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Jueves, 14 de junio de 2007

CINE › “FOTOGRAFIAS”, UN NOTABLE FILM DOCUMENTAL DE ANDRES DI TELLA

Un laberinto con el centro en India

A partir de imágenes de su familia, el director se sumerge en un viaje en el que surgen aristas inesperadas, riquísimas.

 Por Luciano Monteagudo

“Papá me pasó una caja con fotos. Estas son de la India. Fui una sola vez, tenía once años.” A partir de esas imágenes amarillentas, que funcionan a la manera de un disparador, el documentalista Andrés Di Tella se lanza en una nueva búsqueda de la identidad y la memoria personal, una exploración que a pesar de su subjetividad (o quizá precisamente por ella) consigue también reflejar algunas de las paradojas y contradicciones de un país. Si en La televisión y yo, Di Tella se sumergía en la historia de su familia paterna, un apellido asociado al apogeo y desmoronamiento de la industria nacional, ahora el director bucea en dirección de la figura de su madre, ya fallecida: Kamala, oriunda de Madrás, la región más tradicional de la India. “Me da vergüenza no saber nada de ella”, admite Andrés, mientras junto a su pequeño hijo Rocco desentierran un viejo baúl familiar, abarrotado de recuerdos olvidados de esa mujer que se atrevió a dejar atrás su tierra y su cultura para casarse con un argentino y convertirse aquí, del otro lado del mundo, en una de las promotoras de la vanguardia artística e intelectual que a fines de los años ’60 significó en Buenos Aires el Instituto Di Tella.

Lo notable de Fotografías es que el film, a medida que va buscando su forma, mientras persigue a la manera de un detective privado las huellas de un personaje elusivo y misterioso, va descubriendo otras aristas, igualmente ricas, que no estaban en el plan original y que sin embargo se constituyen en momentos privilegiados del relato. “En mi novela familiar yo creía que mamá era la única hindú de la Argentina”, confiesa Di Tella, cuando tropieza con una historia fascinante y desconocida. Rastreando travesías similares a las de su padre, el director descubre que Ricardo Güiraldes –autor de ese libro esencial de la literatura argentina, ese texto fundamental de identidad nacional que es Don Segundo Sombra– había sido uno de los primeros argentinos en viajar a la India, “un precursor de mi viejo”. Pero más aún: según la pesquisa del film de Di Tella, “la primera visión que tuvo Güiraldes de Don Segundo Sombra le vino en la India, en un fumadero de hachís y el personaje estaba inspirado en un Swami”.

Como si esto fuera poco, Güiraldes tuvo un heredero hindú, un hijo adoptivo llamado Ramachandra, hasta quien Di Tella llega a conocer a través de Adolfo de Obieta (el hijo de Macedonio Fernández) y con quien, en su refugio de la Patagonia, alcanza a conversar de la India y de Don Segundo Sombra, poco antes de su muerte. No es el único con quien Di Tella habla del caso: también se cruza con otros herederos de Güiraldes, que consideraban a Rama “un intruso, un cuervo negro en una bandada de palomas blancas”. Este inesperado espejo que Di Tella encuentra del destino de su madre también lo lleva a preguntarse por su propio color de piel, por los recuerdos de su infancia en Londres, cuando sus compañeros de colegio lo llamaban “fucking wog”, una discriminación que lo empujó a su vez a negar durante mucho tiempo sus raíces.

Una fuente obvia de información sobre Kamala es, claro, Torcuato Di Tella, el padre de Andrés. Pero más allá de deslizar que tuvieron una relación “muy borrascosa”, Torcuato parece empeñado en borronear discretamente las pistas que llevan a Kamala. “Mi padre fundó el Instituto Di Tella, pero fue mamá la que se hizo amiga de los artistas, y eso tal vez comenzó a separarlos”, infiere Andrés, que pasa a entrevistar a Marta Minujín, un emblema de esa generación y la mejor amiga de su madre. Es Minujín quien trae a colación el trabajo de Kamala como psicoterapeuta y su relación con R. D. Laing, el inventor de la antipsiquiatría. “Tu mamá tenía el yo dividido”, diagnostica Minujín.

Como en un laberinto, todos los caminos de ese jardín de senderos que se bifurcan parecen conducir, sin embargo, a un mismo centro: la India. Hacia allí se dirigen el director y su film, pero contrariamente a lo que podría esperarse, ese Mandala no guarda para Di Tella ninguna revelación, ningún tesoro escondido. Es más, ésa es la zona menos interesante de Fotografías, allí donde el film se distrae con historias –como la del primo Gautan–- que no logran hacer un aporte significativo a la novela familiar. Con inteligencia, Di Tella da cuenta de este tropiezo (“todo lo interesante parece suceder fuera de cámara”, reconoce), pero aun así no alcanza a evitar el movimiento falso. Y es en este tramo donde la primera persona del singular que conjuga el film se vuelve inconducente.

Pautada por cisuras, pequeños espacios en negro que funcionan como puntos y aparte, Fotografías es un documental que trabaja con el tiempo a su favor, permitiendo –e incluso estimulando– la pausa para la reflexión. Se extraña quizás en el film la posibilidad de que en el montaje final Di Tella se hubiera dejado tentar menos por el viaje a la India para animarse a profundizar más en la insólita experiencia de Kamala en Argentina, de la que el film llega a dar cuenta sólo parcialmente. Aun así, se trata de un documental infrecuente, capaz de generar un fuerte efecto narrativo, como si la realidad tuviera la capacidad de escribir la más novelesca de las ficciones.

8-FOTOGRAFIAS

(Argentina/2007)

Dirección y guión: Andrés Di Tella.

Fotografía y cámara: Víctor “Kino” González.

Edición: Alejandra Almirón.

Sonido: Lena Squenazi.

Producción: Marcelo Céspedes para Cine Ojo. Estreno en el Malba y el Cosmos únicamente.

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Una de las fotos que dispararon la investigación de un personaje misterioso: la madre de Di Tella.
 
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