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Martes, 29 de octubre de 2013

CINE › WONG KAR WAI Y EL ARTE DE LA GUERRA, SU HOMENAJE AL KUNG FU

“No quise ver nada falseado”

En lo que ya es un clásico, el director hongkonés pasó dos años preparando su nueva película, que pone el foco en Ip Man, el hombre que formó a Bruce Lee. Y que se niega a utilizar los trucos demasiado habituales en el cine de acción de los últimos años.

 Por Jean-Marie Cosens

¿Puede sorprender a alguien que la preparación, rodaje y posproducción de la última película de Wong Kar Wai se hayan convertido en una aventura de dimensiones casi más épicas que la película misma? El director de Fallen Angels y Con ánimo de amar es casi tan célebre por el carácter laberíntico y enrevesado de sus producciones como por su reconocida exquisitez, lirismo e

inigualada sensorialidad. Todo empezó con Ashes of Time (1994), su superproducción de capa y espada, cuyo tortuoso rodaje de un año en el desierto obligó a un largo corte. En medio de ese corte, este nativo de Shanghai filmó, ese mismo año, la que está considerada su primera obra maestra, Chungking Express. Siguió con su viaje a Buenos Aires en 1996, con la intención de filmar The Buenos Aires Affair, la novela de Manuel Puig, que por cuestiones de derechos terminó reconvertida en Happy Together (1997), prácticamente improvisada sobre la marcha. Apertura de Cannes 2000, el retraso en la edición de Con ánimo de amar obligó a reprogramarla para el día siguiente. Ahora es el turno de The Grandmaster, la película sobre Ip Man, el hombre que formó a Bruce Lee, que Wong viene preparando desde hace cinco años y finalmente logró estrenar en la Berlinale en febrero pasado.

Pero, claro, todo no podía ser tan sencillo: inclusive desde antes de su presentación en Berlín, distintas versiones de The Grandmaster comenzaron a pulular. Primero se estrenó en China una de 130 minutos. Antes de llegar a la capital alemana (una semana más tarde), Wong ya la había re-montado, dejándola en 124 minutos. Más tarde le tocó caer, para la distribución de la película en Estados Unidos, en manos de Harvey Weinstein, el último tycoon, que a la manera de un Jack Warner, un David O. Selznick o un Harry Cohn, agarra la película y hace con ella lo que quiere. Decirle al director que le corte casi veinte minutos, por ejemplo. Eso es lo que pasó con el lanzamiento en USA de The Grandmaster. A la Argentina, por uno de esos milagros, llega la versión presentada en Berlín: se estrena este jueves, con el título El arte de la guerra.

Declarado homenaje a las películas de kung fu de los años ’60 y ’70 (reconvertidas en otra cosa, gracias a la inveterada sofisticación del autor), El arte de la guerra cuenta con Tony Leung, protagonista de casi todas sus películas, en el papel del elegantísimo Ip Man. Lo acompaña Zhang Ziyi, la belleza de porcelana de El tigre y el dragón y La casa de las dagas voladoras, y a cargo de la coreografía de acción está nada menos que el maestro absoluto del rubro, Yuen Woo Ping, cuya carrera se arrastra hasta comienzos de los ’70 e incluye las asombrosas córeos de la propia El tigre y el dragón, Matrix y Kill Bill.

–A lo largo de su obra, usted se ha mostrado poco afecto a filmar películas de época. Esta es la segunda ocasión en que lo hace, luego de Cenizas del tiempo (1994), que también era, como ésta, “una de artes marciales”.

–Pero Cenizas del tiempo era específicamente wu xia pian, que es el cine de espadeo. Con El arte de la guerra quise rendir un homenaje al cine hongkonés de kung fu. La primera media hora de película lo hace explícito, con citas textuales a las grandes películas del género de los años ’60 y ’70. Las de King Hu, los hermanos Shaw. Inclusive algunas posteriores, como las primeras de Tsui Hark, que son de los ’80. Intentamos meter el género entero en esa media hora inicial. No se trataba simplemente de hacer “una de kung fu”, sino de jugar al “érase una vez”: érase una vez cierto cine hongkonés que hizo esto.

