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Miércoles, 27 de noviembre de 2013

CINE › LUCíA MURAT HABLA DE SU PELíCULA MEMORIAS CRUZADAS

“Es, ante todo, una película contemporánea”

Aunque aborda a una guerrillera de los ’60, la directora brasileña se propone una reflexión sobre el presente.

 Por Oscar Ranzani

La directora brasileña Lucía Murat –recién llegada a Buenos Aires desde Mar del Plata, donde fue jurado de la Competencia Latinoamericana del Festival de Cine que se celebró hasta el domingo pasado– tiene una historia marcada por la dictadura de su país. En los ’60, época de gran ebullición política, Murat –ex estudiante de Economía– pasó de la militancia estudiantil a la lucha armada: integró el grupo guerillero MR-8 (Movimiento Revolucionario 8 de Octubre) y entre 1971 y 1974 estuvo detenida y fue sometida a torturas. Luego de la dictadura y tras una carrera destacada en el periodismo gráfico, debutó como cineasta. Sus films tienen la impronta de lo que vivió en la etapa más nefasta del Brasil. Y su octavo largometraje, Memorias cruzadas (A Memória que me contam) –que se estrena mañana jueves en el Espacio Incaa Km 0 Gaumont (Rivadavia 1635)–, no es la excepción. Este film está inspirado en la figura de Vera Silvia Magalhaes, una revolucionaria que el 4 de septiembre de 1969 participó en el secuestro del embajador de Estados Unidos en Brasil, Charles Burke Elbrick, y que fue una figura esencial para el grupo político al que pertenecía Murat.

Memorias cruzadas se inspira en su vida, pero todos los personajes son ficcionales: tienen características de los verdaderos, pero también construcciones dramatúrgicas. A través del relato de Irene, una directora de cine (alter ego de Murat), la historia aborda la discusión en la actualidad de viejos amigos, ex miembros de la resistencia a la dictadura. Todos se reúnen porque Ana, la ex líder del grupo, está internada en grave estado. A partir de ese suceso reflexionan sobre las decisiones que tomaron en el pasado, exponiendo distintos puntos de vista sobre la revolución y la lucha armada. Pero tampoco faltan otros temas menos políticos como el amor y el sexo. Y Memorias cruzadas debe su título no sólo a las discusiones entre los viejos militantes, sino también a la manera en que ellos dialogan con las nuevas generaciones, confrontando recuerdos, emociones y también culpas que los llevan a una autocrítica.

Vera Silvia Magalhaes tuvo muchos problemas físicos y mentales, después de las torturas y del exilio, y terminó enfermando de cáncer. También tuvo que ser asistida por psiquiatras debido a crisis que padeció, producto del pasado doloroso. Y todas las veces que quedaba internada en el hospital, Murat y sus compañeros se reunían. Desde aquel tiempo, la cineasta quería abordar ese momento a través del cine, pero en clave de ficción. “Quería hacer una película sobre la gente hablando del pasado, del presente, en torno de alguien que estaba enfermo”, cuenta en diálogo con Página/12. Cuando Vera murió en 2007, Murat pensó la película como un homenaje. Entonces, escribió el guión con Tatiana Salem Levy, una escritora joven muy conocida en Brasil, que forma parte de la nueva generación y es hija de exiliados y nacida en Portugal.

“Yo quería tener las dos visiones. Empezamos a hacer el guión con la idea de que la persona enferma no apareciera nunca. Pero cuando fuimos desarrollándolo, este personaje era tan fuerte que pensé que tenía que aparecer. En ese momento, tuve la idea de que debía aparecer sólo en la imaginación de sus compañeros como una persona bella, bonita, joven e inteligente, en su mejor momento”, explica la directora. En consecuencia, a Ana (que viene a representar a Vera) no se la muestra internada en el lecho del hospital en la actualidad, sino joven, uniendo el pasado y el presente con sus compañeros, de una manera casi fantasmagórica.

–¿Qué significó Vera Silvia Magalhaes en la lucha de la izquierda revolucionaria del Brasil?

–No sé si en la lucha en general, porque no era una persona tan conocida, pero fue muy significativa para nuestro grupo en Río de Janeiro cuando hicimos el movimiento estudiantil en el ’68 y después cuando fuimos a la lucha armada. Era una mujer muy interesante, muy rebelde. Tenía visiones muy abiertas de todo. Era muy irónica y tenía una fortaleza muy grande. Era de izquierda, pero muy libre.

–En sus películas aparecen las mujeres como protagonistas de la historia. ¿Cree que fue fundamental el rol que cumplieron en la lucha armada?

