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Miércoles, 2 de enero de 2008

CINE › “SOY LEYENDA”, CON WILL SMITH

Recorrido guiado por el Apocalipsis

Basado en la novela de Richard Matheson, el film narra un mundo en el que se extinguió casi totalmente la humanidad.

 Por Horacio Bernades

Soy leyenda siempre fue, para el imaginario estadounidense, lo que El eternauta en la Argentina: la fábula apocalíptica que todo el mundo soñaba presenciar. Editada por primera vez en 1953 (y en la Argentina años más tarde, en la mítica editorial Minotauro), en su primera novela el gran Richard Matheson –nombre clave de la ciencia ficción literaria, cinematográfica y televisiva– arrancó el mito vampírico del caldo místico-religioso en el que hasta entonces se había cocinado, proyectándolo al futuro y trasvasándolo a través de un grueso tamiz científico. Medio siglo más tarde y por esas cosas del cine, la versión cinematográfica que ahora se estrena en la Argentina reinvierte el sentido entero de la novela de Matheson, devolviendo el mito a aquella misma sopa místico-religiosa.

Con dos insatisfactorias versiones previas (una berretada italiana, con Vincent Price, de mediados de los ’60; otra con Charlton Heston, de los primeros ’70), la Warner venía intentando filmar Soy leyenda desde hacía una década. Primero fue Ridley Scott, con Schwarzenegger en el protagónico; luego vino Michael Bay (el de Armageddon y Transformers), con Will Smith al frente. Caídos ambos proyectos y afrontando la competencia de películas como Exterminio, Smith siguió empeñado en llevarla adelante junto con el casi desconocido Francis Lawrence, formado en el campo del videoclip musical y con un único largometraje en su haber: la previsiblemente clipera Constantine, de 2005. La fase final insumió un par de años de planificación, varias reescrituras, nueve meses de rodaje y un costo bastante más alto del presupuestado.

Aquí está, después de todo eso, la primera versión cinematográfica “oficial” de Soy leyenda. Por aquel típico tópico del error científico, cierta cura definitiva contra el cáncer ha dado por resultado la propagación de un virus que en tres años barrió casi con la humanidad entera. Es el año 2012. Inmune por esas cuestiones del azar, el doctor Robert Neville (Will Smith, que en esta versión además es teniente coronel) cree ser el último hombre sobre la Tierra, y como tal se comporta. En medio de una Nueva York retrotraída a un estado casi selvático (el pasto se abre paso entre el asfalto, leones matan venados en Times Square), Neville envía mensajes radiales como náufrago en una botella, mientras en su laboratorio privado intenta dar con la fórmula de un antivirus.

De día, Neville sale de caza en compañía de Samantha, su hermosa ovejera. Escucha a Bob Marley en la compactera de la 4x4, retira DVD de un videoclub vacío y pesca en el lago artificial de un museo (bonitos aportes de guión). En cuanto empieza a caer el sol, corre a refugiarse en su departamento blindado. ¿La razón? En las horas de oscuridad, la Gran Manzana se convierte en el paraíso del mutante. Y los mutantes tienen hambre. Supervisado por el temible Akiva Goldsman (autor, entre otros atropellos, de los guiones de Una mente brillante y El código Da Vinci), el guión de Soy leyenda resuelve con flashbacks el relato de cómo la humanidad, y el propio Neville, llegaron hasta allí. Se focaliza en la soledad del héroe, contando para ello con un Will Smith de aspecto dolido y estoico y posponiendo, de modo clásico, el enfrentamiento con la Bestia. Las bestias, para decirlo con propiedad. La proliferación de mutantes (aquí, a medio camino entre el zombi y el vampiro) es una de las condiciones distintivas del relato original, que la película respeta.

Resistiendo toda tentación clipera, Francis Lawrence se luce durante los cinco o diez minutos iniciales, casi un corto aparte en el que el doctor Neville persigue a una manada de venados en la 42 y Broadway, compitiendo por el alimento contra una familia de leones. Pero ya asoman allí dos de los problemas centrales de Soy leyenda, de diversa índole e importancia. El primer problema es el recurso de la digitalización, que como suele suceder (ver 300) irrealiza aquello que, de tan físico, debería casi poder olerse. En este caso, lo que se artificializa son dos clases distintas de animales: los grandes felinos, primero, y más tarde los ex humanos rugientes y voraces que asuelan la ciudad, desprovistos de pelo y de piedad. Es llamativo que los momentos más tocantes, los más espeluznantes incluso estén protagonizados por Samantha, una ovejera de veras.

El segundo problema es mucho más de fondo y radica en la completa vuelta de campana que esta versión practica sobre la novela original. Si aquél era un relato de pura supervivencia, reducido al hueso de los hechos y desprovisto de todo subrayado metafísico, aquí se termina celebrando al héroe con bombos y platillos. Casi como si se tratara de un santo varón, al que se le levanta un altar en off. Si hay un santo debe haber un Dios. Efectivamente, la película invoca al Supremo con explicitez rayana en la obscenidad. No se trata de una recaída final, incongruente con el resto de la película, sino de una completa operación de reconversión ideológica del original, que la recorre de punta a punta. Más precisamente, desde ese cartel callejero que en una de las primeras escenas pregunta, como en un sermón dominical, si todavía amamos a Dios, hasta la “Redemption Song” del Marley más místico, elegida para acompañar los títulos de cierre. Rara forma de servir a una novela en la que el héroe, acorralado por los comehombres, termina diciéndole adiós a ese mundo despiadado y terminal, por su propia mano y sin Dios que venga en su socorro.

6-SOY LEYENDA

(I Am Legend) EE.UU., 2007.

Dirección: Francis Lawrence.

Guión: Mark Protosevich y Akiva Goldsman, sobre novela homónima de Richard Matheson.

Fotografía: Andrew Lesnie.

Música: James Newton Howard.

Intérpretes: Will Smith, Alice Braga, Dash Mihok y Salli Richardson.

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Will Smith escapa de unos extraños mutantes que asuelan a Nueva York.
 
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