–¿Se trata de un homenaje melancólico, teniendo en cuenta que desde la reunificación el cine hongkonés ha sido prácticamente absorbido por el de China continental?

–La mayor parte de los cineastas de Hong Kong trabaja en China, en coproducciones: el mercado chino es demasiado impresionante como para no apuntar a él. Pero el cine hongkonés no ha muerto. Yo pienso que al contrario, se expandió: ahora tiene un territorio más amplio. Pero a la vez es necesario mantener o recuperar la esencia, el espíritu del cine hongkonés, para que eso no se pierda.

–¿A eso apunta El arte de la guerra?

–Sin duda, en tanto la película homenajea una época entera, una forma de producción propia del cine de Hong Kong.

–¿Qué lo llevó a elegir como protagonista la figura de Ip Man, que no había sido tratada antes por el cine?

–Ip Man me interesa en tanto fue un gran luchador, que formó a Bruce Lee. Y Bruce Lee es un nombre clave en la historia del género: gracias a él las películas de kung fu pasaron a Occidente. Mi intención de fondo era, de todos modos, ir más allá de ellos, recordarles a las nuevas generaciones en qué consistían las artes marciales en general y las artes marciales chinas en particular.

–Usted contrató como coreógrafo de las escenas de acción a quien está considerado el maestro del rubro: Yuen Woo Ping, cuya carrera se remonta a los primeros ’70 y se hizo famoso internacionalmente por sus trabajos en El tigre y el dragón, Matrix y Kill Bill, entre otras.

–Yuen Woo Ping es el más grande, y además lleva encima toda la historia del género.

–Sin embargo, él está habituado a trabajar las escenas de acción con trucos, y en este caso no los hay.

–No, en eso fui muy específico, de entrada: le expliqué que no quería trucos, ni cables, ni nada de eso. Que quería que los actores hicieran realmente kung fu, que eso no estuviera falseado, tal como era en las películas de Bruce Lee y tantas otras. Se quedó un poco sorprendido, porque a esta altura todo el mundo usa trucos. Pero cuando lo vio pelear a Tony (Leung) se convenció.

–Tony no tenía experiencia previa en artes marciales, ¿no?

–No, pero lo hice practicar exhaustivamente, hasta que estuvo en condiciones de pelear.

–¿No le gustan las películas de kung fu con trucos?

–Creo que se ha venido abusando de la truca, hasta el punto de convertir el cine de artes marciales en una especie de espectáculo de feria, que creo que no tiene por qué ser. No tengo nada contra el uso de cables y todo eso. De hecho también se usaban en los ’70, y puedo disfrutar mucho con ellos. Lo que no me gusta es que lo que debería ser cine se vuelva show. Sólo usamos efectos de computación en una escena, en la que Zhang Ziyi es empujada sobre un tren. El resto es acción física real, y eso también tiene que ver con el hecho de que El arte de la guerra es un film histórico.

–¿A qué se refiere?

–A que es una película basada en un personaje real, que transcurre en un tiempo histórico muy preciso, las dos décadas que van de mediados de los ’30 a mediados de los ’50, y yo me propuse ser lo más fiel posible a esa época. Entonces también tenía que ser fiel a un realismo físico. Si usted hace una película de fantasía, entonces el uso de trucos está más justificado.

–¿A qué se debe que le haya tomado tanto tiempo terminar la película?

–El rodaje en sí nos llevó casi dos años. Fueron tres años de preparación, de investigación, entrevistando a artistas de artes marciales y acompañándolos en sus presentaciones. Tenga en cuenta que si yo siempre fui fan del género, en verdad sabía muy poco sobre artes marciales. Y Tony tampoco sabía mucho.

* Traducción, edición e introducción: Horacio Bernades.

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“El cine hongkonés no ha muerto, se expandió.”
 
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