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Viernes, 23 de julio de 2010

CINE › PARTIR, DE CATHERINE CORSINI, CON KRISTIN SCOTT THOMAS Y SERGI LOPEZ

La mujer de la próxima puerta

La directora francesa vuelve al melodrama como se vuelve a las fuentes y plantea un film clásico, que remite a François Truffaut.

 Por Luciano Monteagudo

7

PARTIR

Partir (Francia, 2009).

Dirección: Catherine Corsini.
Guión: Catherine Corsini y Gaëlle Macé.
Fotografía: Agnès Godard.
Música: extractos de Georges Delerue y Antoine Duhamel.
Intérpretes: Kristin Scott Thomas, Sergi López, Yvan Attal.

El punto de partida de Partir puede pensarse como trillado, por no decir convencional: una mujer de la pequeña burguesía francesa de provincia, esposa de un próspero médico y madre de familia, se enamora perdidamente de un hombre ajeno a su medio, un ex presidiario que trabaja en su casa como albañil. Es verdad: se diría que no hay nada en Partir que no haya sido visto antes, que los lados de ese triángulo amoroso ya han sido recorridos desde todos los ángulos posibles. Sin embargo, la directora francesa Catherine Corsini, prácticamente desconocida en Argentina (apenas si se exhibieron aquí, en funciones especiales, Les amoureux y La répétition, hace casi diez años) vuelve al melodrama como quien vuelve a las fuentes, desde Anna Karenina hasta Madame Bovary, y plantea un film no necesariamente démodé sino más bien clásico, terso, sin sorpresas pero también sin hipocresías ni golpes bajos.

Lo primero que consigue Corsini es apoyarse firmemente en la calidad y la personalidad de sus intérpretes. Kristin Scott Thomas es Suzanne, una mujer que ha pasado largamente los cuarenta años, que siente que su vida comienza a escaparse de sus manos y está decidida a retomar su antigua profesión de fisioterapeuta, no tanto para reconquistar su independencia económica como para sentir que es capaz de volver al mundo. Los chicos ya no necesitan tanto de ella y su marido (Yvan Attal) está más interesado en abultar la cuenta bancaria que en ocuparse de su esposa. Por su parte, Sergi López es Iván, un hombre que vive de changas y que ha dejado en su pasado una temporada en la cárcel y una pequeña hija en España. Lo que a priori nace apenas como un flirteo frívolo o un escozor de verano no tarda, sin embargo, en convertirse en una típica historia de amour fou: el deseo y la pasión se imponen a todo y a todos.

Iván no tiene mucho que perder. Está acostumbrado a vivir con poco, a dormir donde sea, a no echar raíces en ningún lado. Pero el caso de Suzanne es distinto: ella da un salto mortal, se arroja a un abismo sin fondo, está resuelta a abandonar no sólo su confortable vida material, esa casa fría y lujosa como una jaula de oro, sino también a dejar atrás a sus propios hijos. Los quiere, sin duda, pero no pueden detenerla. Ella se deja arrastrar por los impulsos como nunca lo ha hecho y encuentra en esa libertad desconocida un placer que va mucho más allá de sus encuentros furtivos con Iván.

La película, en este sentido, está siempre con Suzanne, adopta su punto de vista, no sólo la comprende, sino también la acompaña, aun en sus decisiones equivocadas o menos felices. La cámara de Agnès Godard (la fotógrafa habitual de Claire Denis) sabe cómo enfocarla, sin esconder jamás su edad, pero a su vez resaltando una sensualidad que Suzanne parecía tener oculta y que de pronto comienza a florecer.

Hay un primer rasgo de honestidad en un film modesto pero sincero: Partir empieza por el final, con los signos de desorden y violencia que indican que esa relación no puede sino estar condenada de antemano. Será virtud entonces de la puesta en escena remontar la historia y mantener el suspenso aun sabiendo que la felicidad de esa pareja nunca va a poder ser la que los personajes imaginan.

Un dato cinéfilo, a su vez, ayuda a entender un poco mejor la filiación de Partir: la banda de sonido está integrada por extractos de composiciones de Georges Delerue y Antoine Duhamel para films de François Truffaut, el más clásico de los directores de la nouvelle vague. Esos arrebatos románticos, que parecen escapados de La mujer de la próxima puerta, le dan un valor adicional a un film que todavía cree, con convicción, que es posible enfrentarse cara a cara con los clichés y contar una historia de amor.

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Scott Thomas y Sergi López, una pasión condenada.
 
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