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Domingo, 26 de enero de 2014

CINE › MUHAMMAD ALI’S GREATEST FIGHT, DE STEPHEN FREARS

En el ring contra el Tío Sam

Cruce de material de archivo con reconstrucción dramática, el film del director de Alta fidelidad narra la pelea que el mejor boxeador de todos los tiempos libró contra quienes, por razones políticas, lo condenaron a prisión y al ostracismo.

 Por Horacio Bernades

“Clay, alias Alí, vs. los Estados Unidos.” Así rezaba la carátula del expediente que dio vueltas por los tribunales de Washington entre 1967 y 1970, a partir del momento en que Muhammad Ali, alguna vez llamado Cassius Clay, se negó a hacer el servicio militar, declarándose objetor de conciencia. Según la ley estadounidense, para llenar esa condición es necesario pertenecer a alguna fe religiosa, y El Más Grande cumplía con el requisito: ya desde antes de ser campeón del mundo era miembro de la Nación del Islam, grupo conocido también como “los musulmanes negros”. Esa es la más grande pelea de Alí de la que habla el título de esta producción especial de HBO (días y horarios al pie): la que el boxeador más genial de todos los tiempos libró contra quienes lo condenaron primero a prisión, después lo privaron del título y finalmente le prohibieron ejercer su profesión en todo el territorio de los Estados Unidos. Su más grande pelea contra la América blanca, en una palabra.

Cruce de material de archivo con reconstrucción dramática, dirigida por el renombrado Stephen Frears (el de Relaciones peligrosas, Alta fidelidad, La reina y la inminente Philomena) y con un elenco que incluye a glorias del calibre de Christopher Plummer, Frank Langella y Danny Glover, Muhammad Ali’s Greatest Fight se le adelantó apenitas a The Trials of Muhammad Ali, documental sobre el mismo tema. La de Stephen Frears se estrenó en el último Cannes, en mayo del año pasado, y la otra, documental puro y duro, lo hizo en agosto. La película de Frears empieza en el momento en que el pesado de los pies ligeros conquista el título de campeón, tirando a la lona a Sonny Liston en 1964, a los 22 años. Ya en ese momento Clay (que por entonces llevaba el que más tarde denominaría su “nombre de esclavo”) sabía de la importancia de ser el más showman de los showmen en una sociedad que adora el show. “Les cuento cómo va a ser el octavo round”, dice por televisión en blanco y negro antes de la pelea, mirando al espectador a la cara y anticipando, en verso rimado, el desarrollo de ese round. Después va y noquea a Liston, que no era ningún muerto.

Aunque la película no lo menciona, hay una anécdota muy graciosa vinculada con la primera convocatoria del joven Cassius a la colimba, el mismo año en que salió campeón. El tipo, que tenía una labia privilegiada y además escribía esas rimitas cómicas, ¡falló en los tests de escritura y silabeo! Por ese motivo lo declararon inepto para el servicio: sin duda contaba con algún amigo fiel en el servicio de reclutamiento. Cuando alguien le preguntó cómo podía ser, contestó que él siempre dijo que era el más grande, no el más listo. Como si no hubiera sido el tipo más despierto que jamás haya pisado los rings. El tema es que parece que alguna autoridad olfateó gato encerrado y en 1966 volvieron a convocarlo: Apto A. Fue entonces que se negó a prestar servicio –lo cual en ese momento era sinónimo de ir a pelear a Vietnam–, invocando su fidelidad al Corán y señalando que las únicas guerras que el libro sagrado islámico permite a los fieles son las guerras santas.

Lo citaron a un cuartel de las fuerzas armadas, tres veces lo llamaron al frente y las tres veces se quedó donde estaba. Un oficial le avisó que si seguía de-soyendo el llamado le tocaban cinco años de prisión. Volvieron a llamarlo, siguió sentado: lo arrestaron, le quitaron el título, le revocaron la licencia profesional. En junio de 1967, después de una deliberación de sólo 21 minutos, un jurado lo encontró culpable. Hubo apelación, el caso pasó a la Corte Suprema y es esa instancia en la que se centra Muhammad Ali’s Greatest Fight. Langella hace de Warren Burger, presidente de la Corte, republicanísimo y designado por Nixon in person. Plummer, del juez Harlan, también republicano pero algo más bonachón y, sobre todo, menos político que el otro, aunque amigos de toda la vida. Danny Glover es Thurgood Marshall, único miembro negro de la Corte, integrada por otros ocho. “El promedio de edad es de 71 años”, señala un asistente de uno de ellos.

La estructura básica de Muhammad Ali’s... recuerda, claro, la de Doce hombres en pugna, con las internas políticas y judiciales proliferando como hongos en suelo húmedo. Afuera la cosa está que pela: es octubre del ’70, los chicos vuelven de Vietnam en bolsas y la negativa de Ali no fue otra cosa que un leño más en el fuego antibelicista que atraviesa la Nación. Frears hace buen uso del montaje, confrontando las peleas de Cassius con las reuniones cortesanas y equiparando sus fintas en el ring con su endiablada habilidad dialéctica. Pero pierde precioso tiempo dramático en pequeños detalles anecdóticos que no vienen a cuento: el Alzheimer de la esposa del juez Harlan, el par de huevos poché que todos los días consume el propio Harlan, el magistrado que llega tarde a sesión porque no quiere perderse la novela de la tarde... Más atingentes son los que denotan la avanzada edad de los miembros de la Corte: las enfermedades de Harlan, la chochera de Thurgood Marshall, su señoría de ochenta y pico que se queda dormido en las sesiones. Pero, claro, cuando la cosa se dispara en intensidad, brillantez, asombro, es cuando Alí abre la bocota. El tipo era, como se sabe, una lumbrera, y los análisis políticos que de- sarrolla demuestran por qué los estudiantes se peleaban por tenerlo de invitado en sus mítines.

“No voy a recorrer decenas de miles de kilómetros para asesinar a gente que nunca me llamó negro”, dice, famosamente, en un estudio de televisión. “Gente que nunca me linchó, nunca me corrió con perros, nunca violó a mi madre, nunca me esclavizó ni me privó de la libertad”. Genial: además de reubicar quién es el verdadero enemigo del hombre negro americano, Alí habla en una primera persona que parece del singular, pero no lo es. Es un “nosotros” histórico y político, que da vuelta el tablero. “Acá no me quieren, pero sí quieren que vaya a pelear allá”, dice en otro momento, y es imposible no pensar en las decenas de miles de afroamericanos que nunca volvieron de combatir a un enemigo que ni sabían quién era, mandados por quienes los apaleaban en casa. En rings muy distintos peleó Alí. En todos dejó claro quién fue El Más Grande.

Q Muhammad Ali’s Greatest Fight se verá por HBO HD hoy a las 16.55, martes 28 a las 11.40, viernes 31 a la 0.30, domingo 9 de febrero a las 12.15 y miércoles 12 de febrero a la 1.30. Por HBO 2, el miércoles 29 de enero a las 15.48 y martes 4 de febrero a las 15.49. Por HBO, el domingo 9 de febrero a las 12.15, miércoles 12 a la 1.30 y viernes 14 a las 9.24.

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La estructura básica de Muhammad Ali’s Greatest Fight recuerda a la de Doce hombres en pugna.
 
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