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Domingo, 9 de agosto de 2009

CINE › RICARDO DARIN Y JUAN JOSE CAMPANELLA HABLAN DE EL SECRETO DE SUS OJOS

Entre el policial y el drama romántico

Basada en una novela de Eduardo Sacheri, la nueva película del dúo de El hijo de la novia y Luna de Avellaneda, que se estrena el próximo jueves, tiene para ellos, simultáneamente, “suspenso, amor, elementos trágicos y, a la vez, también humor”.

 Por Oscar Ranzani

A esta altura, nadie debe dudar de que la dupla Juan José Campanella-Ricardo Darín goza de una vitalidad a toda prueba: el director de El hijo de la novia volvió a convocar al actor para protagonizar su nuevo largometraje, El secreto de sus ojos, que se estrena el jueves próximo. Lo acompañan Soledad Villamil, Guillermo Francella (en un importante papel dramático) y Pablo Rago. Darín participó en los principales largometrajes de Campanella: además de haber protagonizado hace diez años El mismo amor, la misma lluvia con Villamil, también fue protagonista en El hijo de la novia y en Luna de Avellaneda. El actor asegura que Campanella le empezó a contar de su proyecto “antes de tener una primera versión del guión”. Algunas de las claves de esta sociedad artística que funciona y que es ratificada por el público en las salas puede encontrarse en las propias palabras de Darín: “Toda vez que Juan tiene un proyecto entre sus manos o que le está dando vueltas en su cabeza y me abre la puerta y me invita yo ya me siento medio adentro”, explica el actor en la entrevista con Página/12, en la que también participa Campanella.

El secreto de sus ojos está basada en la novela La pregunta de sus ojos, de Eduardo Sacheri, que escribió el guión del film junto con Campanella. Darín compone a Benjamín Espósito, un experimentado empleado judicial que acaba de jubilarse y que decide escribir una novela. Pero no para pasar su tiempo sino como una necesidad de reconfigurar su presente. Espósito, entonces, se inspira en un caso judicial inconcluso que investigó en 1974 relacionado con el asesinato de una joven mujer. El film está narrado en dos tiempos, y cuando se sitúa en la década del ’70 se lo puede ver a Espósito trabajando en un juzgado penal, secundado por Sandoval, un viejo empleado, personaje entrañable que suele emborracharse y con el que trabará una amistad donde la lealtad será ejercida en términos absolutos (Francella, casi irreconocible físicamente). En la actualidad, mientras Espósito busca atar cabos sueltos para su libro, se reencuentra con Irene (Soledad Villamil), la secretaria del juzgado donde trabajaba y de quien estaba enamorado en los turbulentos ‘70. Casi treinta años después, él deberá revisar sus sentimientos hacia ella. Sin ajustarse a un género puro, Campanella navega por una trama que combina el policial y el drama romántico.

“Soy muy lector de la novelas policiales, pero lo que me resonó para hacer una película fue la combinación que maneja Sacheri de un género muy claro pero con personajes extremadamente cotidianos, que parecía casi como de una película sobre el mundo de la Justicia”, comenta Campanella, que agrega que le parecía “que eran personajes comunes en una situación extraordinaria. Y eso, generalmente, no lo maneja demasiado el policial. Me gustó mucho que en la misma escena podía haber suspenso, amor, elementos trágicos y, a la vez, también humor. Y quería mezclar todas esas cosas a ver qué salía.”

–Volvió a adaptar una novela después de muchos años de haber adaptado Ni el tiro del final, de José Pablo Feinmann. ¿Qué diferencias tiene para un realizador trabajar con un texto que no es propio?

