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Martes, 13 de septiembre de 2005

CINE › EL FESTIVAL DE TORONTO, ENTRE LOS TANQUES Y LAS PRODUCCIONES INDEPENDIENTES

El mejor espejo para Hollywood

Más de 300 films de todo el mundo integran la grilla de esta muestra no competitiva. El cine argentino lleva tres películas.

 Por Luciano Monteagudo
Desde Toronto

A diferencia de las venerables citas del cine europeo, como Berlín, Cannes y Venecia, que han pasado con creces el medio siglo de existencia, el Festival de Toronto –todavía joven, a pesar de sus 30 años recién cumplidos– se trata de una muestra no competitiva, un colosal encuentro que reúne más de tres centenares de films de las más distintas latitudes y dimensiones. Desde el flamante blockbuster de Hollywood hasta la película más independiente proveniente de la región más remota, Toronto les da lugar a todas las manifestaciones, con más de trescientos films –entre cortos y largometrajes– que revolucionan la ciudad durante diez días sin tregua.
Si en la Mostra de Venecia, el firmamento de Hollywood ocasionalmente se paseaba en las “enlutadas góndolas, que tienen algo de enlutados violines y que también recuerdan la música porque son melodiosas”, como alguna vez describió Borges al medio privilegiado de transporte en la ciudad de Marco Polo, aquí en cambio ese desfile fúnebre de stars –Madonna, Johnny Depp, Gwyneth Paltrow, Richard Gere, Cameron Diaz, Morgan Freeman, por citar apenas algunos– es bastante menos romántico y se lleva a cabo en esas gigantescas carrozas modernas llamadas limousines, que en el imaginario estadounidense (al que Toronto no es ajeno) se asocian con el lujo y la ostentación y que en su negrura evocan más un sepelio que una fiesta.
La mayoría de estos tétricos carruajes, que de tan largos apenas si pueden girar en una esquina, están dedicados a alimentar las llamadas “Galas” de Toronto, colonizadas por Hollywood y con las cuales el festival se asegura un impresionante flujo de caudales de los corporate sponsors –bancos, compañías de teléfonos, medios de comunicación, marcas de ropa y automóviles– a quienes les gusta asociar su nombre a los fuegos fatuos de la vanidad y de la fama. Gracias a este maná, el festival ha crecido hasta tal punto que ya tiene en desarrollo una colosal sede propia, en pleno downtown de la ciudad y que además de albergar salas para todas sus actividades –que a lo largo del año incluyen no sólo este festival sino también la Cinematheque, la Film Library y un festival de cine infantil– tendrá por encima una torre con departamentos de lujo.
Para quienes piensan que esto ya no tiene demasiado que ver con el cine, el Festival de Toronto –que además cuenta con generosos aportes de la gobernación de Ontario y de Telefilm Canada– sigue apostando fuerte a la producción local. Y este año tiene para mostrar una cosecha que incluye a sus tres cineastas de cabecera: David Cronenberg, con A History of Violence; Atom Egoyan con Where the Truth Lies (ambas ya conocidas en mayo pasado en Cannes) y Guy Maddin, con un flamante corto protagonizado por Isabella Rossellini y dedicado a celebrar el centenario del nacimiento de su padre, el gran Roberto Rossellini. Como si esto fuera poco, Toronto estrena otros 20 largometrajes canadienses y 60 cortos, predominantemente de habla inglesa, ya que la ciudad de Montreal tiene otros tres festivales de cine, que privilegian la producción quebeçoise, en francés.
En medio de este magma que es Toronto, el cine argentino está representado por Hermanas, de Julia Solomonoff (ya estrenada en Buenos Aires) y otros dos títulos, aún inéditos en nuestro país. El más notorio es Monobloc, segundo largometraje de Luis Ortega, protagonizado por Graciela Borges, Carolina Fal, Rita Cortese y una aparición especial de la madre del director, Evangelina Salazar. Pero entre la crítica acreditada en Toronto no deja de provocar curiosidad Do U Cry 4 Me Argentina?, opera prima de Bae Youn-suk, nacido en Seúl y criado en Buenos Aires, como parte de la ola de inmigración coreana en la Argentina, de la que su película se hace cargo. Y aunque la producción es casi enteramente española, hay que consignar el estreno mundial en Toronto de El método Grönholm, la nueva película de Marcelo Piñeyro, basada en la obra teatral de Jordi Galcerán Ferrer y con un elenco que reúne a españoles y argentinos: Eduardo Noriega, Najwa Nimri, Pablo Echarri y Ernesto Alterio, el hijo de Héctor.
En el extremo de los consagrados, Toronto armó su dream team, la sección denominada justicieramente Masters, que incluye los nuevos films del ruso Aleksandr Sokurov, el taiwanés Hou Hsiao-hsien, el japonés Takeshi Kitano, los hermanos belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, el austríaco Michael Haneke, el israelí Amos Gitai y, last but not least, Martin Scorsese, que eligió Toronto para el estreno mundial de No Direction Home, su documental sobre Bob Dylan. Pero tratándose de un festival gigante como el de Toronto, ésta es, apenas, solamente, la punta del iceberg.

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Monobloc, segundo largometraje de Luis Ortega, será uno de los estrenos en Toronto.
 
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