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Jueves, 12 de agosto de 2010

CINE › UN CUENTO DE VERANO, DE ANDREW JAKIMOWSKI, UN FILM DE UNA LUMINOSA MELANCOLíA

El niño que miraba pasar los trenes

En un pueblito polaco, anclado en la era pre-Internet, transcurre esta historia que no deja de ser, precisamente, un sencillo “cuento de verano”. El film trae ecos de cierto cine del este europeo de los años ’60 a ’90, con una notable actuación del debutante Damian Ul.

 Por Horacio Bernades

El aire quieto, atemporal del pueblito, la casi total ausencia de rasgos de la modernidad, el pequeño cuento –preñado de lo que podría llamarse luminosa melancolía– que se narra a través de los ojos de un niño. Nominada por su país al Oscar 2009, Un cuento de verano (Sztuczki en el original, Tricks para su distribución internacional) trae ecos de cierto cine europeo (de Europa del Este, sobre todo) de los años ’60 a ’90. Películas como Trenes rigurosamente vigilados, Mi pequeño pueblito, Papá salió en viaje de negocios tal vez vengan a la mente. Pero el segundo film de Andrzej Jakimowski (Varsovia, 1963) no apunta a un costumbrismo cómico-colorido, como las del checo Jiri Menzel, ni se deja desbordar de pasión gitana, como podía entreverse ya en las primeras de Emir Kusturica. Jakimowski prefiere narrar ese verano –clave, tal vez, en la infancia del pequeño Stefek– frenando todo posible descarrilamiento hacia el exceso lírico o la forzada epifanía. Tal vez sea ese afán de contención, antes que el modo de relato elegido, el que ancle en la modernidad este cuento de aspecto tradicional.

Viene a cuento lo del descarrilamiento, ya que los trenes son uno de los motivos recurrentes de esta película hecha, en buena medida, de motivos recurrentes. Los trenes, las palomas de un vecino, los reiterados intentos de la hermana por lograr una entrevista en una empresa de la zona, ciertas cábalas (los “trucos” a los que alude el título en inglés) y, sobre todo, el señor de traje y attaché que espera en el andén. Esas cosas llenan los días de Stefek (notable, el debutante Damian Ul) en esas vacaciones. Parecería que lo que obsesiona a Stefek es todo lo que parte. Por eso, tal vez, las continuas escapadas a la estación de tren, la fijación con hacer volar a las palomas, la posibilidad de que su hermana Elka (Ewelina Walendziak) consiga trabajo y se vaya.

Todo indica que el señor de la estación es la causa de esas obsesiones. Aunque Elka lo niegue enfáticamente, algo le dice a Stefek que ese señor es su padre. El que alguna vez dejó a la mamá y se fue. Por más que la única foto que tenga de él esté toda rota y pintarrajeada. Intervenida, se diría, por un Stefek furioso. Las cábalas son el modo que Stefek tiene de invertir la suerte. Además de oportunos cruces de dedos, las cábalas consisten básicamente en ciertos amuletos, estratégicamente colocados para producir magia. Monedas de cinco y diez zlotiks y soldaditos de juguete, que el chico coloca entre los rieles o al costado de los durmientes, confiando en hacer parar los trenes que todos los días se llevan al señor de traje.

Apoyado en actores que si son perfectos es porque en lugar de actuar se abocan a encarnar sus personajes, Jakimowski cierra el paso a todos los demonios que suelen cercar esta clase de relatos: el ternurismo, la demagogia, el trasnochado costumbrismo pueblerino, el armado remate redentor. El pueblito de Un cuento de verano (título que suena a Yasujiro Ozu, obra de la traducción local) no es dulce ni colorido, sino antes bien quieto, inmovilizado en una era pre-Internet, pre-chat, pre-twitter. Pre-todo, podría pensarse desde esta modernidad periférica. En la larga siesta del verano Stefek no ve la tele, no juega con la play, no chatea: vive en un tiempo de soldaditos, escapadas de casa y paseos con la hermana, a la que le arruina las salidas con el candidato. Podría llegar a arruinarle también la salida laboral, gracias a una inoportuna meada de apuro sobre el auto del director de la fábrica. Que es italiano: para salir del pueblito, parecería, hay que hablar otro idioma.

Pero el varsoviano Jakimowski tampoco se permite chorrear desprecio urbano por el pueblito estacionado en el tiempo. Se limita a registrarlo, con la mirada de un forastero atento, no prejuicioso. Cuando asoma el posible remate esperanzador, Jakimowski lo deja en suspenso, como una nota en el aire cuyo siguiente acorde se desconoce. En cualquier caso, si Stefek logró acaso torcer la suerte, fue a costa de un sacrificio ajeno. Tal como la hermana le había anticipado que funcionaba esta clase de cábalas, sin saber quién terminaría resultando el cordero de esa pira.

7-UN CUENTO DE VERANO

Sztuczki. Polonia, 2007

Dirección y guión: Andrew Jakimowski.

Fotografía: Adam Bajerski.

Música: Tomasz Gassowski.

Intérpretes: Damian Ul, Ewelina Walendziak, Rafal Guzniczak, Tomasz Sapryk e Iwona Fornalczyk.

Estreno en proyección DVD en los cines Arteplex.

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La película no cae en excesos de lirismo ni en la demagogia redentora.
 
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