Juan José Campanella: –Cuando tenés el texto propio, por ahí te cuesta cambiar de “sombrero” y lo respetás demasiado. No lo pasás por el tamiz más fuerte de la impronta del director. Hacía bastante que no filmaba un largo ya que había hecho la serie de TV Vientos de agua. Y creo que esta película, más que en las otras, la empecé a escribir ya como director. En las otras, éramos estrictamente guionistas. Y en ésta se notan, desde el comienzo, cosas más visuales, se nota la mezcla de tonos desde el principio. Así que la asumí como director desde el principio.

–Espósito es un hombre sensible no sólo frente a las injusticias sino también en su vida afectiva...

Ricardo Darín: –Me parece que tiene una diferencia entre esos planos. Me da la sensación de que es mucho más corajudo o valeroso en términos de rebelarse frente a una injusticia con respecto a los demás que a la hora de juntar coraje para atreverse a tomas decisiones sobre su propia vida.

–¿Cómo definiría su psicología?

R. D.: –Es un hombre común con principios, con criterio, con ideales. A mí me da la sensación de que cada vez que un tipo quiere ser abogado, médico o decide, de alguna forma, trabajar para los demás, difícilmente lo haga por cuestiones económicas. A lo mejor soy ingenuo. En principio, yo imagino que nace de una necesidad interna de mejorar las condiciones reinantes. Y éste es un tipo de los que hacen falta, en el sentido de que si tiene que pelear, va a pelear. A lo largo de esta historia, se va a comer varios cachetazos, de los pesados, de los que normalmente no te dejan levantarte del suelo. Por eso, hago la diferencia de que tiene mucha más aptitud para reponerse de un golpe de knock-out con respecto a las injusticias con los demás que de las cuestiones personales. Ahí es donde hay un déficit y no ha juntado todo el valor o el coraje necesario.

–Juan, ¿modificó aspectos importantes de la novela?

J. J. C.: –En los diálogos de la película uno puede reconocer cosas mías, pero tienen un saborcito distinto, un sabor muy de los ’70, que en la novela de Eduardo Sacheri es muy fuerte. Y me interesaba mucho rescatar eso. Además, él es muy conocedor del mundo de Tribunales porque trabajó mucho ahí. Y me interesaba tener esa voz en la película. Y también como ejercicio de trabajar con otra voz distinta. Pero de entrada le dije: “Vamos a hacer variaciones sobre la novela”. Es como si vos componés una canción y decís: “Bueno, ahora vamos a improvisar sobre esta canción”. Es un juego: si te prendés a eso, perfecto. Y se prendió y nunca hubo problemas.

–Ricardo, ¿cómo es trabajar un mismo personaje en dos aspectos muy diferentes como el suspenso y el drama romántico?

R. D.: –Yo creo que tienen alguna cuerda en común. Lo que te puede allanar el camino en ese aspecto es tratar de encontrar el eje del personaje. Es decir, tratar de que cuando te instalás en el personaje estés con los pies bien puestos. Es lo mismo que tratar de viajar en el tiempo, como ocurre en el caso de la película: viajar hacia un edad que no es la mía real, es decir, tener cuarenta años, o viajar hacia otra edad que tampoco hoy es real como son los sesenta o sesenta y cinco años. Eso sólo lo podés hacer si estás metido en el personaje y estás sacado del mismo.

–¿Y es difícil trabajar un personaje que tiene más edad que la del actor?

R. D.: –Será que me estoy poniendo viejo (risas), pero me resultó más cercana la versión anciana que los cuarenta. No porque hayan pasado hace tanto, pero me parece que tiene más que ver más con mi actualidad. Hay como una pausa, un timing, una reflexión más propia a estas edades que a edades más jóvenes.

–¿Coinciden en que El secreto de sus ojos tiene las dos marcas más fuertes del cine de Campanella? Por un lado, el mundo de los afectos que mostró en sus películas anteriores y, por otro, el tema policial que desarrolló en algunas de las series que dirigió. ¿Hay una conjunción de estos factores?

