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Jueves, 17 de marzo de 2011

CINE › UN DESPERTAR GLORIOSO

Programa anodino

 Por Diego Brodersen

4

UN DESPERTAR GLORIOSO

Morning Glory
(Estados Unidos/2010)

Dirección: Roger Michell.
Guión: Aline Brosh McKenna.
Fotografía: Alwin H. Kuchler.
Montaje: Daniel Farrell, Nick Moore y Steven Weisberg.
Música: David Arnold.
Intérpretes: Rachel McAdams, Harrison Ford, Diane Keaton, Patrick Wilson, Jeff Goldblum.


¿Qué ocurriría si el ámbito profesional de El diablo viste a la moda fuera trocado por el competitivo segmento de los magazines mañaneros de la televisión americana? Un despertar glorioso, probablemente. Tal vez no sea casual que la guionista de ambos films sea la misma persona. Si en aquel largometraje la protagonista debía lidiar con los aborrecibles modales de su nueva jefa, una de las figuras más influyentes del mundo de las revistas de moda, aquí otra joven profesional tiene que vérselas con un conductor televisivo de extensa trayectoria y poquísimas pulgas. El lema sería “si sale bien una vez, por qué no intentarlo nuevamente”. A ello habría que sumarle algunas pizcas del clásico de los años ochenta Detrás de las noticias, pero allí se acabarían las similitudes con ese par de comedias, porque Un despertar glorioso, último esfuerzo del realizador Roger Michell por repetir el éxito de Un lugar llamado Notting Hill, es la típica película que escupe rutina en cada plano, donde todo parece estar en su lugar pero nada sobresale por encima de una mediocridad amable.

No es que Rachel McAdams, como una productora televisiva workaholic y algo torpe en su vida no laboral, no aporte algo de frescura, más allá de algunos excesos de histrionismo no siempre oportunos. Y no deja de resultar atractivo, al menos a priori, ver a Harrison Ford interpretando a ese veterano anchorman atacado por la melancolía de los buenos viejos tiempos cuando el periodismo de investigación no había sido desplazado por el impacto y la banalidad. El problema es que esta comedia costumbrista que pretende refractar con el prisma de la sátira un ámbito desconocido para la mayoría de los espectadores no es incisiva, ni reflexiva, ni inteligente, ni ácida. Apenas simpática por default, en gran medida gracias al aporte de un reparto que, incluso en piloto automático, es capaz de mantener a flote el más enclenque de los navíos.

Cansino y cansador, el film termina entreverado en una importante confusión ideológica respecto del origen, alcances y efectos de la televisión basura, a la cual parece celebrar para luego subvalorar y de allí nuevamente a la idea original, y del Dios Rating como rector absoluto del universo catódico. En última instancia, Un despertar glorioso es tan anodina como uno de esos shows de tevé de los cuales parece reírse.

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