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Martes, 22 de septiembre de 2015

CINE › MI GRAN NOCHE, EL NUEVO FILM DE ALEX DE LA IGLESIA, SE ESTRENó EN SAN SEBASTIáN

Un estudio de TV, universo apocalíptico

La película comparte con El día de la bestia la descripción de un mundo en descomposición, en una trama que tiene a Raphael como uno de los protagonistas. También se vieron Eva no duerme, de Pablo Agüero, y Vingt et une nuits avec Pattie, de Jean-Marie y Arnaud Larrieu.

 Por Diego Brodersen

Desde San Sebastián

Dice la información oficial que hoy llega Jia Zhangke, uno de los tantos invitados de lujo del Festival de San Sebastián, que este año le entregará el Premio Donostia a la actriz Emily Watson por su trayectoria. Seguramente la segunda se llevará todas las miradas en la alfombra roja, mientras que el primero recibirá los mimos de la prensa especializada luego de la proyección de Mountains May Depart, su tríptico sobre la China contemporánea y futura que debutó hace varios meses en el Festival de Cannes. Por aquí también hay estrenos y el nuevo largo de Alex de la Iglesia, Mi gran noche, tuvo su primera exhibición pública hace un par de veladas en una función para prensa donde no cabía un acreditado más. Casi un run for cover en términos de lo que De la Iglesia venía encarando últimamente, se trata de una farsa grotesca que transcurre casi íntegramente en un set de televisión, donde se está intentando grabar un especial de Navidad con gran despliegue de producción y centenares de problemas de todo tipo.

A máxima velocidad desde el principio hasta el último plano, casi un tour de force de montaje paralelo, Mi gran noche tiene como uno de sus protagonistas al cantante Raphael, en un rol absolutamente desquiciado, y su trama incluye tráfico de semen, muertes causadas por una extra hermosa pero aparentemente mufa, un asesino suelto entre los figurantes y una manifestación en contra de los masivos despidos que esa misma empresa televisiva ha llevado a cabo, que amenaza con terminar en desastre. ¿Lo mejor de De la Iglesia en varios años? Tal vez. Lo cierto es que aquí las cosas no se desmadran a pesar del descontrol de los personajes, que por momentos parecen los protagonistas de una celebración orgiástica en su etapa terminal, y el film hace gala de una buena cantidad de gags que logran dar en el centro del blanco. Y si bien aquí no aparece el Anticristo de El día de la bestia, el mundo en descomposición que describe Mi gran noche se parece bastante al universo apocalíptico de aquella película.

En un registro absolutamente disímil, por no decir opuesto, el nuevo film del argentino Pablo Agüero está protagonizado por un cadáver, el de Eva Perón. De hecho, Eva no duerme (en competencia en la Sección Oficial) recuerda por momentos a algunos pasajes de la Santa Evita de Tomás Eloy Martínez: la obsesión por el cuerpo de “esa mujer” ocupa el centro de los cuatro relatos que integran el cuarto largometraje del director de 77 Doronship y Salamandra. A diferencia de lo que podría pensarse al leer la sinopsis o la ficha técnica (el film es una coproducción con España y Francia que cuenta con nombres como el de Gael García Bernal, Denis Lavant e Imanol Arias), Agüero no ha intentado aquí contentar los paladares de los dioses del cine estandarizado. Más bien todo lo contrario: Eva no duerme está más cerca de la experimentación formal que de una narración tradicional en términos dramáticos.

Enmarcada por el relato en off de un joven militar que, a pesar de nunca ser nombrado, recuerda nítidamente a Emilio Massera, el film recorre los trabajos de momificación del cuerpo de Evita gracias a los esfuerzos del Dr. Ara (Arias, por supuesto), su traslado de incógnito desde la CGT hacia un destino incierto y, finalmente, el secuestro e interrogatorio de Aramburu antes de su ejecución a manos de Montoneros, todo ello atravesado por imágenes de archivo. En cada uno de esos “cuadros” en movimiento, el encierro se va haciendo mayor y el realizador utiliza recursos que refuerzan la idea de artificio, por momentos definidamente teatral. Los resultados podrán no ser del todo logrados, aunque la respuesta a Eva no duerme puede estar influida por las expectativas previas ante su tema. Lo cierto es que Agüero no ha intentado aquí reconstruir una historia sobre Evita sino, fundamentalmente, trabajar sobre los símbolos y reelaborar un mito nacional (y ciertamente popular) a partir de sus aristas más necrófilas.

Casualmente, de necrofilia y de necrofagia se habla y bastante en otro film de la Sección Oficial, el francés Vingt et une nuits avec Pattie, de los realizadores Jean-Marie y Arnaud Larrieu. Allí, la desaparición de un cadáver forma parte esencial de la trama y también cuenta con la participación de Lavant en un rol secundario (una nueva adición en su galería de personajes extravagantes, por decirlo suavemente). En realidad, lo que comienza como un relato con dejos del Rohmer de los 80 –formato 1.37 incluido– deviene una comedia coral con elementos literarios y fantásticos. Caroline llega a un pueblito del suroeste de Francia para ultimar los detalles de la sorpresiva muerte de su madre, a quien no parece haber visto mucho en los últimos años, y el primer encuentro con la Pattie del título –una vecina del lugar interpretada por Karin Viard– deviene rápidamente en un relato, lleno de jugosos detalles íntimos, de su encuentro sexual con un hombre del pueblo. De hecho, Pattie parece una versión bufa de la ninfómana de von Trier: aquí no hay culpas y castigos; más bien todo lo contrario, casi una celebración del placer físico, el erotismo y la genitalidad, que el idílico paisaje no hace más que confirmar y reforzar.

La súbita desaparición del cuerpo de la madre de Caroline retrasa su regreso a la ciudad y lo que sigue es una serie de encuentros con diferentes habitantes del lugar –trabajadores, gendarmes, vinicultores– y la visita de un ex amante de la difunta, un reconocido escritor encarnado por André Dussolier que parece guardar más de un secreto bajo varias llaves. Con su tono de mediana intensidad y su poco habitual ligereza, Vingt et une nuits avec Pattie es uno de esos films que suelen pasar inadvertidos por los jurados a la hora de los palmarés. Al mismo tiempo, es una de esas películas absolutamente disfrutables, alejada tanto de la gravedad y la impostación como de la superficialidad. No es ése un logro para nada menor.

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Los personajes de Mi gran noche parecen protagonistas de una celebración orgiástica en su etapa terminal.
 
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