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Viernes, 13 de septiembre de 2013

CINE › KENJI MIZOGUCHI Y YASUJIRO OZU EN EL ESPACIO MIRADAS

Dos maestros del cine japonés

La señal Incaa TV propone un ciclo extraordinario que reúne tanto clásicos consagrados como films poco conocidos de Ozu y Mizoguchi, dos de los grandes “sensei” del cine nipón clásico, o del cine a secas, sin distinción de nacionalidades o épocas.

 Por Diego Brodersen

A veces, el cable te da sorpresas. Como cuando, escondidas en el frondoso maremagno de la programación, aparecen películas inesperadas, sorpresivas o incluso absolutamente imprescindibles. Es el caso del pequeño programa japonés, dentro del ciclo Miradas, programado para las próximas semanas por la señal Incaa TV, dedicado a dos de los grandes maestros del cine nipón clásico (o del cine a secas, sin nacionalidades ni épocas). Kenji Mizoguchi y Yasujiro Ozu comparten varias cosas. En principio, nacieron con pocos años de distancia, en los albores del siglo XX, y comenzaron sus carreras cinematográficas a mediados de la década del ’20. Tanto uno como el otro fueron “descubiertos” por Occidente con mucho retraso, luego de que Akira Kurosawa abriera las puertas del cine oriental al resto del mundo. En ambos casos, la muerte les impidió disfrutar por completo de su canonización internacional, aunque el tratamiento de “sensei” lo conocían al dedillo en su Japón natal. Más allá de estas similitudes, las películas de Ozu y Mizoguchi se parecen poco y nada entre sí, cada realizador abocado a un tipo de relato y a un estilo idiosincrático.

Los responsables de la programación de Incaa TV prometen para hoy a la noche (en realidad, en el nacimiento de la madrugada del sábado, exactamente a las 0.10) la exhibición de Utamaro y sus cinco mujeres (1946), una de las películas menos vistas del Mizoguchi de posguerra. El director se instala cómodamente en el territorio del Jidaigeki (la película histórica) para reflexionar sobre algunas constantes del ser nacional y, en particular, el rol de la mujer en la patriarcal sociedad japonesa. Basada en la vida real de un famoso pintor del siglo XVIII, narra la relación que se establece entre el artista y cinco de sus modelos, geishas, cortesanas y prostitutas con las cuales sólo puede vincularse a través del arte. El film cuenta con la notable actuación de Kinuyo Tanaka, verdadera diva del cine nipón de aquellos años que volvería a ponerse a las órdenes de Mizoguchi, además de trabajar junto a otros realizadores de la talla de Ozu, Mikio Naruse y Keisuke Kinoshita.

Una semana más tarde, el ciclo Miradas continúa con El intendente Sansho (1954), ganadora del León de Plata en el Festival de Venecia. Basada en una vieja leyenda budista, el film reflexiona sobre temas como la esclavitud y el sometimiento del hombre por el hombre a partir de la historia de una madre separada de sus dos pequeños hijos. Mientras que la mujer es vendida y obligada a prostituirse en una alejada isla, sus hijos son sometidos al trabajo esclavo desde muy temprana edad. Como en otras películas de Mizoguchi, en El intendente Sansho se sufre, y mucho –particularmente si se lleva nombre y ropa de mujer–, y aquí el tono se acerca por momentos al de una tragedia clásica. La actuación de Tanaka es poco menos que sublime, y la película incluye al menos tres secuencias de antología, entre ellas el final, uno de los más bellos, devastadores y emocionantes de la historia del cine. Con Sansho y otras películas de la misma época, como Ugetsu monogatari y La vida de Oharu, Mizoguchi tocaba el techo de su genio creativo.

Nada mejor luego del estruendo emocional del cine de Mizoguchi que el tono reposado y amable –aunque más de una procesión corra por dentro– de Yasujiro Ozu. Alguna vez rotulado como “el más japonés de los directores clásicos japoneses”, resulta evidente luego de ver sus películas que no hay nada más universal y eterno que sus inquietudes temáticas. Luego de la Segunda Guerra Mundial, Ozu abandona cualquier atisbo de eclecticismo, creando films con historias y situaciones similares, variaciones de un mismo tema (como lo haría luego el francés Eric Rohmer), eliminando manierismos y elementos superfluos, a la caza de una suerte de minimalismo cinematográfico. Esta última etapa en su carrera comienza a perfilarse con Primavera tardía (1949), que será emitida por Incaa TV el 5 de octubre a las 24 (nuevamente, al comienzo del día sábado).

La historia de un hombre viudo y su hija solterona (interpretados por dos estables del elenco de Ozu: Chishu Ryu y Setsuko Hara) se transforma, en las manos del director, en un tratado sobre las relaciones humanas y familiares, un film clásico en su exposición pero en extremo moderno en sus detalles narrativos. Ver, por ejemplo, la manera en la cual Ozu utiliza las elipsis para eliminar de la historia aspectos que le parecen poco relevantes pero que serían centrales en una imaginaria remake hollywoodense. Menos es más: en esa sencilla frase podría resumirse uno de los axiomas del universo Ozu.

De modo similar, Cuentos de Tokio (1953), tal vez el film más conocido del cineasta, narra la visita de unos abuelos a sus hijos y nietos en la gran ciudad. Previsiblemente, la reunión familiar dista de tener resultados armoniosos, poniendo de relieve algunas de las cuestiones que interesaban al director durante los últimos años de su vida: el enfrentamiento entre tradición y modernidad, la crisis de valores, la búsqueda de la felicidad versus las obligaciones. Lejos de ser dueño de una mirada conservadora, Ozu ponía en relieve estos temas como una suerte de discusión dialéctica en el centro de sus historias.

Luego de la exhibición el sábado 12 de Otoño tardío (1960), uno de sus pocos títulos en colores, el ciclo se completará el sábado 19 de octubre con la proyección de Las hermanas Munekata (1950), otro notable film del realizador, que además parece encarnar un “abc” de su famoso estilo cinematográfico: escasos movimientos de cámara, uso del corte como único recurso para unir las escenas, la cámara en una altura más baja de lo corriente, particular uso del espacio cinematográfico y los sets construidos para el film. La historia es la de las dos hermanas del título, una casada y siempre de kimono; la otra soltera, con faldas y sin apuro. A su padre le quedan pocos meses de vida, situación que acelera algunos de los conflictos latentes en su relación. Dos miradas sobre el Japón moderno (el de los años ’50) se enfrentan y las conclusiones quedan a cargo de cada espectador. Nuevamente, a no dejar pasar esta fabulosa oportunidad de conocer (o volver a ver) el cine de dos auténticos genios del cine.

* Los días y horarios del ciclo Miradas dedicado a Kenji Mizoguchi y Yasujiro Ozu son los siguientes: Utamaro y sus cinco mujeres, sábado 14 de septiembre a las 0.10; El intendente Sansho, sábado 21 de septiembre a las 0.10; Cuentos de Tokio, sábado 28 de septiembre a las 24; Primavera tardía, sábado 5 de octubre a las 24; Otoño tardío, sábado 12 de octubre a las 0.10; Las hermanas Munekata, sábado 19 de octubre a las 0.10.

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Cuentos de Tokio (1953), de Yasujiro Ozu: el enfrentamiento entre tradición y modernidad.
 
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