Miércoles, 3 de junio de 2009

CINE › TERMINATOR: SALVATION, PROTAGONIZADA POR CHRISTIAN BALE

El futuro es una lata... inoxidable

La salvación es un trabajo de ingeniería industrial, tan maquinal como aquello que dice combatir, pero no por eso desechable.

 Por Horacio Bernades

¿Puede un hombre de treinta y pico salvar de la muerte a su padre, en ese momento menor que él, para que en el pasado pueda gestarlo? La saga de Terminator, que en sus dos entregas anteriores había puesto entre paréntesis las paradojas generadas por la rara temporalidad de la primera parte, vuelve a enrevesarse en La salvación, primera de las cuatro que transcurre en el futuro. Rizando el rizo temporal de la serie, si en la primera Terminator el soldado Kyle Reese debía proteger a Sarah Connor para que ésta pudiera dar a luz a su hijo John, aquí John debe salvar a Reese... para poder nacer. Al mismo tiempo que cierra ese ciclo, La salvación pone a girar otro, cuestión de asegurar esta vez no la supervivencia de John Connor, sino la de la serie en sí: ahora, en 2018, la esposa de Connor está grávida. De modo que en Terminator 5 –que bien podría transcurrir en 2029, el año en que John Connor enviará a su padre al pasado– las máquinas podrán matar al héroe sin problemas: ahora tiene quien pueda sucederlo. Si todo suena complicadísimo, en términos narrativos no lo es. Parte de la eficacia de Terminator: La salvación deriva del modo en que hace sencillo lo complicado.

Curiosamente para una saga que hace del rulo temporal su motor, la vida del héroe se sigue narrando del modo más lineal y cronológico. Pasando a limpio, John Connor nace tras el final de la primera parte (1984), es un preadolescente en T2: El día del juicio (1991), un jovencito en T3: La rebelión de las máquinas (2003) y ahora, en Terminator: La salvación, un señor de más de treinta. El comienzo lo muestra casado, con esposa embarazada (Bryce Dallas Howard, tan sosa como su personaje) y, como se sabe, con los rasgos de Christian Bale, en pleno tren de convertirse en el héroe de acción de la época. Aunque no es verdad que Connor aparezca al comienzo de la película. La salvación se inicia con la presentación de alguien que va a morir. Se trata de Marcus Wright (debut del australiano Sam Worthington, duro de muy moderna fragilidad latente), un condenado a muerte a quien su pareja, médica enferma de cáncer (Helena Bonham Carter, calva), le pide, como gesto postrero, la donación de su corazón a la ciencia. Habrá que atravesar muchos choques y batallas para enterarse del verdadero sentido del experimento, apuntado a emparchar la ausencia de lo que en entregas anteriores era vital: el némesis del héroe, el terminator “malo”.

Ante la ausencia de un villano (basta que sobre el final aparezca un Schwarzenegger digitalizado, icónicamente desnudo, para que esa ausencia cobre todo su cuerpo), un héroe sin otras aristas que la de una dolorida determinación, un montón de resistentes de escaso peso y una guerrera (la morocha Moon Bloodgood) que no va mucho más allá del homenaje a Linda Hamilton, Marcus Wright es, claramente, uno de los dos personajes más interesantes de La salvación. Dividido entre su condición y su deseo, entre su naturaleza y su hechura, Wright es el más fiel a la esencia misma de la serie, y no es casual que la escena en la que toma conciencia de su verdadera identidad sea uno de los momentos más fuertes de la película. El otro que tiene dobleces es el jefe de la resistencia, superior de Connor, cuya letal fidelidad a la lógica militar desencadena el conflicto final. Que el actor que lo encarna sea Michael Ironside, uno de los más extraordinarios villanos de los ’80 y los ’90 (recordar Scanners y El vengador del futuro), le agrega pimienta extra.

El realizador McG (autor del dueto paródico Los ángeles de Charlie; gozable la primera, descartable la segunda) define a La salvación como “película de guerra”, y no se equivoca. La guerra es entre esa fábrica de terminators llamada Skynet y el puñado de resistentes humanos, que a falta de un enemigo único y superpoderoso deberán vérselas con una variedad de máquinas de matar, parientes de los Transformers en tamaño y, en un caso, de la asombrosa moto-gadget de Batman: El caballero de la noche. Con combates a la altura de las expectativas, una lograda secuencia final en una fundición (localización clásica de la serie), mucho ruido a lata chocando y la proliferación habitual de metal y de vehículos (a las motos y camiones se les suma un submarino), lo que no tiene La salvación es una pizca del sentido del humor que daba equilibrio a las anteriores (incluyendo la despreciada y magnífica T3). No hay más remedio que caer en una terminología al uso (“oscura y opresiva”) para referir a sus largas noches, tono y rostros graves, diseño post-industrial color de hollín. Terminator: La salvación no es un “tanque de autor”, al estilo de las del propio Cameron o las Batman de Christopher Nolan. Es un trabajo de ingeniería industrial, tan maquinal tal vez como aquello que dice combatir, pero no por eso desechable como chatarra cinematográfica.

7-TERMINATOR: LA SALVACION

(Terminator: Salvation, EE.UU., 2009)

Dirección: McG.

Guión: John Brancato y Michael Ferris. Fotografía: Shane Huribut.

Música: Danny Elfman.

Intérpretes: Christian Bale, Sam Worthington, Anton Yelchin, Moon Bloodgood, Bryce Dallas Howard, Helena Bonham Carter y Jane Alexander.

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El cuarto Terminator no cuenta como “tanque de autor”, pero tampoco debe considerarse chatarra.
 
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