J. J. C.: –La respuesta es sí y no. Hay una conjunción de esas dos líneas. Son los dos grandes temas de la película, pero yo no los veo como una marca propiamente mía. Está la conjunción de esas dos cosas que ya estaba en la novela. Es una novela de género con personajes muy reconocibles. Hay una tensión permanente entre lo cotidiano y lo extraordinario. Eso es lo que me gusta. En el medio de un crimen que uno no ve todos los días, hay un tipo enamorándose que no sabe cómo declararse a la chica y que se siente despreciado; hay celos de trabajo, hay chicanas de oficina. Ese contrapunto me gusta mucho. Y quizás eso más el elemento del humor y de mirar hacia atrás con cierto análisis de la memoria y qué hizo uno en la vida (que ya era algo que estaba presente en El mismo amor, la misma lluvia y en Luna de Avellaneda) me doy cuenta después. Quizás eso logre un combo que parece similar o que parece continuidad. Pero no está mal.

–En El secreto de sus ojos, el barrio, lugar de encuentro de las relaciones humanas, es reemplazado por los Tribunales, un ámbito frío para las relaciones. Sin embargo, siendo un ambiente gélido se construye una amistad muy fuerte entre Sandoval y Espósito, con una lealtad absoluta.

R. D.: –Por las complicidades. Cuanto más hostil es el lugar, cuanto más adversas son las condiciones a las que se ven sometidas algunas personas, me parece que se construyen vinculaciones muy extrañas y muy férreas. Es como el necesitarse para sobrevivir. Esos ambientes son propicios para generar vinculaciones profundas.

J. J. C.: –Además, es fuerte también porque es uno de los pocos rubros del país en el que todos se concentran en el mismo edificio. Toda la Justicia del país está en el mismo edificio. Bueno, ahora está Comodoro Py también, pero en esa época, específicamente, todo pasaba por ahí. Es un mundo.

–Volviendo al personaje, ¿Espósito cree que, indagando en el pasado, puede rearmar su presente, que el caso le puede permitir cerrar un círculo en su vida?

R. D.: –Ahí hay una conexión entre su oficio, su trabajo y la obsesión que tiene por aquel caso y lo que le ocurre con respecto al personaje de Soledad. Hay algo que nunca estuvo resuelto y que nunca estuvo definitivamente abandonado. Y me parece que se retroalimentan uno con otro.

–El tema de las decisiones en momentos clave de la vida de los seres humanos y cómo repercute esto con el paso de los años es algo que puede verse en la mayoría de las películas de Campanella. ¿Por qué?

J. J. C.: –Es un tema que por algún motivo me gusta mucho. Me desvela. En alguien que tiene la propensión a inventar historias, el primer protagonista es uno que trata de pensar todas las historias posibles: ¿qué pasaría si con esa mujer que dejé me hubiera casado y hubiera tenido hijos con ella? ¿Y qué pasaría si yo, en vez de irme a Estados Unidos, me hubiera ido a Italia? ¿Y qué pasaría si, en vez de hacer El mismo amor, la misma lluvia, hubiera seguido buscando series allá? Permanentemente, uno toma decisiones clave que, en el momento, hasta por ahí no lo parecen.

R. D.: –Es necesario tener distancia para poder mirarlas y darte cuenta de lo importante que eran en ese momento y que a lo mejor te pasaban de desapercibidas porque tenías el foco en otra cosa. Muchas veces la emergencia suele tapar a la importancia. Es decir, muchas veces tenés que resolver sobre la marcha algo rápidamente porque es lo que urge y estás tomando un decisión en una dirección totalmente en desajuste con lo verdaderamente importante.

J. J. C.: –Y de hecho ésa es la vida de Espósito: toda la vida en el laburo se estuvo ocupando de lo urgente. Ahora, no tiene nada urgente y empieza a ver que lo importante no está. Y empieza a mirar para atrás.

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Darín y Campanella, juntos como hace diez años, cuando hicieron El mismo amor, la misma lluvia.
Imagen: Rafael Yohai
 
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