–Yo he participado de la lucha armada, estuve en prisión y fui torturada. Entonces, hablo mucho desde mi punto de vista. Es natural que las mujeres sean protagonistas, lo que no significa que fueran las protagonistas de la lucha armada. Fue muy importante el ’68, porque entonces se produjo el cambio de comportamiento, toda la discusión sobre la sexualidad, sobre el rol de la mujer en la sociedad. Entonces, nosotras salimos de la situación en la que fuimos formadas en nuestras familias de clase media que indicaban que la mujer tenía que casarse y todo eso. Y cambiamos todo. Entonces, la lucha armada era la confirmación de un cambio que empezamos en el ’68.

–¿Antes que una película sobre el pasado, Memorias cruzadas es un film sobre las dudas del presente?

–Así es. Creo que es una película contemporánea antes que todo. El pasado es algo necesario para discutir lo que pasa hoy. La Comisión de la Verdad, la apertura de los archivos de la dictadura están presentes y tenemos que volver al pasado, descubrir lo que sucedió para que se pueda vivir el presente y el futuro. Entonces, creo que la película trata sobre el presente y el futuro.

–¿Las discusiones que tienen los protagonistas son similares a las que tienen los ex miembros de la resistencia a la dictadura brasileña?

–Sí. Es una película de ficción y muchas discusiones fueron formateadas, pero las cuestiones son ésas. La idea de la película es, antes que dar respuestas, abrir temas, que es lo que hacíamos en las discusiones. Algunos de los temas abiertos eran tabú para la izquierda, como la cuestión de la violencia, del ajusticiamiento. Nosotros no sólo fuimos víctimas: luchamos, fuimos resistentes a una situación de opresión y como humanos, también erramos. Entonces, creo que es importante, porque nos colocamos en la posición de personas que lucharon.

–¿Cómo transmitieron los viejos militantes revolucionarios sus ideales a las nuevas generaciones y qué tanto les interesa esa historia a los jóvenes de hoy en día?

–No sé si puedo responder a esa pregunta de manera general. Yo hablé en la película mucho más de nuestros hijos que de esa generación en general. Las nuevas generaciones son mostradas como en oposición a nosotros. Nosotros fuimos los revolucionarios y los jóvenes de la nueva generación son mostrados como drogadictos, gente que sólo se preocupa por ganar plata, interesados en el mercado financiero. Y para mí lo importante era mostrar que esta nueva generación de nuestros hijos tiene también intereses artísticos, sociales, sólo que viven otra realidad. Entonces, yo rompí con una dramaturgia maniqueísta que los muestra en contra. Lo interesante era mostrar la dificultad que esa generación tiene por el peso de nosotros. Para ellos es muy difícil porque somos una generación de héroes. Eso es muy pesado para ellos. Y, al mismo tiempo, la vida continúa y ellos quieren hacer cosas, cambiar cosas. Esos son los problemas de los que quería hablar.

–En la Argentina el Gobierno ha impulsado políticas muy importantes sobre la reparación de la memoria histórica. ¿Cómo analiza los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff en su país en torno de este tema?

–Siempre fue más difícil en Brasil. En mi país, la dictadura duró veinte años, pero durante esos veinte años fue diferente. En un primer momento acabó con los movimientos obreros, después vino el ’68, nosotros hicimos la lucha armada, luego vino la represión. Y la amnistía fue dada por los militares a nosotros, pero también a los torturadores que nunca fueron juzgados. La amnistía fue una especie de “conciliación” en ese momento, en el ’79, cuando todavía estaban los militares en el poder. Todo pasó muy lentamente y hubo mucha conciliación en todo eso. Durante todo el gobierno de Lula hubo algunos caminos importantes como la Comisión de Derechos Humanos, pero no se hizo nada en la sociedad, en el sentido de hacer una política nacional de reparación. En el gobierno de Dilma tuvimos algo muy importante que fue la Comisión de la Verdad. Otra cosa muy importante fue que por primera vez en cincuenta años se prohibió a los militares hacer la conmemoración del golpe. Hasta este año, los militares hacían una conmemoración en los cuarteles. Y asimismo fue una situación difícil porque hubo manifestaciones. Fue la primera vez. Así que imagínese qué difícil es la relación con las Fuerzas Armadas en Brasil. Para saber lo que pasó tenemos que investigar a los militares, saber lo que saben. Es una investigación difícil que tiene una confrontación con las Fuerzas Armadas que no quieren.

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“Quería hacer una película sobre la gente hablando del pasado y del presente”, señala Murat.
Imagen: Pablo Piovano
 
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